Perplejidad
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
El país está perplejo ante los sucesos de actualidad: subversión, inmoralidad pública, reforma tributaria, alza del sueldo de los congresistas, crisis eléctrica. Estos, por hoy, son los problemas más sobresalientes que gravitan sobre la tranquilidad de los ciudadanos. Vendrán mañana otros episodios de igual o superior gravedad, y los debates que entonces se adelanten serán tan efímeros como los que se ventilan en el momento.
Alrededor de estos temas surgen acaloradas discusiones y se enjuicia, con el tropicalismo que nos caracteriza, a los autores de los grandes desafueros que mantienen desestabilizada la vida pública. Pero como después surgirán otros conflictos, sobre los anteriores caerán las sombras del olvido y volveremos con nuevas ardentías sobre otros acontecimientos que distraerán durante unos días la atención nacional. Y el país seguirá de tumbo en tumbo por el despeñadero de la disolución moral y económica a que nos tiene condenada la incapacidad de políticos y gobernantes.
El señor ministro de Minas y Energía, doctor Juan Camilo Restrepo Salazar, al anunciar que el país va a quedar a oscuras por varios meses, pidió mesura en el debate sobre la crisis eléctrica por considerar que existen no una sino varias causas que originaron el agudo racionamiento eléctrico. De hecho, tendió un manto de perdón sobre los causantes de tan grave calamidad. De ultratumba parece salir la voz censora de Laureano Gómez con su célebre ¡Tapen! ¡Tapen!, que tantos descalabros produjo en su época en bien de la moral pública.
Si en los años recientes ocurrieron serios errores en el manejo de las políticas de electricidad, el actual Gobierno ha debido enderezar, en cerca de dos años que lleva su mandato, ese desacierto. Esperó, sin embargo, a que se agotaran las represas para imponer el inevitable apagón que hoy tantas chispas le saca a la paciencia ciudadana. No es sensato absolver la incapacidad administrativa moderando, como lo pide el ministro, un debate que debe sacar a la luz, en este país en sombras que a veces ve así mejor el capítulo de los abusos y las ineficiencias.
En el campo de las inmoralidades, la concejala de Bogotá Floralba Cárdenas de Rodríguez devuelve $ 38 millones que había recibido en el festín de los auxilios oficiales y que mantenía en un banco a nombre de su esposo, por «ser la única persona de confianza para que las obras sociales no se fueran al traste». Hay dos preguntas elementales: ¿Resulta sensato esperar tanto tiempo para iniciar las obras sociales? ¿Devolvió la concejala los intereses que le produjo el CDT? Este depósito produce, a la tasa moderada que pagan los bancos, alrededor de un millón de pesos mensuales. Ojalá el banco informe a cuánto ascendió la ganancia.
El señor Presidente libera a su ministro de Gobierno, doctor Humberto de la Calle Lombana, antes de que lo haga el Tribunal de Ética (y el mejor Tribunal de Ética es la opinión pública), de las dudas que existen acerca de su inhabilidad para ser ministro en razón de los contratos que tenía con el Estado.
¿Es correcto en este caso el respaldo del señor Presidente para su ministro de confianza, cuando el caso todavía está oscuro?
El Gobierno, en momentos en que busca abrirle paso a la reforma tributaria, aumenta los sueldos de los congresistas de $ 900.000 a $ 2’500.000 (178 por ciento). Como queda fácil entenderlo, con esto se facilita, ablandando la conciencia de los legisladores, el éxito de los nuevos impuestos. El pueblo, mientras tanto, padece enormes angustias económicas. Y no puede olvidar que el arrogante ministro Hommes negó uno o dos puntos al salario mínimo, mientras a los congresistas –de quienes busca ahora comprensibles complacencias– les regala 38 salarios mínimos.
Colombia está en sombras. ¡Sombras, perplejidad! Si sólo fueran sombras materiales… Pero sobre todo son sombras morales, y éstas son las que embrutecen a los pueblos.
El Espectador, Bogotá, 8-IV-1992.