Talleres de la infancia
Por: Gustavo Páez Escobar
El primer libro que conocí de Euclides Jaramillo Arango, en mis inicios en la tierra quindiana, fue Talleres de la infancia, antología del juguete. Dos años antes, en 1987, la obra había visto la luz como publicación del Comité de Cafeteros del Quindío, la primera que hacía la entidad.
Puede decirse que con este libro se inició mi amistad con Jaramillo Arango. Amistad entrañable que se prolongaría hasta la muerte del escritor en 1987. Hoy sale la cuarta edición, también por cuenta del Comité de Cafeteros, realizada con motivo de los 30 años de vida cumplidos por la institución en agosto pasado. Es el libro de Jaramillo Arango que ha tenido más reediciones, agotadas todas al poco tiempo de su salida al público, como sin duda ocurrirá con la presente.
Talleres de la infancia es su obra más conocida y más representativa, si bien sus otros libros son de indudable calidad. Hay uno excelente, encuadrado en la zona cafetera y que posee clamoroso acento sobre la angustia de la tierra y la violencia política, libro que tuvo dos ediciones iniciales y nunca más volvió a circular. Se trata de la novela Un campesino sin regreso, que recibió los mejores elogios de la crítica.
En la obra donde el escritor vierte mejor su alma es en Talleres de la infancia. Aquí evoca, a través de los sencillos juguetes y las entretenciones simples de la niñez y la infancia, la melancolía de los tiempos idos. Recupera, con deliciosa vena sentimental, el tesoro de aquellos días maravillosos donde el niño creaba universos de fantasía alrededor de los juegos y juguetes elementales de la época: el trompo, el ratoncito de trapo, el tractor de oruga, el aserrín aserrán, los maderos de san Juan….
Más tarde vino la era mecanizada del juguete y comenzaron a aparecer las pistolas automáticas, los tanques destructores, los monstruos asesinos y todo ese engendro de la violencia moderna, que sepultaron las diversiones sanas de antaño. La violencia se apoderó del juguete y transformó el alma pura del niño. Con la época de la tecnología, destructora de los inocentes pasatiempos que hoy añoramos con la misma saudade de Euclides, murió el ingenuo encanto de la niñez.
Euclides Jaramillo Arango, maestro del folclor nacional, rescata en su libro el tesoro perdido que no permitió que se desdibujara en sus años viejos. Siempre llevó en su alma un niño dormido, y eso lo salvó de la brutalidad del mundo deshumanizado que hoy rechaza las muñequitas de trapo y los carritos de madera, porque la era se nos volvió de sexo, violencia y droga.
Aporte extraordinario el que hace el Comité de Cafeteros a la literatura regional, que cuenta entre sus obras más valiosas esta de insuperable maestría y exquisito sabor.
La Crónica del Quindío, Armenia, 9-XI-1996