Los enemigos de Otto
Por: Gustavo Páez Escobar
Desde Cali, que se está ganando el liderazgo del país por su progreso regional y la audacia de su clase dirigente, Álvaro Bejarano proclama la candidatura nacional de Otto Morales Benítez, hecho político que cada vez se abre más campo en la conciencia de los colombianos. Si en el inmediato pasado su nombre, con sólo sugerirlo, despertó rápido entusiasmo en todos los confines patrios, no hay duda de que pronto será una bandera ideal para mover el ánimo de los electores.
No faltarán quienes consideran que es prematuro hablar de candidatos presidenciales a dos años largos de la contienda electoral. Pero como la política es un juego de anticipación, de vaticinios y sondeos de la opinión pública, donde no son ajenas las manipulaciones y las componendas subterráneas, ciudadanos de bien como Álvaro Bejarano piensan que con un nombre y un hombre como Otto Morales Benitez se puede asegurar el futuro de la República.
El periodista caleño propone conformar un movimiento cívico bajo el rótulo de Los amigos de Otto. Y como ha de tratarse de un movimiento nacional, con el sello liberal de uno de los luchadores más denodados de la democracia, con acceso a todos los colombianos comprometidos con el bienestar de la nación, el lanzamiento tiene eco en el país entero. Si en los comicios pasados, cuando todo hacía suponer que el éxito estaba asegurado, hubo de declinar el honor por motivos que sus amigos no acabamos de entender, hoy tendríamos que ponernos en pie de guardia para que no dé un paso atrás.
Los amigos de Otto, ese país mayoritario de escritores, artistas, periodistas, amigos de la verdad, políticos de ambos partidos, patriotas a secas, para quienes la patria está por encima de los colores sectarios, le reclamamos que libre la gran lucha que desde Cali, y Medellín, y Manizales, y Bogotá, y Riosucio, y la más lejana provincia, le pide Colombia. Es un clamor que vuelve a desatarse y que será cada día más unísono, porque en la conciencia pública está nítido este compromiso aplazado de quien sin duda le dará brillo al primer puesto de la República.
Poner a sonar un candidato con demasiada anticipación puede desgastar su prestigio electoral. No sucede esto en el caso de Otto, por ser una candidatura madura. Alrededor de su nombre se cifran grandes esperanzas, y si él volviera a desilusionar a sus electores, se perdería una oportunidad histórica.
Los que conocemos de cerca a Otto Morales Benítez y valoramos su rectitud –algo que aún se conserva, a pesar de que otros la malgasten–, podemos calcular que, siendo para él estimulante y comprometedora la presencia de sus amigos, también resulta espinosa la reticencia de sus enemigos. ¿Será que Otto Morales Benitez tiene enemigos? No los tiene, personalmente, y acaso se trata del colombiano que cuenta con mayores simpatías en todos los círculos, pero sí la causa que representa.
Quien es amigo de la moral tiene rechazo en muchas esferas. Quien combate las mafias y los vicios públicos es mirado con recelo, y puede que con sonrisas —correspondiendo a las suyas— por los eternos enemigos de la vida limpia. Y entre las bambalinas de la política, o sea, en los sótanos de la politiquería, se columpian los profesionales del clientelismo, los traficantes de los puestos públicos, los indescifrables negociantes de votos y conciencias que siempre vegetan en la penumbra.
Estos son los enemigos de Otto, los enemigos de su candidatura, los enemigos del país que se defiende contra la inmoralidad. Si un ciudadano como Otto, moralista por excelencia, escritor de vasta pluma y de superior talento, declinó en el pasado debate la candidatura que se le ofreció en bandeja de plata, fue por no transigir con los enredijos de su propio partido y con la corrupción de las costumbres. No quería dejarse imponer ni la moda en el caminado ni los arreglos en los comicios, y menos la designación de sus asesores, y por eso se retiró de la lidia.
Esta vez, sin embargo, los Amigos de Otto son más nutridos y más decididos. El perfil de los días se muestra distinto y no habrá disculpa para que la reiteración que hace Álvaro Bejarano desde Cali –la misma de Adel López en Manizales– no sea un hecho nacional.
El Espectador, Bogotá, 28-XI-1983.
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Misiva:
Leí el artículo de El Espectador y tus estimulantes palabras. Tus incitadores y cordiales adjetivos con los cuales me amonestas para que entre con brío en las nuevas luchas. Bien sé con cuánto afecto y cordialidad pronuncias cada enunciado. Es el mismo calor de amistad de tu buena página de Los enemigos de Otto. Otto Morales Benítez, Hacienda Don Olimpo, Filadelfia (Caldas).