Archivo

Archivo para viernes, 16 de diciembre de 2011

A la hora de las promesas

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La política colombiana está al rojo vivo. Todos los días y a toda hora los candidatos repiten, a lo largo y ancho del país, con increíble poder de movilización y resistencia, sus mismos discursos cargados de promesas, casi idénticas en todos los movimientos, aunque con diferentes enfoques. Se pro­mete el cielo y la tierra. «En mi gobierno habrá paz, no habrá nuevas reformas tri­butarias, bajará el costo de la vida, se au­mentará el empleo, disminuirá la pobre­za, se fortalecerá la industria, el campo volverá a producir»…, etcétera.

Las mismas promesas de hace cuatro años. Claro que esta vez hay nuevos in­gredientes de perturbación. Como el de los dineros corruptos, que siempre han existido, pero que llegaron al tope en la anterior campaña. Y que luego, en el go­bierno de la gente, infestaron los ámbitos oficiales e impusieron la peor ola de in­moralidad pública que jamás se había conocido.

Por fortuna, muchos fueron a dar a la cárcel y aún pagan sus condenas (en la mayor parte de los casos, condenas ridículas), pero otros peces gordos, in­cluso el pez gordo, siguen disfrutando de las prebendas y de la impunidad de un gobierno protector.

Todo esto se acabará en el próximo período. Aquí es donde los candidatos, comprendiendo a los que nada tienen qué hacer y nadie los escucha –folclóricos quijotes de la democracia–, arremeten contra la depravación de las costumbres y anuncian pureza absoluta en el manejo del Estado. Desde luego, habrá guerra a muerte contra los ministros negociantes, contra los funcionarios deshonestos, contra los comisionistas de toda laya, contra toda clase de serruchos y componendas.

Cuando el pueblo ya no resiste más cargas y a duras penas consigue para medio subsistir –pero dejando que el Upac cercene la vivienda imposible, crezcan las cuentas atrasadas de los colegios y se corten los servicios públicos–, es bueno hablar de dinero. ¿Cuál es el candidato que no ofrece bajar los impuestos, o por lo menos frenarlos? Cuando uno de ellos ofrece disminuir el IVA, hay incredulidad nacional con sobradas razones; y no faltan quienes piensan que si lo hace será un mago.

El pueblo también escuchó hace cuatro años que habría millón y medio de nuevos empleos. Bajo esa sola perspectiva muchos depositaron su voto esperanzado, y hoy pasan hambre por ilusos. No ha habido mayor desempleo en el país. Tal vez sea éste el problema más palpitante de la actualidad. Generador de miseria, de guerrillas, de delincuencia, de atraso social y económico.

En este carnaval de las promesas electorales en que vemos a los candidatos recorrer el país como ciclones, existe razón para el escepticismo. En las giras no queda pose por mostrar, ni sombrero por exhibir, ni plato por probar, ni niño del  pueblo por besar. Halagos que a veces producen efectos, es decir, votos.

Y no es que se crea en las promesas. El común de la gente sabe que son retozos de la democracia. Volátiles como las falsas ilusiones. Pero hay que votar. Y que Dios nos lleve de la mano.

La Crónica del Quindío, Armenia, 14-V-1998.
El Espectador, Bogotá, 18-V-1998.

 

El final de una epopeya

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Este 22 de marzo marca en la vida de El Espectador el final de una epopeya: la epopeya de los Cano. Don Fidel Cano, que en 1887 funda el periódico en Medellín –en una casa destartalada de la calle de El Codo–, nunca llega a imaginarse las penalidades que él y tres generaciones más de su familia habrán de sufrir hasta la venta del diario, 111 años después.

El modesto taller donde se edita, formado por unos cuantos chibaletes y una maltrecha prensa «Washington», es adquirido a plazos por los amigos de don Fidel, cuotas que él devolverá más tarde en forma religiosa. Este precario inventario es símbolo de la nada, frente a las gigantescas rotativas que hoy posee la empresa en plena era de la revolución tecnológica.

El ideal es grande. «El Espectador –dice don Fidel en la primera edición–  trabajará en bien de la patria con criterio liberal, y en bien de los principios liberales con criterio patriótico». Con este lema ha librado todas sus batallas. Ha combatido los abusos oficiales y ha defendido la justicia y la libertad. Nunca se ha dejado seducir por el capital, ni ha cedido ante el poder de los dineros corruptos.

Cuando en 1981 denuncia los abusos de un poderoso grupo financiero que explota la confianza del público, lo hace con vehemencia y sin tregua, por espacio de seis años, sacrificando sus propias finanzas al serle retirados los numerosos avisos publicitarios que el consorcio sostiene en la prensa nacional.

Meses después de su fundación, el periódico es suspendido durante seis meses por el gobierno de Núñez. Al año siguiente llega otro cierre de seis meses por orden del presidente Holguín. En 1893, el gobernador de Antioquia lo silencia durante 31 meses y reduce a prisión a su director. Los cierres más prolongados ocurren a partir de octubre de 1899 (cuatro años) y a partir de diciembre de 1904 (ocho años). En la vida del diario se cuentan ocho recesos, que en total suman alrededor de 17 años.

En 1892, se le impone es multado por publicar un suelto que se considera subversivo. En su comunicación, el ministro de Gobierno se despide, como es la usanza de la época, con el «Dios guarde a usted». El director le responde: «Puede su señoría disponer del dinero que según su telegrama ha resuelto exigirme forzosamente. Dios me guarde de usted. Fidel Cano».

El 6 de septiembre de 1952 son incendiadas y saqueadas sus oficinas. En la dictadura de1l general Rojas se le ordenan dos multas: una de $ 10.000, sin precisar los motivos; y la otra de $ 600.000, por presuntas inexactitudes en las declaraciones de renta, multa que meses después es revocada por el Tribunal de lo Contencioso Administrativo. Por esos días escribe el director, don Gabriel Cano, dos de sus más célebres editoriales: El tesoro del pirata y La isla del tesoro.

Cuando al fin se siente un respiro, exclama don Gabriel: «Esta es la vieja y la nueva historia de El Espectador: una historia de pobreza, de lucha, de trabajo; una batalla del esfuerzo coronada al fin de muchos años con unos   pocos gajos del esquivo laurel del triunfo». El victorioso director –¡oh ironía!– está muy lejos de sospechar que años después su hijo Guillermo, el mártir mayor del periodismo colombiano, será asesinado por sus valerosas luchas contra el narcotráfico.

El fuego de la palabra

El periódico, a lo largo de su agitada historia, ha sido victima de censuras, persecuciones, atropellos, suspensiones, incendios, multas, intimidaciones, cárceles, asesinatos… Difícil encontrar en el mundo entero otro periódico que haya resistido tantos y tan violentos ataques de quienes buscan la destrucción de la palabra. Pero como El Espectador no deja morir los principios éticos, siempre, como el ave fénix, sale victorioso de las cenizas.

Cuando los narcotraficantes destruyen las instalaciones del diario con implacables cargas de dinamita, parece que la historia hubiera llegado al final. Pero no: desde los escombros humeantes se escucha aquel día –día de muerte y resurrección– la voz de José Salgar, que escribe editorial del día siguiente: ¡El Espectador sigue adelante! Es la propia voz de Guillermo Cano, que había dicho: «De las ceniza de equipos calcinados resurgirá siempre el fuego de la palabra».

Inmolado don Guillermo, sus hijos Juan Guillermo y Fernando se ponen al frente de la nave, todavía con el eco de la dinamita en el alma. Se asesoran de José Salgar, maestro de periodistas y el amigo más fiel de la casa. Prenden de nuevo los motores y el mar se encrespa con nuevos torbellinos. Luchan los tres –111–, y detrás de ellos toda la familia, por salvarse del naufragio que amenaza a la casa Cano como consecuencia de sus luchas heroicas.

Y cuando ya no queda más por hacer, el periódico se vende. Pero no se va a pique. Osuna, que opina que hubiera sido mejor hundirse con la nave, se marcha. Otros opinan como él y también se marchan. A El Espectador lo compra el mayor grupo financiero del país, que a Osuna le produce urticaria.

Así llega a su final esta epopeya periodística de 111 años. El número parece cabalístico. Es como si la hojita aquella fundada en Medellín por don Fidel Cano hubiera quedado reducida a tres palitos –111–: Juan Guillermo, Fernando y José. Ellos son los últimos mosqueteros de esta casta de titanes que defendieron hasta última hora el imperio de la palabra y las normas tutelares de la casa, en la peor guerra económica que haya tenido periódico alguno.

Arranca el año 112

Desde entonces la historia de El Espectador queda dividida en dos. Ahora arranca el año 112, en la antesala del siglo XXI. Siglo más azaroso que el vislumbrado por don Fidel Cano cuando cometió la quijotada de hacerse periodista. El Grupo Bavaria y el nuevo director del diario, Rodrigo Pardo, manifiestan que mantendrán los principios fundamentales de los Cano como la columna vertebral de la empresa. A la gente hay que creerle. Muchos esperamos que así ocurra, cumpliéndose la ley de las cosechas: la semilla bien sembrada germina siempre.

El Espectador, Bogotá, 22-III-1998

* * *

Mensaje dirigido al doctor Rodrigo Pardo García-Peña al asumir la dirección de El Espectador:

Después de leer la edición donde se conmemoran los 111 años de vida de El Espectador queda la sensación de que continúa  vivo el espíritu que motivó a don Fidel Cano a fundar el periódico. Muchas cosas cambiarán en adelante –hombres, estilos, diagramaciones–,  pero lo importante es que no desaparezca lo fundamental: la independencia crítica para decir la verdad, y el profesionalismo periodístico para mantener un diario de alta calidad informativa e ideológica.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

 

Categories: Periodismo Tags:

Gracias, Quindío

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

“Periodista quindiano: reconoci­miento por su necesario apoyo para la divulgación y promoción del desa­rrollo integral de nuestra región». Así reza la placa que en días pasados recibimos en Bogotá, en el Club de In­genieros,  de parte del Gobernador del departamento, Henry Gómez Tabares, y el Alcalde de Armenia, Álvaro Patiño Pulido, varios periodistas vinculados con medios de comunicación de esta capital.

Para mí, en particular, resulta altamente enaltecedora esta distinción por no ser oriundo del Quindío. Mi larga permanencia en la región, y so­bre todo mi identidad con la tierra y su gente, me han hecho ganar el títu­lo de quindiano. Siempre me he senti­do quindiano de corazón, y con esta placa me crece la vanidad.

Digna de aplauso resulta la gestión solidaria que adelantan las auto­ridades locales. Queda demostra­do que la alianza que los dos dirigen­tes exhibieron en sus recientes cam­pañas –que podría interpretarse como una fugaz insignia electoral– era verdadera.

Como principio de sus programas conjuntos, viajaron a Bogotá a realizar contactos por lo alto, a fin de solucionar, con medidas prontas y efectivas, los agudos problemas que afectan la vida regional. Comenzaron por reunirse con importantes figuras de la propia tierra residentes en esta ciudad y que pueden aportar sus lu­ces e influencias para encontrar nue­vos rumbos para el departamento.

Creo que el Quindío no ha sabido utilizar a sus hijos ilustres situados en posiciones destacadas del país.

En cambio, departamentos como el Valle, Antioquia, Caldas o Risaralda saben explotar este hecho para beneficio de sus regiones. La ausencia de quindianos en el estudio de los problemas de su tierra obedece, sobre todo, a la distancia que mantienen con ellos las auto­ridades.

Cuando llegan los comicios, en lugar de ele­gir verdaderos representantes de la región con vocería nacional, los apetitos politiqueros ha­cen desperdiciar los votos. ¿Cuánto tiempo hacía que el Quindío no tenía un senador? ¿Y cuánto que no tiene un ministro?

Hoy lo importante es que existe el propósi­to de la enmienda. El viaje a Bogotá del Gober­nador y el Alcalde, acompañados de sus ase­sores, no sólo es provechoso en sí mismo sino que augura mejores días para el futuro quindiano. Tuve oportunidad de conversar, además del gobernador y del alcalde, con Rodrigo Estrada Revéiz, presidente de la Cá­mara de Comercio, y Jorge Eliécer Orozco Dávila, director de RCN, entre otros, y ente­rarme de varias características de la vida re­gional, y también conocer algunos proyectos que buscan reactivar la economía e impulsar el bienestar social.

Grato sobremanera este encuentro con vo­ceros tan auténticos de la realidad quindiana. Alentador y promisorio el futuro que se ve llegar al Quindío gracias a la decisión que sus autoridades acometen, en buena hora, para buscar fórmulas de salvación.

La Crónica del Quindío, Bogotá, 17-III-1998.

 

Categories: Quindío Tags:

El resurgir del Quindío

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Gobernador del Quindío y el Alcalde de Armenia, Henry Gómez Tabares y Álvaro Patiño Pulido, acom­pañados de varios de sus asesores, estuvieron en días pasados en la capital del país adelantando importantes contactos para impulsar proyec­tos básicos para reactivar la vida del departamento. Desde las campañas políticas que los llevaron a las posi­ciones que hoy ocupan, los dos fun­cionarios marchaban unidos en el pro­pósito de trabajar en equipo y con ideas claras para conseguir obras de avance para la región.

Dos meses después de ser elegidos, prueban que lo anunciado no es sim­ple promesa electoral. Con esta aso­ciación de propósitos –que sirve de ejemplo para otras regiones–, es el Quindío y su capital los que sa­len ganando. Por lo general, los man­datarios seccionales trabajan en for­ma aislada y a veces egoísta, cuando no en contravía y con rivalidades manifiestas, con lo que retrasan el desa­rrollo de sus comarcas y terminan frustrando las esperanzas colectivas. Lo que sucede hoy en el Quindío es digno de señalarse como una alianza para el progreso.

No se trata de invadir campos ajenos o disfrazar las respon­sabilidades, sino de aunar esfuerzos para propiciar mejores resultados. El Quindío, frenado en los últimos tiem­pos por una serie de antagonismos y menudos apetitos, se ha olvidado, por ejemplo, que en la capi­tal del país cuenta con altos poderes derivados de hijos ilustres de la tie­rra, de ambos partidos, que facilita­rán la consecución de fórmulas que remedien las dificultades actuales.

A eso vinieron el Gobernador y el Alcalde. Se reunieron con fi­guras notables de su tierra –como los exministros Diego Moreno Jaramillo y Hugo Palacios Mejía; el exgo­bernador Jaime Lopera Gutié­rrez; el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Luis Fer­nando Ramírez Gómez; los magistrados César Hoyos Salazar y Óscar Jiménez Leal, entre otros-, y el diálogo dejó sobre el tapete ideas po­sitivas para poner en ejecución en el futuro inmediato.

El deterioro económico que sufre la región como conse­cuencia de la crisis cafetera, es en verdad preocu­pante. Por fortuna, el quindiano, hombre de fe, de visión y trabajo, no se deja apa­bullar por los reveses. Hoy, en medio de la peor adversidad económica que ha sufrido la comarca en toda su historia, busca otros caminos para sa­lir del atolladero. Y confía en sus autoridades. Conscientes éstas del reto y animadas por sano regionalismo, buscan los sistemas nece­sarios para superar la emer­gencia.

La Crónica del Quindío, Armenia, 21-III-1998.

 

Categories: Quindío Tags:

El poeta de Aguasabrosa

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Aguasabrosa, el refugio campestre de Óscar Echeverri Mejía en el Valle del Cauca, se ha vuelto un apelativo necesario de su personalidad. Cuando se dice Aguasabrosa, sus amigos sabemos que en esa palabra va oculta la vida íntima del poeta. En ese predio pasa sus serenas horas del ocaso entregado al  placer de leer y escribir.

Así como no puede haber Juan Ra­món sin su Platero, ni García Márquez sin su Macondo, ni Cervantes sin su Quijote, ni Caballero Calderón sin su Tipacoque, no  puede concebirse a Echeverri Mejía sin su Aguasabrosa. Ahora que el poeta llega a la cumbre de sus 80 años, no se sabe a quién festejar más: si a él o a su tierra sentimental. Óscar, que bautizó la parcela  con significado de embrujo y sosiego, de mar y oleaje, de evocación y distancia, convirtió la tierra en su álter ego.

Nació en Ibagué, pero de tres meses fue trasladado a Pereira, ciudad a la que considera su verdadera patria chica. Allí le surgió su vocación de poeta. En 1942, cuando contaba 24 años de edad, publicó su primera obra, Destino de la voz. El nombre del libro es como el anuncio de su vínculo eterno con la poe­sía, irrompible como todo matrimonio de la sangre.

Y se dedicó a escribir versos, con amor y pasión. Ambos sentimientos van unidos cuando el alma habla el lenguaje de las emociones. Al paso del tiempo brotaron de su pluma libros y más libros, como cosechas en perenne floración. Hoy van más de 20 obras publicadas. Varias de ellas reposan en mi biblioteca, y las leo de tarde en tarde (eso es la poesía: un delei­te pausado) cuando quiero activar las fi­bras del corazón. Cuando quiero comu­nicarme con el amigo distante en sus silencios de Aguasabrosa.

Descansa ahora de sus travesías por el mundo en la placidez de su edén tropi­cal. Visitó muchos países y asimiló di­versas culturas, lo que le permitió enten­der mejor al hombre. Esta visión itinerante le dio a su poesía resonancia universal. En España, donde como diplo­mático y soñador se detuvo durante una fructífera temporada, dejó honda huella. Tanta, que Severino Cardeñoso Álvarez, escritor y periodista de aquel país, reco­gió los pasos del colombiano en maravi­lloso libro antológico (de 400 páginas) publicado hace dos años.

Hoy, cuando Óscar llega a la cima es­pléndida de los 80 años, mira hacia atrás y encuentra que la vida ha sido para él y los suyos una parábola grata. Su des­tino de poeta está cumplido, pero todavía le faltan muchas cosas por tejer en los hilos del sueño. Su alma está joven, y esto le garantiza muchas travesías más. Si dejara de hacer poesía, entonces sí le entrarían los años de la inercia, peores que la muerte.

Celebremos, en el ámbito de Aguasabrosa, este magno suceso de la poesía colombiana. Cuando el bardo recibe el tributo de su propia pro­ducción, se ennoblece el sentido de ser poeta.

La Crónica del Quindío, Armenia, 3!-III-1998.
El Diario del Otún, 2-IV-1998.
Occidente, Cali, IV-1998.

Categories: Poesía Tags: