Arenas Betancourt y la libertad
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Gran éxito consigue la socióloga y directora del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, María Cristina Laverde Toscano, con el libro que ha titulado Rodrigo Arenas Betancourt: el sueño de la libertad, pasos de una vida en la muerte. Y la Universidad Central, bajo el ejemplar liderazgo del doctor Jorge Enrique Molina Marino, demuestra, con la publicación de este hermoso libro, su conocido interés por la cultura nacional. Si todas las universidades colombianas dieran el ejemplo que está dando la Central con la edición de sustanciosas obras, de variados géneros, se lograría un piso más firme para la formación de las juventudes.
Es justo colocar esta publicación en la categoría de los libros preciosos, por la calidad del papel, el arte en el diseño y la diagramación, las bellas fotografías y el selecto contenido. Para darle a cada cual lo que le corresponde en el proceso editorial, hay que mencionar la técnica con que la Editora Guadalupe ha elaborado el libro, el profesionalismo de las fotos tomadas por Antonio Nariño al escultor Arenas Betancourt y a varios de sus monumentos y esculturas, lo mismo que a los dibujos realizados durante su cautiverio, y el acertado diseño y diagramación de Diana Castellanos.
Este gran reportaje que es el libro, preparado por María Cristina Laverde después de profundo estudio de la personalidad del artista —para lo cual contó con la asesoría de Otto Morales Benítez, una de las personas que mejor conocen a Arenas Betancourt— tuvo el viraje sorpresivo provocado por el secuestro del personaje, cuando ya María Cristina había cumplido con el plan trazado.
Vino, meses después, ya rescatado el maestro, una segunda entrevista que ella titula Prometeo encadenado, en la que un nuevo hombre es el que habla: el que regresó de la muerte a la vida. Libro, por consiguiente, concatenador del drama del secuestro y del conflicto espiritual de quien siempre ha pregonado, en su obra y en sus ideas, el imperio de la libertad como derecho inalienable de la vida.
Rodrigo Arenas Betancourt es, sin embargo, un enamorado de la muerte. Pero concibe la muerte —que es una constante de su obra— como un proceso natural y además la embellece con las dotes del artista; y no como trance brutal, de represión, de destrucción de la personalidad.
El suplicio a que fue sometido, donde la muerte fue su compañera acechante durante 81 días infernales de angustia e impotencia humana —incluso para suicidarse—, trastornó la razón de este hombre ilustre que ha tenido tan arraigado el repudio a todo tipo de violencia y tan a la mano el camino del emigrante. En el cautiverio, en cambio, todo había concluido: no podía moverse, ni respirar a gusto, ni oír con placer el canto de los pájaros, ni pensar sin tortura mental, ni ponerle alas a la libertad…
En Arenas Betancourt existe, tal vez, un escritor frustrado: es de todas maneras gran escritor, como lo demostró en Crónicas de la errancia, del amor y de la muerte, ensayo autobiográfico que contiene su pensamiento sobre la tragedia del hombre, tomándose él mismo como prototipo de peregrinajes y desarraigos, de angustias y desesperanzas.
¡Qué gran razonador es el maestro! La plasticidad y belleza de su lenguaje y la novedad de sus tesis vuelven a estar palpitantes en el reportaje de María Cristina —a quien también hay que exaltar por el tino de sus preguntas— y aquí la dimensión del filósofo es superior después del regreso a la libertad. Quedamos ansiosos por leer Los pasos del condenado, que se encuentra en proceso de edición, donde esta alma cósmica se da el lujo, de frente a su negro e impredecible destino, de dialogar con la muerte.
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Hoy, la libertad para el maestro ha afianzado el que es para él —y debiera serlo para sus verdugos— el mayor precio de la libertad: el amor. «Es preciso —dice— retornar al amor; aprender de nuevo a amar: amar el arte y la cultura; amar a la patria y al ser humano. Nos hemos hundido en un proceso de desamor en el que todos destruimos lo poco que tenemos...»
El Espectador, Bogotá, 13.VI-1988.