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Gramatiquerías

jueves, 15 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

En mi último artículo, el corrector del periódico me hizo cometer errores que no figuraban en el original. Es­cribí en una sola palabra viacrucis –camino de la cruz– y él me la convirtió en dos: vía crusis. Es lícito escribirla de las dos maneras –aunque la costumbre pre­fiere un solo vocablo–, pero no con la ese horrorosa que se dejó deslizar, con lo cual la sufrida cruz quedó desfigurada. No se entiende por qué el Diccionario de la Real Academia, en contra de lo que consagra el uso popu­lar y admiten casi todos los diccionarios, no ha fusionado en una palabra las dos voces lati­nas. Permite, en cambio, otras expresiones: avemaría, padre­nuestro, sursuncorda, medio­día, medianoche, viaducto

En el citado artículo, donde critico las colas desesperantes del Seguro Social, escribí lo si­guiente: como los consultorios viven atestados de público, la atención será contra reloj. Aquí, al revés del caso anterior, unieron en el periódico dos pala­bras: contrarreloj. Protesto, ya que no se trata de una carrera de ciclismo (y en el Seguro lo menos que saben es de velocida­des), sino de realizar un asunto en tiempo perentorio.

Esto de meterse uno de co­rrector del idioma tiene riesgos serios. Sófocles glosaba en días pasados a un columnista de El Colombiano por haber escrito peresositos, y le indicó que, por provenir la palabra de pereza, lo correcto era perezositos. El maes­tro incurrió en un nuevo error, ya que la terminación del dimi­nutivo cito va con ce. Es decir: perezocitos. (Ojo, amigo correc­tor, con estas mezclas peligro­sas).

En otra Gazapera, Sófocles manifestaba que nunca había escuchado la palabra colinchar­se, utilizada por un redactor de El Tiempo, y que no la había encontrado en ningún dicciona­rio. Pero el término, aunque disonante y con cierto sabor plebeyo, está extendido en el vulgo. Así lo traduce el Nuevo Diccionario de Colombianismos publicado hace poco por el Insti­tuto Caro y Cuervo: viajar aga­rrado de la parte posterior exter­na de un autobús, automóvil, etcétera. O sea, lo que se estila en las calles bogotanas.

El idioma, como ser vivo, es cambiante. Los diccionarios, com­prendido el de la Real Academia, viven desactualizados. El pue­blo es el que impone las normas. Palabras como elixir, exegeta, Nobel (todas sin tilde) cambia­ron de sonido: elíxir, exégeta, Nóbel, y se pueden emplear en forma indistinta. La ortografía es caprichosa. ¿Por qué de pre­tensión (con s) sale pretencioso (con c)? (El último Diccionario de la Real Academia permite ya que se empleen las dos formas).  ¿Por qué de hueco (con h) sale oquedad (sin h)? ¿O de huérfa­no, orfandad; de hueso, óseo; de huevo, ovoide…? En cambio, la h se conserva en hortelano, de huerto; o en hospedería, de hués­ped. Esto parece una dictadura del idioma. Caballero Calderón, espíritu crítico, se inventó hablamientos y pensadurías.

En la revista Cambio 16 pare­ce que dos hombres ocuparan las presidencias de la empresa: Juan Tomás de Salas en el Gru­po 16; y Patricia Lara en la edición para Colombia. En am­bos casos aparece el título de presidente, sin distinción de se­xos. La tendencia del idioma es que los oficios o profesiones de la mujer tengan la debida preci­sión: médica, abogada, presi­denta, gerenta, jueza, jefa, mi­nistra, poetisa… Sin embargo, Patricia firma su corresponden­cia como presidenta, lo que indi­ca que no está dispuesta a re­nunciar a su bello sexo. La desactualizada es la revista.

El Espectador, Bogotá, 19-X-1994

(Ver artículo Códigos de la comunicación social)

 

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