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El hada Melusina

viernes, 16 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Pasados 24 años de la muerte de Silvio Villegas viene hoy a descubrirse, gracias a un acto de carácter y convicción de su hija Eugenia, el fascinante epistolario amoroso del célebre escritor caldense con una distinguida dama manizaleña, a quien él bautiza con el nombre de Carlota.

Esta Carlota incógnita, y tal vez por eso más sugestiva, entra a las letras colombianas como la heroína de una pasión gloriosa, y además como la protagonista del primer epistolario sentimental que se publica en el país. Este género, que ha dejado obras fa­mosas en otros lugares del mundo, en Co­lombia se ha mantenido oculto. Aquí se esconden los afanes del corazón, dice Otto Morales Benítez en el prólogo del libro. Cuando los amores son secretos, como su­cede en este caso, se cubren con un manto de prudencia, y con el correr del tiempo se pierden en el olvido.

Por lo tanto, Silvio Villegas es el precursor, y a qué altura, de las experiencias amorosas que nadie se había atrevido a divulgar en las páginas de un libro. Largos años empleó su hija en busca de editor, hasta que se encontró con la sensibilidad intelectual de Otto Mo­rales Benítez, que pidió en principio el apoyo de Germán Botero de los Ríos, gerente del Banco de la República, y luego contó con el patrocinio de destacadas en­tidades caldenses, como la Corporación Fi­nanciera de Caldas, el Instituto Caldense de Cultura y la Alcaldía de Manizales.

La maestría de Vicente Stamato le da realce a la obra con una diagramación ad­mirable, y la esplendorosa edición (de 424 páginas en gran formato) ha corrido por cuenta de la firma Panamericana Formas e Impresos.

Alejado Silvio Villegas de las lides políticas y de los fastos de la diplomacia, tras su regreso como embajador en París se pro­ponía recogerse en su biblioteca a escribir sus memorias. Muchos proyectos literarios tenía en mente. Le faltaba elaborar su obra cumbre. Pero la enfermedad súbita y la muerte inexorable frustraron sus ilusiones.

Había sido orador vigoroso, brillante periodista, escritor original cuya prosa elocuente causaba sensación. Varios libros, escritos en las ardorosas jornadas del político, daban cuenta de su  inteligencia superior y su cultivado estilo. La canción del caminante, su libro más celebrado, es ejemplar por su belleza y profundo y emotivo mensaje lírico. Con él comienza la figuración literaria y romántica de la Carlota mani­zaleña, que ahora adquiere mayor dimensión en El hada Melusina.

Estas cartas de amor y pasión enmarcan un episodio seductor para los enamorados y personifican las alegrías y penas del corazón en los grandes amantes de la historia. Carlota es la misma heroína de Goethe, en Werther, y la misma Beatriz de Dante, y la misma Laura de Petrarca, y la misma Emma de Flaubert. El amor no tiene fronteras. La amada de Silvio –elegante, sen­sual y discreta– queda inmortalizada en esta obra maestra que alcanza inmejorable ca­tegoría literaria.

Cartas escritas entre 1942 y 1946, cuando el autor estaba más agobiado por la lucha política. El romance furtivo les daba energías al combatiente y al pensador. Hoy, medio siglo después, esas cartas ingresan a la his­toria. Ya no pertenecen a él, ni a Carlota, sino a la causa de los grandes enamorados. En ellas, además de la fuerza del corazón, vibra la fuerza de la poesía. «Poesía –dijo él– es todo lo que se escribe en estado de gracia bajo la sugestión amorosa».

El Espectador, Bogotá, 8-III-1997.
La Patria, Manizales, 11-III-1997.

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