El polémico ‘Doctor Muerte’
Por: Gustavo Páez Escobar
El médico patólogo Jack Kevorkian, de 83 años, conocido como el ‘Doctor Muerte’, falleció plácidamente en un hospital de Michigan escuchando la música que más le agradaba, la de Sebastián Bach. Tal vez alcanzó a pensar en aplicarse la eutanasia, llegado el caso, método pregonado por él para evitar los dolores extremos y tener una muerte digna.
Se fue del mundo en forma tranquila, tras una vida agitada que muchas veces lo hizo enfrentar con los tribunales y a la postre lo llevó a la cárcel durante ocho años. Había sido acusado por la muerte de Thomas Youk, enfermo terminal a quien ayudó a morir con la aplicación de una inyección letal. La escena de esta muerte fue transmitida en el programa 60 Minutos de la CBS, lo que dio motivo para que los jueces determinaran que se había tratado de un asesinato.
Su nombre ha producido aguda controversia en el mundo. Unos lo consideran hombre cruel y otros lo califican como compasivo y piadoso. Los primeros lo responsabilizan del asesinato de más de 130 personas, y los segundos consideran que la eutanasia asistida, y elegida por el propio paciente, es el sistema más indicado –y humano– para eliminar el grave padecimiento de los enfermos desahuciados y disminuir el dolor de las personas allegadas.
Le teoría del doctor Kevorkian choca, y de hecho ha chocado en el mundo entero, contra muchas normas legales, religiosas y de ética médica. Esta teoría despierta grandes interrogantes, sobre todo después de su muerte. Fuera de los campos legal y religioso, circunscritos a las áreas geográficas y a la conciencia individual, tal vez lo más complejo es saber si existe el derecho de terminar con la propia vida, y si los médicos que asisten a este método (autorizado por el propio enfermo terminal) quebrantan la ética profesional.
En Estados Unidos hay lugares donde el suicidio médico-asistido es legal: Oregón, Montana y Washington. Si el hecho por el que el doctor Kevorkian fue condenado hubiera sido cometido en uno de estos estados, no hubiera tenido problema. Pero sucedió en otro territorio. Esto pone de presente la complejidad del caso.
En conferencia que pronunció el ‘Doctor Muerte’ en la Universidad de Florida, en enero de 2008, manifestó ante cerca de 5.000 personas que su objetivo no era matar a los pacientes sino evitarles el sufrimiento. Otra vez dijo que si tenemos compasión con un animal que está sufriendo, y lo ayudamos a bien morir, por qué no hemos de tenerla con los seres humanos. Y proclamaba su lema: “Morir no es un crimen”.
La Iglesia Católica no acepta esta práctica, al igual que el aborto. En cambio, Dalai Lama hace esta precisión: “Si una persona va a morir y padece un sufrimiento grande o se encuentra en estado vegetativo y prolongar su existencia solo causará mayor sufrimiento y dificultades a otros, la ética budista le permite terminar con su vida”.
En Colombia, la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, creada en 1979, propugna la conciencia de una muerte digna y busca evitar la prolongación inútil de la vida y el sufrimiento innecesario del paciente. Para el efecto, establece un procedimiento para que el enfermo terminal rechace la aplicación de drogas heroicas para prolongarle la vida por medios artificiales. Esto no es eutanasia. Pero es casi lo mismo.
El doctor Jack Kevorkian fue toda la vida estudioso de la muerte. Algunos le atribuyen una pasión enfermiza por la muerte. Otros lo juzgan salvador de este trance supremo. De todas maneras, era un excéntrico, que desde los primeros años de medicina ya practicaba experimentos exóticos en personas moribundas. También se dice que algunas de las primeras eutanasias no se hicieron con pacientes terminales. Sea lo que fuere, su muerte deja un legado para que la humanidad continúe indagando en esta delicada materia, que es parte sustancial de la propia vida.
Alguien expresó que este personaje de la muerte, que tanta polémica levanta en el mundo entero, y la continuará levantando, es “un genio incomprendido”.
El Espectador, Bogotá, 15-VI-2011.
Eje 21, Manizales, 17-VI-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-VI-2011.
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Comentarios:
Todos los seres humanos tenemos derecho a morir dignamente y sin sufrimiento. Si nadie nos pidió permiso para venir al mundo, al menos que tengamos el derecho en nuestra etapa final de morir sin sufrimiento y sin pedirle permiso a nadie sino a nosotros mismos. Por lo menos yo ya le avisé a mi esposa que si llego a una situación final de desahucio, de inmediato regreso a Colombia a morir dignamente en mi tierra, si es que Dios me da la oportunidad de hacerlo. Luis Quijano, Houston (Estados Unidos).
Queremos felicitarlo muy expresivamente por su columna El polémico ‘Doctor Muerte donde desde una perspectiva muy seria comenta sobre la eutanasia y la vida de Jack Kevorkian. Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente. Juan Mendoza-Vega, presidente. Carmenza Rocha, directora.
No creo que sea el hombre el encargado de quitarle la vida a otro ser humano en ninguna de sus modalidades, tales como asesinatos, accidentes que pueden ser evitados, veredictos judiciales, incluso por caridad con el paciente moribundo y sus seres queridos, pero tampoco me parece que el hombre deba alargar la vida de un paciente al cual no se va a poder reintegrar a la vida más que como un pedazo de carne estático y manejado por máquinas, por la decisión de tener al ser querido en este mundo sin saber qué más pudiera estar sufriendo, en vez de dejarlo descansar y terminar con su ciclo vital. Juan Manuel Guerrero Peñuela, Miami.
Un tema bien espinoso el de su artículo. El caso es que cada día somos más los que optamos por ayudar a nuestros seres queridos a terminar de una vez con un padecimiento que definitivamente no tiene cura; después de que el médico dictamina que lo que sigue es dolor, agonía y sufrimiento, sólo queda acatar la voluntad del paciente y ayudarle a morir con dignidad. Por experiencia propia le digo que tal proceder deja una gran satisfacción y tranquilidad de conciencia. Pablo Mejía Arango, Manizales.
El tema de la muerte es bien interesante y tiene muchos aspectos como el religioso y el legal o jurídico; hay sentimientos encontrados hacia una persona que está sufriendo día a día sin posibilidad de recuperación. Independiente de cualquier religión que se profese, estoy totalmente de acuerdo con la eutanasia o el derecho a una muerte digna. Pero supongo que cada caso es muy particular. Ligia González de Páez, Bogotá.
Gracias, apreciado Gustavo, por esta ilustrativa nota. Estos días escuché en la radio una entrevista con «el doctor Quintana», un médico que viene practicando la eutanasia («suicidio asistido») desde hace más de veinte años, en total a 85 personas. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.
El tema de la eutanasia es uno de esos temas que me apasionan por lo complejo, porque, por un lado, me parece que uno tiene todo el derecho a terminar con su vida cuando ésta se vuelve insoportable y dependiente de medicamentos, sondas, hospitales y tratamientos inútiles. Pero por el otro lado, mis creencias católicas, muy acendradas, me hacen pensar que un católico no puede ejercer ese derecho. Diana López de Zumaya, Ciudad de Méjico.