Fiesta boyacense-caldense
Por: Gustavo Páez Escobar
En el templo de San Ignacio, una de las mayores joyas coloniales de Tunja, se celebraron los 92 años de la Academia Boyacense de Historia, presidida por Pedro Gustavo Huertas Ramírez. En el evento, Javier Ocampo López, que dirigió la Academia por largos años, y es uno de los promotores de la cultura boyacense, fue exaltado por sus ejecuciones y recibió el titulo de miembro benemérito de la institución.
Fueron entregadas tres obras que cuentan con el patrocinio de la entidad: Miradas y aproximaciones a la obra múltiple de Otto Morales Benítez, de Vicente Landínez Castro; un libro sobre Carlos Arturo Torres, destacado escritor boyacense y gloria de las letras nacionales, escrito por Gabriel Salazar Cáceres, y el titulado Las encomiendas de Santiago de las Atalayas (1588-1684), de David Rueda Méndez.
Esta Tunja de antifaz nebuloso y apacible, como en líricas palabras la definió Enrique Medina Flórez, se puso de fiesta -una solemne fiesta del espíritu- para destacar la trayectoria admirable de la Academia Boyacense de Historia; exaltar a Otto Morales Benítez como uno de los colombianos más positivos de la nación, a la par que infatigable cultor de las letras y admirador de las tradiciones y los valores boyacenses, y apoyar el talento de los escritores con la publicación de sus obras.
Medina Flórez, secretario de la entidad, en su emotivo discurso de apertura de la sesión dijo: “Aquí, en esta ciudad con destino espartano y sobrio y casi ascético, la teoría de la historia es un desfile de figuras que han esculpido la gran leyenda de la patria. Aquí Colombia es carne, hueso y sangre. Tierra para el aula de las ideas. Tierra para el santuario meditativo. Tierra y campos y riscos para las batallas”…
Vicente Landínez Castro, el estilista más brillante con que cuenta hoy Boyacá, sobre quien el maestro Arciniegas dijo que no hay otro colombiano que escriba un castellano más perfecto, expresivo, elegante y jugoso como el suyo, se encargó de hacer el panegírico sobre la deslumbrante personalidad de Otto Morales Benítez, demostrada en su obra múltiple como escritor de todas las horas, y en sus vigilias patrióticas como pensador y guía de la conciencia nacional.
El libro de Landínez Castro, pergeñado en sus severos reposos en la villa de Barichara, frente a la obra monumental de Otto Morales Benítez, es un breviario minucioso sobre el tránsito humano y creador de este colombiano excepcional a quien el país, por la ceguera de sus copartidarios, según lo dijo hace poco el expresidente Belisario Betancur en la Fundación Santillana, está en mora de llevar a la presidencia de la República.
La carcajada de Otto es homérica: así la califica Landínez Castro, y agrega que es pieza imprescindible del atuendo de su personalidad. Con esta asombrosa vitalidad de siempre y con esa invencible alegría de vivir (palabras del escritor boyacense), el país notifica su energía y afianza sus esperanzas.
En el encuentro estuvo presente el departamento de Caldas en la persona de Carlos Arboleda González, director del Instituto Caldense de Cultura. Este acto de presencia fue significativo: si Boyacá exaltaba a dos líderes de la tierra caldense –Morales Benítez y Ocampo López–, Caldas se sentía comprometido. Esta unión boyacense-caldense marca la identidad de dos pueblos cultos que se dan la mano para estrechar la suerte de sus parcelas unidas por las causas supremas del espíritu.
La Patria, Manizales, abril de 1997.
Repertorio Boyacense, N° 334, Tunja, noviembre de 1998.