Otto en acción
Por: Gustavo Páez Escobar
El gran reportaje concedido por Otto Morales Benítez a la revista Guión se convierte en respuesta categórica a sus amigos –políticos y personales– sobre su propósito de someterse a hondo escrutinio de su propio partido para asumir la posibilidad de la candidatura presidencial que se le pide desde diferentes ángulos de la opinión pública. Va a luchar su candidatura. Está clara su intención de enarbolar a nombre de su colectividad una campaña vigorosa que le lleve al país la exposición de tesis audaces sobre los problemas que afectan la vida nacional.
Si el ilustre político le dice a Colombia, a través del amplio y diáfano reportaje a la revista Guión, que desea comprometerse en un debate de ideas para que el país confronte su pensamiento frente al de otros conductores, sea bienvenida su voluntad –esta vez de absoluta nitidez– de dialogar con el país nacional sobre las serias coyunturas que nos afectan.
De ese contacto con el pueblo –el supremo dispensador de la democracia– saldrá mayor claridad política dentro del Partido Liberal, enfrentado hoy a agudas discrepancias. También se afianzará, porque tiene que afianzarse, el nombre de este egregio colombiano con méritos suficientes para ser Presidente del país. Faltaba que Morales Benítez despejara, con la claridad que acaba de hacerlo, su candidatura. Ese mismo ánimo de lucha le abre, con la confianza que despierta todo acto de convicción, mejores perspectivas de las que ahora existen con el solo enunciado de su nombre.
Queremos ver a Morales Benítez agitando, con la altura que sabe hacerlo, los candentes temas nacionales y deseamos oír sus propuestas de solución para las inmensas dificultades de orden social y económico que gravitan sobre las clases populares y en general sobre el país. Siendo como es uno de los políticos más enterados de la realidad nacional y mejor preparados para manejar los intereses públicos, sería necio, y además mal negocio para su propio partido, no aprovechar estas ventajas.
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De este sondeo de opinión saldrá, a no dudarlo, robustecida la imagen del ahora precandidato. Si lo que él busca es una convergencia, rechazando cualquier imposición o maniobra soterrada, lleva las de ganar. A Otto lo sigue una gran masa de colombianos que ven en él al hombre desapasionado, al antisectario, como él mismo se llama, al ejecutivo ponderado y prudente, capaz de influir sobre las gentes y, por encima de todo, al ciudadano pulquérrimo y al gobernante idóneo. El pueblo angustiado aspira a encontrar, en los momentos de confusión, la persona con talento superior para dirimir los problemas.
Los amigos de Otto, salidos de todas las vertientes ideológicas e inclusive sin matrícula partidista, le reclamamos su salto a la palestra, con empuje y sin desfallecimientos, para que nos cuente cómo resolvería las encrucijadas actuales, cómo aliviaría el sofoco económico que nos está asfixiando, cómo racionalizaría las agobiantes cargas impositivas del momento, cómo reactivaría la vida productiva del país y cuáles, en fin, son sus fórmulas para conseguir la paz, la seguridad, el equilibrio justo de la población.
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En el reportaje a Guión habla el pensador contemporáneo, hondo conocedor de los conflictos sociales, que por encima de estériles reyertas y vanas ambiciones –los peores enemigos de la política– ve la suerte del país. Hay en sus respuestas alcances tan significativos, y además tan comprometedores, que el solo documento es un programa de gobierno.
Ahora falta que empuje sus ideas, las difunda y las someta al juicio de la opinión. De él depende, primordialmente, que esas ideas se conviertan en mecanismo de adhesión popular. Si a su simpatía personal le agrega el vigor del pensamiento, la batalla está ganada. Falta, en síntesis, que Otto sea candidato. Y después, Presidente.
El Espectador, Bogotá, 30-IV-1984.