Un forjador del Quindío
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Oriundo de Salamina (Caldas), el ex senador Iván López Botero, fallecido en días pasados en la capital del país, se vinculó al Quindío en 1937 –donde contrajo matrimonio en la ciudad de Calarcá–, y allí ejerció la judicatura durante varios años. Entre 1958 y 1962 fue representante a la Cámara por Caldas, entre 1962 y 1966, senador por la misma circunscripción. También fue concejal de Bogotá y senador por Antioquia.
En el Quindío dejó honda huella por la decisiva batalla que libró por la creación del departamento, hecho que se protocolizó con la ley 2ª de 1966. Como paso fundamental para obtener la segregación territorial, había sido el autor de la ley que en 1964 creó la Corporación Autónoma Regional del Quindío, que nacía como un motor de desarrollo para allanar el paso ulterior.
El centralismo que ejercía el departamento de Caldas, y que puso la piedra final de escándalo con la construcción a un precio exorbitante del Teatro Fundadores, provocaba en el Quindío, desde muchos años atrás, una protesta permanente. Si bien desde 1922 la región había querido independizarse, fue a partir de 1951 cuando surgieron movimientos vehementes que conducirían a la victoria final.
En el gobierno militar era gobernador de Caldas el coronel Gustavo Sierra Ochoa, quien a pesar de su origen quindiano se opuso a la separación de su tierra. Derrocada la dictadura, se conformaron diferentes juntas cívicas –una de ellas, muy activa, en la capital del país– y se presentó el proyecto de ley, que fue derrotado en la legislatura de 1959.
En 1965 se elaboró un nuevo proyecto. Para entonces contaba el Quindío con aguerridos grupos cívicos y políticos (entre ellos, Silvio Ceballos Restrepo, Humberto Cuartas Giraldo e Iván López Botero) que en forma mancomunada luchaban por la causa regional, la cual, en el campo contrario, tenía serios oponentes en figuras tan influyentes como la del senador Luis Granada Mejía y el escritor Adel López Gómez, nativos ambos del Quindío. En esa contingencia se convirtió López Botero en adalid de los intereses quindianos, y gracias a su brillante acción parlamentaria se aprobó la ley que le dio vida al departamento.
El senador caldense –declarado con justo título hijo adoptivo del Quindío– fue uno de los cerebros de esa realidad. Con tal motivo le fue enviado el siguiente mensaje: «Junta central pro departamento del Quindío y 500.000 quindianos agradecemos usted acaba escribir una gloriosa página en la historia de Colombia y conságranlo eternamente nuestro recuerdo y gratitud».
López Botero fue un espíritu combativo e independiente. En el campo político se le recuerda como uno de los militantes más notables del MRL por su capacidad de lucha y su clara inteligencia. Rememorando aquellos días, dice en El Espectador Ramiro de la Espriella: «Fueron sus intervenciones de entonces muestras clarividentes de sus conocimientos y de elegancia en el lenguaje y buen manejo del idioma». Sobresalió, además, como columnista de varios periódicos y como catedrático universitario.
A comienzos de este año fue presentado en la capital del país su último libro –Huellas de rebeldía–, editado por la Universidad del Quindío como justo reconocimiento a su notable aporte al progreso regional. Obra que se convierte en un legado de sus luchas y realizaciones, en terrenos tan neurálgicos como el de la crisis de valores, la familia, el feminismo, la ética del poder, la sociedad de consumo, la opresión del periodismo, el matrimonio civil, el divorcio y el aborto.
En los cien años de Armenia (1989), escribió un excelente ensayo que tituló Anotaciones a una historia mal contada, acerca de las desfiguraciones con que se presentan algunos hechos relativos a la creación del departamento. Como la historia de los pueblos se ve expuesta a falsificaciones a través de los tiempos, este testigo y participante de excepción dejó en dicho escrito un testimonio veraz sobre aquellas jornadas memorables.
El Espectador, Bogotá, 26-X-1994.