Lección turística
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
El lento deterioro del turismo colombiano ha hecho crisis. Ya vimos el aspecto de soledad que en la pasada época de vacaciones presentó la Costa Atlántica, la mayor mina de esta industria. En playas y en hoteles, donde se miden las corrientes de turistas, el vacío fue impresionante. Cartagena, uno de los sitios privilegiados por sus encantos naturales y el embrujo de su ambiente, se vio castigada por la peor disminución de visitantes de los últimos años.
Los extranjeros ya poco nos visitan, no por miedo a la violencia sino porque no sabemos hacer turismo. Dejamos de ser competitivos frente a otros países expertos en conquistar al cliente. Los colombianos, asustados por las tarifas exorbitantes de aviones y hoteles, descubrieron que era más llamativo viajar al exterior, donde se ofrecen programas maravillosos, que sufrir aquí las carestías, las incomodidades y los abusos que nuestra decaída Corporación Nacional de Turismo no ha logrado controlar.
Pero es que además de frenar tales despropósitos que año por año viene denunciando la opinión pública, a la corporación le corresponde promover al más alto grado la imagen de Colombia. Si nuestra fama en el exterior es pésima por culpa del narcotráfico y la inseguridad cotidiana, ahora, para colmo de males, también los turistas nos voltean la espalda. Esto significa en buen romance que dejamos de recibir los dólares viajeros que enriquecen la economía de otros países con superior conciencia turística.
El ministro de Hacienda, que mete las narices en cuanto filón rentable encuentra, debería, antes que seguir subiéndonos los impuestos, escarbar un poco en esta mina sin explotar.
El Espectador, Bogotá, 31-VII-1993.