La legión de los ingenuos
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Si no hubiera ingenuos, no habría estafadores. Con el cuantioso fraude de 4.000 millones cometido por los comisionistas bursátiles Julio Acosta Bonilla, Guillermo Uribe-Holguín Piedrahíta y Juan Ricardo Escobar Bonitto, se pone de presente, una vez más, que es fácil jugar con el exceso de confianza de los ahorradores.
Estos señores de cuello blanco, socios de clubes y hábiles para realizar grandes transacciones de bolsa, lograron seducir mediante la ficción de los altos rendimientos a numerosos inversionistas que se van detrás de dos o tres puntos de diferencia sobre el mercado bancario y después lo pierden todo.
Por buscar ganancias donde no las hay, donde no puede haberlas –ya que el negocio bursátil tiene límites razonables–, corren riesgos peligrosos. Las organizaciones fantasmas ensanchan sus dominios con el halago no sólo de mayores puntos de retribución sino con la evasión de impuestos.
Nunca los mercados clandestinos han sido garantía de seguridad. En una sola jugada, como en el campo de los tahúres, se entrega el resto. Esos dos o tres puntos fatales de la falsa ganancia son los que hoy, en la penumbra de la frustración, producen escozor, y hasta lágrimas y desespero, a los ilusos contribuyentes de la piratería nacional.
Parece que la experiencia no se obtiene en cabeza ajena. Estos asaltos a los bolsillos fáciles, tan repetidos y dolorosos en los últimos tiempos, ojalá los asimilen otros cándidos ahorradores que por ahí existen, y se retiren de la mesa de la fantasía —la ruleta del azar— antes de que se produzca el zarpazo definitivo.
El Espectador, Bogotá, 22-VII-1988.