La ciencia del comercio
Por: Gustavo Páez Escobar
No puedo desatender la amable solicitud que me hace el doctor Rodrigo Estrada, director de Fenalco de Armenia, para que escriba unas palabras con destino a una publicación que prepara la entidad.
Aunque ya distante de Armenia, me siento sin embargo ligado a su proceso histórico, no sólo por mis quince años de permanencia en ella sino por las raíces sentimentales que me unen a la pujante ciudad del futuro que muchas veces destaqué en mis escritos.
Tratándose de una publicación de Fenalco, bien está que formule en mi artículo algunas inquietudes sobre el comercio local. Precisamente mi larga estadía allí y mi vinculación a una entidad bancaria me permiten una mejor visión sobre este frente.
Admitamos que Armenia se ha desarrollado bastante comercialmente, pero no lo suficiente para lograr, como lo conseguirá, una categoría más estructural. Hoy poco queda del villorrio de antaño, cuando la población se movía por calles reducidas, y existe, por el contrario, la realidad de un centro dinámico y en permanente superación.
Cuando la gente se desplaza a Pereira en plan de compras es cuando nos preguntamos por qué nos gana la vecina competidora. Habría que comenzar por revisar las políticas de precios del comercio de Armenia. Otro punto clave es el de los horarios. El comercio de Pereira atiende en jornada continua y se prolonga con amplitud más allá de las seis de la tarde. El de Armenia cierra a las doce del día y a las seis de la tarde.
El comercio no puede progresar sin buenos locales, vendedores expertos, horarios flexibles y precios atractivos. Conozco un almacén de repuestos que en Armenia abre desde las siete de la mañana y es atendido con gran amabilidad por su propio dueño. Como a esa hora está sin competencia, todos acuden a él.
El comercio es una ciencia. Y como ciencia hay que ejercitarlo. Si Armenia es una urbe progresista que todos los días se ve crecer, debe saber que en la magia del profesionalismo comercial reside uno de los secretos del futuro.
Comercio, Armenia, febrero de 1985.