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Archivo para viernes, 16 de diciembre de 2011

Credisocial

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Con la Orden Civil al Mérito «José Acevedo y Gómez», que el Concejo de Bogotá otorgó a la Caja de Crédito Social Cooperativo (Credisocial),se exalta la labor productiva, en los 15 años de existencia de esta institución, que se ha caracterizado por su alto espíritu de servicio a la comunidad.

En 1982, tras la crisis económica de la Cooperativa de Pollos Vencedor, nacía en Bogotá una modesta empresa bautizada con el nombre de Cooperativa de Ahorros Vencedor, que luego se convertiría en la actual Credisocial. Al frente de esa operación se encontraba el líder cooperativo Julio Eduardo Castro Rodríguez, alma y nervio de la nueva empresa, y que hoy ocupa en ella el cargo de presidente. Como gerente general ha actuado en los últimos años Jesús Castillo Gutiérrez, experimentado banquero.

La gestión de estos directivos se traduce en hechos elocuentes. En diciembre pasado, tras una lucha denodada dentro de la aguda crisis financiera que vive la nación y que ha traumatizado la vida de los negocios, los activos de Credisocial pasaban de $ 82.000 millones, los depósitos de $ 66.000 millones y los créditos de $ 50.000 millones. Con un total de 37 oficinas y 300 empleados, los planes inmediatos se encaminan a abrir 13 oficinas más en importantes ciudades del país.

Credisocial se ha preocupado, además, por cubrir pequeños sitios donde no existe o hay limitado servicio de la banca tradicional. Es el caso de Nariño –hoy con 10 oficinas–, donde poblaciones como Sandoná, Samaniego, La Unión y Guachucal están favorecidas con la política de descentralización. Los 35.000 clientes con que cuenta la institución, que reciben el nombre de asociados en virtud del espíritu cooperativista, pregonan el avance de la red nacional.

Desde hace varios años ocurre un hecho nuevo que llama la atención y es el del cooperativismo o sector solidario como asociación financiera. Con recursos moderados, pero con creciente empuje, el grupo cooperativo le enseña a la banca grande que se hace más función social multiplicando pocos recursos en muchas manos, que colocando grandes cantidades en pocas personas.

Con esta filosofía, empresas como Credisocial que ha beneficiado a 260.000 familias, estimulan la economía del país al apoyar a pequeños y medianos empresarios, artesanos, asociaciones comunitarias, pequeños comerciantes. Esta irrigación crediticia, al impulsar la microeconomía, genera empleo y contribuye a aligerar uno de los dramas palpitantes del momento actual. Credifundar, dependencia de Credisocial, se encarga de difundir e intensificar la filosofía de la empresa a través de programas de capacitación y acción social que desarrolla en el gremio de las cooperativas y los asociados en general.

Se demuestra así hasta dónde llegan los propósitos de unión y progreso de aquella vacilante Cooperativa de Ahorros Vencedor que 15 años atrás salvaba una quiebra y se lanzaba, con un líder a la cabeza, a la conquista de un mejor futuro.

El Espectador, Bogotá, 12-V-1997.

 

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Esmeralda Arboleda: feminista de entraña

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Cuando en días pasados comenzaba la circulación de Nómadas, la excelente revista de la Universidad Central dirigida por María Cristina Laverde, fallecía en Bogotá Esmeralda Arboleda. En dicho número aparece una semblanza suya elaborada por María Cristina, quien la víspera del fallecimiento le había llevado a su lecho de enferma la edición que le rendía honores como una de las mujeres más importantes en la política colombiana de este siglo. Por fortuna, dichos honores no fueron póstumos, ya que el personaje alcanzó a leer el escrito y se mostró emocionada.

Se había marginado de la actividad pública desde diez años atrás, cuando en el gobierno de Virgilio Barco desempeñó el cargo secundario de directora en Cundinamarca del Instituto de Bienestar Familiar, luego de haber sido en sus días de lucha y de gloria miembro de la dirección del Partido Liberal, senadora, ministra de Comunicaciones y embajadora en Austria, Yugoslavia y las Naciones Unidas.

Esta feminista de entraña, como ella mismo se definió, murió ignorada por el país. Ya muy pocos se acordaban de ella. Por eso, resulta tan elocuente el homenaje tributado por Nómadas, que la salvó del olvido y le hizo grata, en medio de penosa enfermedad, su despedida de Colombia. Las mismas mujeres de los tiempos actuales, para quienes ella conquistó en 1954 la igualdad de derechos políticos que antes se les desconocían, ni siquiera la mencionaban.

Esmeralda Arboleda nació en Palmira en 1921 y estudió derecho en el Valle del Cauca, siendo la primera abogada que allí se graduó. Esta disciplina despertó su vocación feminista en este país que no le reconocía a la mujer el derecho al sufragio. Con su ingreso a la vida política, libró, en asocio de Josefina Valencia de Hubach, intensas batallas en la Asamblea Nacional Constituyente por la rehabilitación femenina en los fueros que le se negaban. En resonante sesión que tuvo lugar el 25 de agosto de 1954 se aprobó la ley que otorgó el sufragio para las mujeres. Por aquellos días, la discriminación de los sexos era contundente.

Las banderas que enarbolaba Esmeralda Arboleda, y que se hacían vibrantes con su talento de gran oradora y la vehemencia de su carácter, se volvieron peligrosas para el gobierno del general Rojas Pinilla, lo que  determinó, en noviembre de 1955, su destitución como miembro de la ANAC. Vino la protesta de sus seguidores. Al mismo tiempo se desató atroz persecución en contra de ella y de su pequeño y único hijo.

Trasladada de emergencia a Cali, donde residía su señora madre, se le hizo víctima de un intento de secuestro, que ella misma logró frustrar. El jefe  de su partido, Alberto Lleras Camargo, le aconsejó que se ausentara del país ya que estaba en peligro su vida. En enero de 1957 viajó a Estados Unidos y allí permaneció hasta octubre del mismo año, ya caída la dictadura. En el año 58 fue la primera mujer en llegar al Senado de la República. Tuvo, además, el privilegio de ser nombrada ministra de Comunicaciones en la administración de Lleras Camargo, siendo la segunda mujer que ostentaba dicha dignidad.

Tal la historia de esta mujer valiente, estudiosa y líder que se incrustó en la historia del país para crear hechos sociales, y que se convirtió en libertadora de la mujer colombiana. Por sus destacadas actuaciones en la vida pública bien merece que se le recuerde con cariño y gratitud.

El Espectador, Bogotá, 25-IV-1997.

 

 

Fiesta boyacense-caldense

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Por: Gustavo Páez Escobar

En el templo de San Ignacio, una de las mayores joyas coloniales de Tunja, se celebraron los 92 años de la Academia Boyacense de Historia, presidida por Pedro Gustavo Huertas Ramírez. En el evento, Javier Ocampo López, que dirigió la Academia por largos años, y es uno de los promotores de la cultura boyacense, fue exaltado por sus ejecuciones y recibió el titulo de miembro benemérito de la institución.

Fueron entregadas tres obras que cuentan con el patrocinio de la entidad: Miradas y aproximaciones a la obra múltiple de Otto Morales Benítez, de Vicente Landínez Castro; un libro sobre Carlos Arturo Torres, destacado  escritor boyacense y gloria de las letras nacionales, escrito por Gabriel Salazar Cáceres, y el titulado Las encomiendas de Santiago de las Atalayas (1588-1684), de David Rueda Méndez.

Esta Tunja de antifaz nebuloso y apacible, como en líricas palabras la definió Enrique Medina Flórez, se puso de fiesta -una solemne fiesta del espíritu- para destacar la trayectoria admirable de la Academia Boyacense de Historia; exaltar a Otto Morales Benítez como uno de los colombianos más positivos de la nación, a la par que infatigable cultor de las letras y admirador de las tradiciones y los valores boyacenses, y apoyar el talento de los escritores con la publicación de sus obras.

Medina Flórez, secretario de la entidad, en su emotivo discurso de apertura de la sesión dijo: “Aquí, en esta ciudad con destino espartano y sobrio y casi  ascético, la teoría de la historia es un desfile de figuras que han esculpido la gran leyenda de la patria. Aquí Colombia es carne, hueso y sangre. Tierra para el aula de las ideas. Tierra para el santuario meditativo. Tierra y campos y riscos para las batallas”…

Vicente Landínez Castro, el estilista más brillante con que cuenta hoy Boyacá, sobre quien el maestro Arciniegas dijo que no hay otro colombiano que escriba un castellano más perfecto, expresivo, elegante y jugoso como el suyo, se  encargó de hacer el panegírico sobre la deslumbrante personalidad de Otto  Morales Benítez, demostrada en su obra múltiple como escritor de todas las horas, y en sus vigilias patrióticas como pensador y guía de la conciencia nacional.

El libro de Landínez Castro, pergeñado en sus severos reposos en la villa de Barichara, frente a la obra monumental de Otto Morales Benítez, es un breviario minucioso sobre el tránsito humano y creador de este colombiano excepcional a quien el país, por la ceguera de sus copartidarios, según lo dijo hace poco el expresidente Belisario Betancur en la Fundación Santillana, está en mora de llevar a la presidencia de la República.

La carcajada de Otto es homérica: así la califica Landínez Castro, y agrega que es pieza imprescindible del atuendo de su personalidad. Con esta asombrosa vitalidad de siempre y con esa invencible alegría de vivir (palabras del escritor boyacense), el país notifica su energía y afianza sus esperanzas.

En el encuentro estuvo presente el departamento de Caldas en la persona de Carlos Arboleda González, director del Instituto Caldense de Cultura. Este acto  de presencia fue significativo: si Boyacá exaltaba a dos líderes de la tierra caldense –Morales Benítez y Ocampo López–, Caldas se sentía comprometido. Esta unión boyacense-caldense marca la identidad de dos pueblos cultos que se dan la mano para estrechar la suerte de sus parcelas unidas por las causas supremas del espíritu.

La Patria, Manizales, abril de 1997.
Repertorio Boyacense, N° 334, Tunja, noviembre de 1998.

 

Cancún, ejemplo para imitar

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Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

La isla de Cancún tiene 300.000 habitantes y es conocida como la joven de Méjico. Hace apenas 20 años se proyectó como sitio de atracción para fortalecer la economía de la península de Yucatán, y hoy es un paraíso del turismo internacional. Méjico, que ha hecho del turismo una de sus rentas más importantes, recibe por Cancún la quinta parte de la cifra total que por dicho concepto ingresa al presupuesto de la nación.

En reciente visita a la isla, la que se encuentra rodeada de una naturaleza prodigiosa y está favorecida con los servicios de una estructura turística de primera calidad, me hice la siguiente reflexión: ¿Por qué en Colombia no sucede lo mismo? Tenemos maravillosos encantos naturales, climas para todos los gustos, dos mares, gente amable, sitios exclusivos, y sin embargo… Este sin embargo es el que nos distancia de países desarrollados en turismo como Méjico.

Nos han faltado visión y audacia para explotar las riquezas de que disponemos. No hemos tenido ni el presidente ni el ministro de Hacienda que hayan concebido el turismo como uno de los recursos más sólidos para robustecer las debilitadas finanzas. En Colombia los gobernantes lo resuelven todo con impuestos.

La hotelería de Cancún, que ofrece alrededor de 20.000 habitaciones, se halla entre las más avanzadas del mundo. Esto no hubiera sido posible de no contar con las ventajas de la ciudad construida con los mayores sistemas de planeación, y con visión futurista, donde todo está calculado para el crecimiento estable. Primero se pensó en la estructura de los servicios públicos, en el diseño del casco urbano, en la adecuación de las playas y los sitios de interés público, en la construcción de las vías (en las que no se encuentra un sólo bache en cualquier recorrido que realice) y en la formación de la conciencia turística.

Sobre esas bases vino el desarrollo de lo que es hoy el centro dinámico y fascinante, visitado por viajeros de todas las nacionalidades, el que cada día progresa más y conquista mayores divisas para el progreso de la nación. ¿Podrá decirse lo mismo de Cartagena, Santa Marta o San Andrés?

Hay que admitir, con dolor patria, que en Colombia carecemos de vocación turística. Los gobiernos no se han preocupado por estimular esa vena dormida, y por eso los colombianos se van al exterior en busca del turismo seguro y confortable.

En el sitio que presento como modelo de turismo –y que me perdonen las comparaciones odiosas– existen otros dos factores fundamentales que hacen sentir cómoda a la gente, en los que vale la pena meditar. El primero, el de la amabilidad que se dispensa al visitante en cualquier lugar a donde llegue. El ambiente de hospitalidad está regado por toda la isla. Por eso, se regresa de allí con un sentimiento grato. Y el otro, el de la seguridad. Los sistemas de vigilancia en la isla, y sobre todo la noción de respeto al turista que allí se ha inculcado, permiten disfrutar de absoluta tranquilidad. Y quedan deseos de volver.

El Espectador, Bogotá, 7-VI-1997.

 

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El hada Melusina

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Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Pasados 24 años de la muerte de Silvio Villegas viene hoy a descubrirse, gracias a un acto de carácter y convicción de su hija Eugenia, el fascinante epistolario amoroso del célebre escritor caldense con una distinguida dama manizaleña, a quien él bautiza con el nombre de Carlota.

Esta Carlota incógnita, y tal vez por eso más sugestiva, entra a las letras colombianas como la heroína de una pasión gloriosa, y además como la protagonista del primer epistolario sentimental que se publica en el país. Este género, que ha dejado obras fa­mosas en otros lugares del mundo, en Co­lombia se ha mantenido oculto. Aquí se esconden los afanes del corazón, dice Otto Morales Benítez en el prólogo del libro. Cuando los amores son secretos, como su­cede en este caso, se cubren con un manto de prudencia, y con el correr del tiempo se pierden en el olvido.

Por lo tanto, Silvio Villegas es el precursor, y a qué altura, de las experiencias amorosas que nadie se había atrevido a divulgar en las páginas de un libro. Largos años empleó su hija en busca de editor, hasta que se encontró con la sensibilidad intelectual de Otto Mo­rales Benítez, que pidió en principio el apoyo de Germán Botero de los Ríos, gerente del Banco de la República, y luego contó con el patrocinio de destacadas en­tidades caldenses, como la Corporación Fi­nanciera de Caldas, el Instituto Caldense de Cultura y la Alcaldía de Manizales.

La maestría de Vicente Stamato le da realce a la obra con una diagramación ad­mirable, y la esplendorosa edición (de 424 páginas en gran formato) ha corrido por cuenta de la firma Panamericana Formas e Impresos.

Alejado Silvio Villegas de las lides políticas y de los fastos de la diplomacia, tras su regreso como embajador en París se pro­ponía recogerse en su biblioteca a escribir sus memorias. Muchos proyectos literarios tenía en mente. Le faltaba elaborar su obra cumbre. Pero la enfermedad súbita y la muerte inexorable frustraron sus ilusiones.

Había sido orador vigoroso, brillante periodista, escritor original cuya prosa elocuente causaba sensación. Varios libros, escritos en las ardorosas jornadas del político, daban cuenta de su  inteligencia superior y su cultivado estilo. La canción del caminante, su libro más celebrado, es ejemplar por su belleza y profundo y emotivo mensaje lírico. Con él comienza la figuración literaria y romántica de la Carlota mani­zaleña, que ahora adquiere mayor dimensión en El hada Melusina.

Estas cartas de amor y pasión enmarcan un episodio seductor para los enamorados y personifican las alegrías y penas del corazón en los grandes amantes de la historia. Carlota es la misma heroína de Goethe, en Werther, y la misma Beatriz de Dante, y la misma Laura de Petrarca, y la misma Emma de Flaubert. El amor no tiene fronteras. La amada de Silvio –elegante, sen­sual y discreta– queda inmortalizada en esta obra maestra que alcanza inmejorable ca­tegoría literaria.

Cartas escritas entre 1942 y 1946, cuando el autor estaba más agobiado por la lucha política. El romance furtivo les daba energías al combatiente y al pensador. Hoy, medio siglo después, esas cartas ingresan a la his­toria. Ya no pertenecen a él, ni a Carlota, sino a la causa de los grandes enamorados. En ellas, además de la fuerza del corazón, vibra la fuerza de la poesía. «Poesía –dijo él– es todo lo que se escribe en estado de gracia bajo la sugestión amorosa».

El Espectador, Bogotá, 8-III-1997.
La Patria, Manizales, 11-III-1997.

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