Los granos de la pobreza
Por: Gustavo Páez Escobar
Nunca el país había tenido tanta prosperidad cafetera como la que vivió en 1976. A la generosidad de los campos se sumaron las heladas del Brasil, cuyos efectos resultarían catastróficos para la economía de aquella nación, y muy favorables para Colombia, el mayor competidor.
Esa privilegiada circunstancia colocó a nuestro país como el primer vendedor del grano en los mercados internacionales. El Quindío, cuya principal fuente de riqueza ha sido el café, conoció el mayor auge económico de su historia.
La bonanza, palabra nueva, pasó al lenguaje con el amplio significado de opulencia. Nunca, antes ni después, han tenido los cafeteros mayor bienestar. Era la época de las vacas gordas. Las fincas alcanzaron precios con los que nadie había soñado. Los billetes caían sobre el Quindío como maná del cielo.
Llegaron días de alegre derroche en compra de residencias y carros suntuosos, en viajes al exterior y toda clase de halagos. Como por obra de magia, surgían ricos por todas partes. Muchas fortunas se volvieron arrogantes.
Hoy los cafeteros pasan momentos amargos a raíz del descalabro de su industria. La libra del grano, que llegó a cotizarse a US$1.50, hoy está en US$0.60. En el mercado interno acaba de decretarse otra baja significativa en la carga de café.
La política actual es la de cortar 30.000 hectáreas de cafetales tecnificados. Se merman los subsidios para fertilizantes y se cierran los créditos para renovar los cafetales. Es la época de las vacas flacas.
Dura lección para los cafeteros, y en particular para el Quindío. Ahora se impone, como tantas veces se ha recomendado, la necesidad de diversificar las cosechas y fomentar la industria. Ante realidad tan dolorosa es preciso que nazca otra conciencia para salvar el futuro.
La Crónica del Quindío, Armenia, 27-VII-1992.