Ancízar López y el Quindío
Por: Gustavo Páez Escobar
Cinco mil quindianos salieron por las calles de Armenia, el pasado 11 de abril, a pedir la liberación de Ancízar López, primer gobernador del Quindío y ex presidente del Congreso Nacional, quien hace un año fue secuestrado en la misma región. No hay certeza sobre qué grupo cometió el plagio (se habla incluso de delincuencia común), ni sobre la suerte que haya corrido el finquero y líder político, de 80 años de edad. Sobre el caso ha caído una densa cortina de silencio.
Esto pone de presente la sevicia con que operan las asociaciones dedicadas al secuestro, el delito más atroz que se ha entronizado en Colombia al amparo de la impunidad. Los facinerosos, en cuyas entrañas no cabe ningún sentimiento de conmiseración por el dolor ajeno, y a quienes no importan la autoridad y las leyes, torturan con los sistemas más abyectos a las personas que tienen la desgracia de caer en sus manos.
Prueba de esa conducta vil es la retención durante un año, sordos los secuestradores al clamor de una familia sometida a semejante suplicio, del dirigente político que en otra época acaudilló la creación del Quindío junto con otros coterráneos.
Retrocedamos 37 años. El primero de julio de 1966 se reunieron cien mil quindianos en el parque Los Fundadores, pletóricos de alborozo y henchidos de esperanza, a vitorear el inicio del departamento. Para mayor lustre asistían a la ceremonia el Presidente de la República, Guillermo León Valencia, y cinco de sus ministros, entre ellos el de Gobierno, Pedro Gómez Valderrama, que días antes había manifestado al senador López: «El presidente Valencia me ha dicho que es incapaz de nombrar a otra persona que no sea usted como primer gobernador del Quindío».
Ancízar López se mantuvo durante mucho tiempo en el primer plano de la vida quindiana y cumplió una vigorosa acción por el progreso de su tierra, haciendo continuo acto de presencia en los escenarios nacionales para resolver los problemas públicos de la región. Sus procederes solían causar polémica y en ocasiones provocaban rechazo, sobre todo cuando se iba más por los caminos de la politiquería que de la política, pero nadie dejó de desconocerle su fervor quindiano y su firme vocación por el servicio público.
Siendo presidente del Congreso en 1989, año en que ocurría el centenario de Armenia, dicha entidad dispuso, por iniciativa del senador quindiano, la edición de un libro de lujo como homenaje a la Ciudad Milagro. La obra fue bautizada con el título de Quindío, que lo dice todo, y con el subtítulo de Armenia, caminos y pueblos, y abarca toda la epopeya de luchas y realizaciones de los laboriosos y creativos pobladores de la hermosa geografía quindiana.
Al presenciar en estos días el desfile de solidaridad de la gente hacia quien fue artífice notable de hechos sobresalientes de la historia regional, me dio por repasar las páginas del libro citado, con el que Ancízar López rindió emotivo tributo a su comarca nativa. El verde de la naturaleza, plasmado en las encantadoras fotografías que presentan los paisajes embrujados y la feracidad de las cosechas, es la mejor imagen de esta tierra maravillosa, admirada por todo el país y vilipendiada por las fuerzas oscuras del secuestro.
Y he encontrado, en las palabras de presentación de la obra, escritas hace 14 años por el político y finquero cautivo hoy en los mismos campos que él ayudó a independizar, la siguiente frase irónica que lleva desazón al espíritu: «El Quindío es hoy tierra de paz y de trabajo con el más justo equilibrio social, en donde los ricos no son tanto y los pobres son menos pobres». Ojalá los forajidos camuflados en las sombras tuvieran capacidad de comprender su error y recapacitaran en este drama y en esta infamia. El drama, el vivido por la familia y la sociedad, y la infamia, la perpetrada por ellos.
El Espectador, Bogotá, 24-IV-2003.