Luto en la cultura
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
El sensible fallecimiento de Jorge Enrique Molina Mariño, rector benemérito de la Universidad Central, es un duro golpe para la cultura nacional. Pocas personas como él tan dedicadas al apoyo del arte en sus diversas expresiones, y sobre todo a la difusión del libro como medio culturizante por excelencia, en un país tan alejado de la lectura y tan desviado, por consiguiente, de las disciplinas intelectuales.
Son numerosos los escritores que le deben la edición de sus obras, con las que la Universidad Central ha formado una de las series bibliográficas más respetables del país. Libros de los más variados enfoques y rigores humanísticos –en los géneros del ensayo, la historia, la investigación, la literatura– quedan en los anaqueles de entidades y de personas cultas, tanto de Colombia como del exterior, como viva demostración del anhelo de servicio de quien entendió la misión universitaria como compromiso con la sociedad.
En el mismo momento en que Molina Mariño luchaba con la muerte en una clínica de la capital, circulaba la última obra patrocinada por el centro docente: Valoración múltiple sobre León de Greiff, de Arturo Alape, edición de lujo y alto contenido que entra a enriquecer, y de qué manera, la bibliografía sobre el ilustre poeta. Este libro es el laurel final –que colocamos en su tumba– ganado por sus desvelos como editor.
No menos destacable y digno de admiración es su desempeño en el campo universitario. Abogado del Externado de Colombia y especializado en derecho público y economía cooperativa en París y Estocolmo, con este bagaje surge su temprana vocación por las lides académicas. En sus comienzos, se vincula como profesor a las universidades Nacional y Externado de Colombia.
Pasados los años, ocupa la vicepresidencia de la Asociación Colombiana de Universidades, para luego ser elegido presidente de la misma institución y del Consejo Nacional de Rectores. Desde hace dos años ocupaba el cargo de primer vicepresidente de la Unión de Universidades de América (Udual).
En 1965, junto con un grupo de promotores universitarios, se vincula a la fundación de la Universidad Central, cuya rectoría ejercería tiempo después. Es rector del plantel en dos ocasiones, con un total de 25 años de servicio. Y es el líder por excelencia que ha tenido la Central, hasta colocarla en el sitio destacado que hoy muestra en el panorama nacional, e incluso internacional.
Su asombrosa vitalidad y ejemplar liderazgo han permitido que esta casa de estudios tenga el desarrollo vertiginoso que no registra ninguna otra universidad. Al rector modelo, que no conoció los miedos y desafió todos los retos, sólo le faltó coronar su obra máxima: la construcción de la sede principal –un proyecto ambicioso en vía de ejecución–, que se cumplirá en el centro de Bogotá, donde hoy funcionan sus viejas instalaciones. Ese será el homenaje póstumo a su memoria. Tal el desafío para quienes fueron sus colaboradores. Ya sabemos que buscar un digno sucesor es difícil tarea. Ojalá se acierte, para bien del país.
El Espectador, Bogotá, 20-XI-1995.