Una poetisa olvidada
Por: Gustavo Páez Escobar
Laura Victoria (Gertrudis Peñuela de Segura en su nombre civil), mi ilustre paisana de Soatá residente en Méjico hace 45 años, sufre dolor de patria. Quisiera ella regresar del todo a su solar nativo, pero tal vez sus circunstancias familiares no se lo permitan. Su alma añora, entre tanto, la tierra nutricia que le inspiró su mejor poesía. Y hoy, en la dorada edad de las nieves y los profundos recuerdos, siente el río de la patria como eco clamoroso y remoto al mismo tiempo.
Con nostalgia evoca sus raíces colombianas:
Patria, para quererte más es necesario
beber el barro de tu ausencia;
mirarte desde lejos
en tus rectas llanuras,
en tus valles floridos,
en los ríos anchurosos
que corren vertiginosamente
sobre tu piel morena.
Lejos de ti no saben el pan ni la alegría…
He visto en la revista Nivel, que dirige en México ese otro gran poeta colombiano y continental que se llama Germán Pardo García, el entrañable homenaje rendido a Laura Victoria, a quien él considera «la mayor poetisa de Colombia y una de las más ilustres de América». Ya Guillermo Valencia había catalogado su poesía como «la más auténtica, la más envidiable y la más pura». Y Juana de Ibarbourou la halló «intensa, joven, vital, verdadera joya». En similares términos se han manifestado otros destacados intelectuales.
Pero Colombia, triste es reconocerlo, se ha olvidado de Laura Victoria. Sus libros no volvieron a editarse y hoy suena lejano ese nombre que en otras épocas hizo vibrar la emoción nacional. «Llamas azules es sin duda el mejor libro poético publicado por mujer alguna en Colombia», declaró Rafael Maya». Cráter sellado y Cuando florece el llanto, publicados en Méjico y España y agotados en su primera edición, tuvieron también figuración internacional. Ninguna de estas obras se consigue hoy en las librerías.
Esta inmensa cantora del amor, que en forma estremecida quemó con sus arrullos el corazón de los colombianos, que fue laureada en los Juegos Florales de 1937 y deja páginas magistrales como su poema A Beatriz y su romance El elefante de viento, es ahora ajena en su propia patria. Es la amnesia de los tiempos que en nada se opone, sin embargo, a la gloria conquistada.
Laura Victoria, cuya poesía sensual compite con las más finas expresiones del género, cultiva en sus últimos años la poesía mística. Y ésta, como ironía, permanece inédita. Ni Colcultura ni Extensión Cultural de Bogotá, que le prometieron publicar sus libros, cumplieron el ofrecimiento. Es un dato oculto que por primera vez se revela, por infidencia del articulista, para que los editores y lectores colombianos queden enterados.
Esta nota, que entraña una comedida protesta por la indolencia de la cultura y la ingratitud de los colombianos, se escribe a espaldas de mi distinguida corresponsal. Su proverbial modestia no me la hubiera autorizado. Pero como Laura Victoria debe regresar a Colombia, tanto de cuerpo como en su luminoso estro, y a Soatá habremos de llevarla, no temo ser delator de secretos.
En sus intimidades está viva la imagen de la aldea: Surgen en la distancia / las tardes de mi pueblo / surcadas de caminos, / donde van las muchachas / con las trenzas desnudas / y los senos erectos. / Las muchachas de sol / y agua temprana, / doradas como dátiles, / esquivas como el viento /…
*
La mujer que escribió En secreto, una de las declaraciones más penetrantes de la pasión romántica, nunca podrá ser olvidada. Oigámosla:
Ven, acércate más. Para tu cuerpo
seré una azul ondulación de llama,
y si tu ardor entre mi nieve prende,
y si mi nieve entre tu fuego cuaja,
verás mi cuerpo convertirse en cuna
para que el hijo de tus sueños nazca.
El Espectador, Bogotá, 12-XI-1985.