¡Sálvanos, señor don Quijote!
Por: Gustavo Páez Escobar
Poco les dirá a los colombianos, tan hundidos en otros menesteres, que este 9 de octubre celebra el mundo los 450 años del nacimiento de Cervantes. ¿Quién será ese señor?, se preguntarán los jóvenes de la llamada generación X, generación iconoclasta e indescifrable que por sus hábitos y su manera de pensar (o de no pensar) ha roto con los nexos del pasado y no está dispuesta a aceptar los ídolos que pretenden inculcarles los mayores.
Esta generación, con todo, es la que mandará en el siglo que se avecina. Esta generación es la que pondrá los gobernantes, los políticos y los delincuentes de una nueva sociedad –marcada por el proceso 8.000, pero dueña de sus propias decisiones y libre de ataduras con nada ni con nadie– que emerge entre las veleidades de esta época frívola y violenta –¡qué paradoja!– y los avances impredecibles de la ciencia. Ciencia desconcertante que ya nos tiene delineado el mundo nuevo, espectacular y revolucionario, que en nada habrá de parecerse a los 20 siglos precedentes.
Se me antoja pensar que en el siglo XXI no cabrá don Quijote. Además ya fue desterrado de los tiempos actuales, y por eso suena a utopía querer dárselo de ejemplo a una generación que ignora la mística caballeresca, los molinos de viento y las castas Dulcineas. El caballero andante, que sólo conocía el paso calmoso de su taciturno rocín, fracasaría hoy –para qué dudarlo– entre el estrépito de la ciencia y de las naves espaciales, los arrebatos del sexo y los embrutecimientos de la droga.
Los políticos, ante el discurso de las armas y las letras, si tuvieran paciencia de leerlo, se preguntarían: ¿Quién es ese señor que pretende enseñarnos lecciones de gobernabilidad cuando aquí tenemos nuestros propios Mogollones y dictamos nuestras propias leyes? Los violentos, ante las palabras del iluso señor cuando dice que «las armas requieren espíritu como las letras», se mofarían de él y pondrían a funcionar sus fusilerías. Ellos están muy distantes de saber que el personaje que así peroraba, a quien han oído mencionar como un loco de viento era un guerrero intelectual, no un guerrillero asesino.
Por eso te digo, noble caballero de la triste figura: no se te ocurra asomar tus ilustres barbas por este mundo nuestro, deshumanizado y atroz, tan diferente del que forjaste por los anchos caminos de La Mancha, porque aumentarían tus tristezas. Duerme en tu paz solariega y no salgas nunca de allí porque se te enfriaría el alma.
Sin embargo, te digo que tu mensaje ha calado hasta los huesos a quienes en verdad lo leímos y asimilamos. El quijotismo, que es una religión, una norma del buen vivir y del dulce soñar, nunca morirá.
El Espectador, Bogotá, 11-X-1997.