Un país al alcance de los niños
Por: Gustavo Páez Escobar
Dos años después de que Gabriel García Márquez publicara el texto Por un país al alcance de los niños, divulgado como prólogo de la llamada Comisión de Sabios reunida en Cartagena, la firma Villegas Editores, liderada por el infatigable promotor de la cultura nacional Benjamín Villegas, recoge aquellas palabras en esplendoroso libro que hoy se pone en circulación.
Con la fantástica mente creadora que distingue al escritor de Macondo, y haciendo gala de su prosa descriptiva y poética, se pinta en este trabajo el semblante de la Colombia sacudida por fenómenos diversos, desde los años de la conquista hasta los días actuales. La obra explora las raíces de nuestra identidad histórica hasta concluir en lo que hoy somos, con el propósito fundamental de entendernos mejor y sobre todo hacernos conocer de las generaciones por venir.
Dos magias se reúnen en el libro, y ellas lo convierten en obra de rara belleza: por una parte, la pluma prodigiosa de García Márquez que, con ahorro de palabras y el vigor de su elocuencia reflexiva, logra plasmar en breves líneas la genealogía y la personalidad del hombre colombiano; y de la otra, el arte fotográfico –admirable en todas las ediciones de Villegas Editores– que camina al lado de los textos y muestra la cara cambiante de la vida nacional.
Se une el pensamiento con las imágenes para transmitir lo que podría llamarse lección de Colombia, que no es otra cosa que el inventario del pasado, con sus conmociones arrasadoras, y la encrucijada de los tiempos contemporáneos, donde «no acabamos de saber quiénes somos».
Si los primitivos habitantes sufrieron la crueldad de los conquistadores y miles de ellos fueron víctimas de indescifrables enfermedades aportadas por las legiones dominantes, hoy el drama del hombre es causado por otros tipos de violencia que pueden ser peores: el hambre, la guerra, la devastación. Si la insignia del momento es la desmesura, es fácil admitir que otros fenómenos de la época –la droga, el afán de lucro, la corrupción política, el pisoteo de la ley– encajan muy bien dentro de la desproporción y la frivolidad del mundo que nos tocó vivir.
García Márquez escribe su mensaje para los niños, los niños que pronto serán adultos, porque son ellos la esperanza del futuro. Ya se nos vino encima el tercer milenio y todavía no hemos logrado vencer los vicios que nos dejó la mala herencia española. Más aún: los hemos incrementado y superado con nuevos disparates crónicos.
El repaso de las características, los valores y las inclinaciones de la sociedad colombiana que abarca la obra, sugiere para Colombia y sus gobernantes un cambio de rumbo. Este examen exhaustivo y verídico de nuestra realidad lleva conexo el propósito de la enmienda. El autor toca el nervio del patriotismo y convoca los poderes del espíritu y la inteligencia, el mayor patrimonio de los colombianos.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28-X-1996