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Luto en la cultura

jueves, 15 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El sensible fallecimiento de Jorge Enrique Molina Mariño, rector benemérito de la Universidad Central, es un duro golpe para la cultura nacional. Pocas personas como él tan dedicadas al apoyo del arte en sus diversas expresio­nes, y sobre todo a la difusión del libro como medio culturizante por excelencia, en un país tan alejado de la lectura y tan desviado, por consiguiente, de las disciplinas intelectuales.

Son numerosos los escritores que le deben la edición de sus obras, con las que la Universidad Central ha forma­do una de las series bibliográ­ficas más respetables del país. Libros de los más variados en­foques y rigores humanísticos –en los géneros del ensayo, la historia, la investigación, la literatura– quedan en los ana­queles de entidades y de per­sonas cultas, tanto de Colom­bia como del exterior, como viva demostración del anhelo de servicio de quien entendió la misión universitaria como compromiso con la sociedad.

En el mismo momento en que Molina Mariño luchaba con la muerte en una clínica de la ca­pital, circulaba la última obra patrocinada por el centro do­cente: Valoración múltiple sobre León de Greiff, de Arturo Alape, edición de lujo y alto con­tenido que entra a enriquecer, y de qué manera, la bibliografía sobre el ilustre poeta. Este libro es el laurel final –que coloca­mos en su tumba– ganado por sus desvelos como editor.

No menos destacable y digno de admiración es su desempe­ño en el campo universitario. Abogado del Externado de Co­lombia y especia­lizado en derecho público y eco­nomía cooperativa en París y Estocolmo, con este bagaje sur­ge su temprana vocación por las lides académicas. En sus comienzos, se vincula como profesor a las universidades Nacional y Externado de Co­lombia.

Pasados los años, ocu­pa la vicepresidencia de la Aso­ciación Colombiana de Univer­sidades, para luego ser elegido presidente de la misma insti­tución y del Consejo Nacional de Rectores. Desde hace dos años ocupaba el cargo de primer vicepresidente de la Unión de Universidades de América (Udual).

En 1965, junto con un grupo de promotores universitarios, se vincula a la fundación de la Universidad Central, cuya rec­toría ejercería tiempo después. Es rector del plantel en dos oca­siones, con un total de 25 años de servicio. Y es el líder por excelencia que ha tenido la Central, hasta colocarla en el sitio destacado que hoy mues­tra en el panorama nacional, e incluso internacional.

Su asombrosa vitalidad y ejemplar liderazgo han permi­tido que esta casa de estudios tenga el desarrollo vertiginoso que no registra ninguna otra universidad. Al rector modelo, que no conoció los miedos y desafió todos los retos, sólo le faltó coronar su obra máxima: la construcción de la sede prin­cipal –un proyecto ambicioso en vía de ejecución–, que se cumplirá en el centro de Bo­gotá, donde hoy funcionan sus viejas instalaciones. Ese será el homenaje póstumo a su me­moria. Tal el desafío para quie­nes fueron sus colaboradores. Ya sabemos que buscar un dig­no sucesor es difícil tarea. Ojalá se acierte, para bien del país.

El Espectador, Bogotá, 20-XI-1995.

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