La escultura sobre alas
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Alicia Tafur, la célebre escultora colombiana que ha creado su propio estilo por la dinámica y el carácter aéreo de sus obras, acaba de entregar al Minuto de Dios, donde se quedará como testimonio de arte volátil e imperecedero, la hermosa y gigantesca paloma que representa al Espíritu Santo. Es la primera vez que en una iglesia se suspende, como si en realidad la figura se hallara en vuelo, una escultura de estas dimensiones (cuatro por tres metros) y de esta originalidad.
Su patrocinador, el padre Rafael García Herreros, que tantas manifestaciones ha tenido para los artistas nacionales, sabe que con este mensaje se recordará el soplo cósmico de la paloma de Pentecostés a través de la lluvia de llamas y luces que se derraman sobre la humanidad. Varios meses empleó la artista desarrollando la idea y contó para su ejecución con la ayuda de sus hijos Diego y Ricardo, que ya inician su propia vida creativa.
La escultura está concebida dentro del estilo que ella denomina «sono-óptico», consistente en la difusión de fulgores y sonidos cuando el vibrátil habitante de los vientos se mueve en su inmensidad. Es entonas cuando se ven caer sobre la tierra, como lenguas vivificantes de fuego —el sentido poético de esta imagen bíblica— los resplandores que irradian el bronce y la plata fundidos en arte. Alicia es, por así decirlo, especialista en viajes aéreos. Sus criaturas miran hacia el infinito y buscan la libertad. «Perforan la atmósfera como las agujas de las torres góticas», dijo Martha Traba.
Las alas son la mejor argumentación de su obra. Alas en ascenso, rítmicas, alas ondulantes, alas majestuosas, con ellas parece que su alma se mantuviera en actitud de liberación. Y si también ejecuta alas en reposo y alas heridas —todo un universo alado y sobrenatural—, es esta la manera de plasmar la quietud y la sangría del amor, que no pueden estar ausentes de los instintos de libertad.
Ha sido Alicia Tafur propietaria y directora de galerías de arte, profesora y conferencista, y en años pasados, agregada cultural de nuestra embajada en Venezuela. Ha expuesto en diferentes países y muchas de sus realizaciones pertenecen a museos y colecciones particulares de Europa, Estados Unidos y América Latina. Su vida ha sido una permanente ebullición de ideas y alegorías. Sus aves tienen la luz propia que ella les inyecta.
Exhibe ahora sus últimas creaciones, en exposición conjunta con exalumnas del Colegio Mayor de Cundinamarca, en la Casa Julio E. Lleras, del Banco Central Hipotecario. Esta presencia de alas y movimientos, de destellos e impulsos siderales, tan característica en las representaciones de la escultora caleña radicada por tantos años en Bogotá, define el concepto de que el arte, que es ante todo elevación de espíritu, nunca podrá vivir encadenado.
El Espectador, Bogotá, 16-VI-1986.