La desgracia del alcohólico
Por: Gustavo Páez Escobar
Si el joven que por primera vez se toma una bebida alcohólica, que supone inocua, supiera el daño que se hace al aumentar esa práctica a lo largo de la vida, tal vez preferiría no haber conocido nunca el licor. Una investigación reciente indica que el grupo de personas con más riesgo de convertirse en adictos al alcohol o las drogas es el de los primíparos universitarios (entre los 17 y los 19 años).
Por desgracia, el bebedor no se da cuenta ni admite el daño progresivo que esa práctica causa en su salud física y en su estabilidad emocional. Lo que en principio se considera pasatiempo social, a la larga, cuando la persona se deja llevar por el vicio, será un infierno. Siempre se comienza por pequeñas dosis de licor. Para muchos, es un medio de extroversión, una fórmula para vencer la timidez y adaptarse a los ambientes sociales. Y así, poco a poco, a medida que la persona se hace hombre y se enfrenta a los rigores de la vida, se vuelve dependiente del trago o de las drogas.
En estados avanzados sobrevienen las grandes crisis de la salud física y mental para responder con equilibrio y responsabilidad a las exigencias del trabajo, al comportamiento dentro de la familia y al desempeño en la sociedad. Es cuando el bebedor adicto desearía no haberse tomado el primer trago. Pero como ya su voluntad es débil, en lugar de mermar la dependencia la aumenta.
La misma investigación señala que el 80% de los universitarios consumen bebidas alcohólicas, y de ellos el 20% se halla en grave peligro de caer en las drogas. Veamos estas cifras aterradoras: en Colombia hay más de un millón de alcohólicos, cerca de 300.000 drogadictos y millón y medio de personas más que marchan a pasos precipitados hacia el alcoholismo.
Colombia es un país cantinero. El Estado lo prohíja. Pero este juicio puede hacerse más severo: el hogar es la mayor cantina social. Todo se festeja al calor de los tragos. En la bebida se busca lenitivo para las penas, para las inhibiciones, para los fracasos. Las consecuencias de ese desencadenado comportamiento son desastrosas: accidentes de tránsito, heridos, muertes, abusos sexuales, pérdidas irrecuperables en los negocios, separaciones conyugales, ruina espiritual….
De los tres departamentos del antiguo Caldas donde más trago se consume es el Quindío. Esto reza igual con hombres que con mujeres. Quizá sea oportuno un minuto de reflexión para hallar explicación a tanto desvío moral, a tanta tragedia familiar, a tanta muerte prematura. En la mayoría de los casos, todo comenzó por el primer trago, a veces el de los 17 años, y otras todavía a más corta edad.
La Crónica del Quindío, Armenia, 7-V-1994.