La Ciudad Bonita
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Un nuevo título ostenta hoy Bucaramanga: el de Ciudad Bonita. Desde que se ingresa a ella por el aeropuerto, o por cualquiera de sus vías carreteables, se hallarán a lo largo del recorrido numerosos avisos que le recuerdan al visitante la nueva insignia. Tal vez los bumangueses comprendieron que la antigua Ciudad de los Parques, y más tarde la Ciudad Cordial, no podía dormirse sobre sus laureles. Era preciso remozarle el alma y ponerle, como a las quinceañeras, la cara bonita.
En esto de asignar apelativos a los pueblos y ciudades juega mucho el ingenio popular. Es un arte de la sicología lugareña. Hay bautizos de tal impacto y tal penetración en la conciencia colectiva, que poseen un poder mágico para que los actos del conglomerado se muevan bajo la misma inspiración.
Cuando, por ejemplo, se hablaba de Bogotá como la Atenas Suramericana era porque en realidad se había conquistado esa categoría que destacaba a nuestra capital como una de las urbes más cultas del continente. Con el paso de los días quedó borrado ese blasón, y hoy se sabe que Bogotá perdió, como consecuencia de la metamorfosis de las costumbres y sobre todo por culpa de los mismos habitantes, ese rótulo insigne. La Atenas Suramericana pasó al olvido.
Lo de Ciudad Bonita no es una frase caprichosa. No se hizo para que suene bien. Aquí habría que señalar que los honores hay que ganarlos. Bucaramanga, por su civismo, por su hospitalidad y su hondo sentido de progreso, que no son de ahora sino de siempre, viene dando pasos gigantes en el concierto de las grandes capitales colombianas. Ciudad amable, metódica, culta, previsiva del futuro, tiene asegurado un rumbo cierto de desarrollo. Se ha preocupado tanto por ofrecer eficientes servicios públicos como por mantener aseadas sus calles.
Da gusto llegar a Bucaramanga. En ella impera la ley de la estética. Por doquier se encuentran avisos que invitan al orden, al aseo, a la disciplina ciudadana. Los recipientes de la basura no sólo son decorativos sino que prestan el servicio para el cual fueron diseñados. La gente se acostumbró a una regla: la limpieza.
Vive Bucaramanga en permanente afán de planeación. No conoce los sobresaltos de otros lugares. Su acueducto y alcantarillado cubre el 98 por ciento de la población. Cuenta la ciudad con 70.000 líneas telefónicas, que pronto se ampliarán en otras 28.000, lo cual establece, de acuerdo con la población, uno de los índices de mayor eficiencia del país. La Corporación de Defensa de la Meseta de Bucaramanga es la entidad tutelar del saneamiento ambiental, de la erosión, de los barrios subnormales y del acueducto y alcantarillado, entre otros objetivos.
Y como la ciudad debe protegerse contra el tráfico pesado que llega de otros sitios, se ideó una vía circunvalar entre Girón y Floridablanca. Esta obra ha sido acometida por el Área Metropolitana, compuesta por Bucaramanga, Floridablanca, Girón y Piedecuesta.
Siendo un sitio culto que ha sabido prolongar el pasado, cuenta con numerosos centros docentes y casas de cultura. Una de ellas, la Biblioteca Pública Gabriel Turbay, es de las mejor dotadas y de mayor utilidad que existen en el país. La Academia de Historia de Santander es otro permanente hervidero de ideas.
No hay duda en el apelativo: Bucaramanga es la Ciudad Bonita. Su belleza no es sólo ornamental: también se lleva en el alma.
El Espectador, Bogotá, 11-VI-1990.