Memoria de un gran boyacense
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Hace 25 años —el 31 de julio de 1966— moría en accidente de tránsito uno de los hijos ilustres de Boyacá: el doctor Luis Torres Quintero, senador de la República, y que dos años atrás había ocupado la presidencia de la corporación. El suceso se produjo a corta distancia de la ciudad de Tunja, en la población de Ventaquemada –vereda Barro Colorado– cuando el doctor Torres Quintero estaba próximo a terminar uno de sus habituales recorridos desde la capital del país.
Con él desaparecía el líder político más destacado del momento, cuya muerte prematura, cuando apenas contaba 46 años de edad, representó frustración para el departamento. Su comando político había permitido que la comarca boyacense tuviera figuración en el panorama nacional.
Tal vez desde entonces no volvió a sentirse en el país, con la resonancia y el influjo que despertó el nombre de Torres Quintero, el vigor del liderazgo boyacense. Boyacá ha contado con hombres distinguidos, pero éstos no siempre han logrado desarrollar la verdadera acción que requiere el departamento para salir de su actual encrucijada social y económica.
Los hermanos Torres Quintero, todos desaparecidos, marcan una época brillante en la historia boyacense, en campos diversos. Rafael, director del Instituto Caro y Cuervo y respetable autoridad del idioma, falleció en 1987. Eduardo, el «caballero andante de la cultura boyacense», el mayor exponente cultural que haya tenido Boyacá en mucho tiempo, lleva 18 años de muerto; en estos días tuve ocasión de exaltar su memoria dentro de la pasada Feria Internacional de la Cultura, realizada en la ciudad de Tunja.
Guillermo, el cantor del amor y la muerte, que dejó obra valiosa, fue una esperanza trunca que se extinguió a los 27 años, en la década de los 30. A Roberto se le conoció como el «general humanista». Hernando y Ricardo, coronel del Ejército y abogado, cumplieron notables desempeños en sus actividades. A los Torres Quintero sólo les sobreviven hoy sus dos hermanas, Lucía y María Helena, miembros prestantes de la sociedad.
Luis Torres Quintero nació para la política. Con su hijo Andrés —exalcalde de la ciudad de Tunja— recordaba yo en estos días los atributos de caudillo de que estaba dotado su padre. Su simpatía y aguda inteligencia —unidas a la proverbial malicia indígena del boyacense— irradiaron en la comarca la imagen del hombre llano y al mismo tiempo culto que llega con facilidad al alma del pueblo. El don de gentes, insignia suya de marca mayor, le hizo ganar con igual bizarría la plaza pública y el salón social. Como brillante orador, su palabra deslumbraba y seducía.
Su fulgurante carrera deja la sensación del meteoro. Entre 1947 y 1948 se desempeña como secretario de la Asamblea de Boyacá y secretario de Hacienda del departamento. Luego, durante seis años, se ausenta del país en misiones consulares que ejerce en Suecia, Bilbao, Chicago y Montreal. A su regreso, y en menos de un año, es jefe de su partido en Boyacá. Y al poco tiempo salta al escenario de la nación, hasta llegar a ser presidente del Congreso.
Boyacá lo recuerda hoy, a los 25 años de muerto, como uno de sus varones esclarecidos que cumplieron el noble ejercicio de la política en bien de las causas populares.
El Espectador, Bogotá, 24-VII-1991