La banca que se va
Por: Gustavo Páez Escobar
Acabo de saber por La Crónica el retiro de Óscar Jaramillo Jaramillo de la gerencia del Banco Santander. Así, aquella banca de Armenia que dejé hace 14 años, está hoy casi completamente renovada. El único que queda es Diego Álvarez de la Pava, de Bancafé (y ya hasta de nombre le cambiaron a su antigua entidad, el Banco Cafetero).
Es ley de la vida. A todos nos llega el final, no sólo en la vida del trabajo sino en la propia existencia. Todo cambia, nada se detiene. Las instituciones, que a nada se aferran y que son tan duras como sus propias bóvedas de caudales, hoy más que nunca viven en plan de renovar sus equipos directivos para mantenerse remozadas en medio de la competencia. Prefieren lo nuevo a lo antiguo. Con lo cual, a Óscar Jaramillo no le estoy diciendo que es viejo –ni más faltaba–, sino maduro. Y le llegó la hora.
La hora del reposo. Óscar, que cumplió una larga y destacada labor en la banca local, demostró siempre gran laboriosidad. Nunca se le vio quieto ni amodorrado –en la banca ni en su vida privada–, y ese mismo ritmo lo llevará en adelante, para qué dudarlo. En esa forma tiene garantizados muchos años de plenitud –para él y para Solita– en la dorada etapa que ahora emprende.
Me invade hondo sentimiento de nostalgia cuando veo que mi banca, la que ya no existe, termina desintegrándose con la salida del actual decano de la banca de Armenia, que decidió irse a descansar. Cuando miro al Quindío desde mi tranquilo remanso en Bogotá observo que día a día algo nuevo se desmorona. Pero no es la vida la que cambia, sino los hombres. Armenia, cuyas raíces son indestructibles en el afecto, cada vez aparece más borrosa en la distancia, y tan entrañable como siempre. Cierto que hoy existen allí menos amigos, pero los que quedan son más leales que muchos de los que teníamos cuando éramos banqueros.
Hablando de los antiguos colegas, resulta doloroso rememorar la partida definitiva de grandes amigos: Silvio Ramírez, Ramiro Giraldo, Augusto López, Álvaro Aguado, Pablo Echeverry, Jorge Arango, Uriel Patiño. Todos prestaron eficientes servicios a la ciudad. Y todos merecen ser recordados. En fin, se fue Óscar. Mañana le tocará el turno a Diego.
Y es que a los bancos, como a los camaleones, les gusta cambiar de piel. Hoy la banca de Armenia tiene fresca la piel. También, en general, la tienen los actuales banqueros (aunque algunos comienzan a mostrar ciertas arrugas inevitables: las de la madurez).
Óscar: en la capital del país un grupo de exbanqueros –entre ellos, Josué López Jaramillo, antiguo gerente del Banco de la República– formamos una institución privada, sin acciones ni sobresaltos, que llamamos «la banca en la sombra» y que nos sirve para reír, murmurar y recordar. Y la pasamos muy bien. Estás invitado.
La Crónica del Quindío, Armenia, 6-IX-1997.