Escritos escogidos de Lenc
Por: Gustavo Páez Escobar
Difícil labor la realizada por Luis Carlos Adames Santos, el silencioso y admirable editor del Banco Popular, al recopilar la obra más representativa de Luis Eduardo Nieto Caballero. Tratándose del escritor más fecundo que haya tenido Colombia, de quien se dice que poseía la extraña facultad de escribir sobre un tema mientras conversaba u oía conversar de otro, su obra literaria es asombrosa. Aparte de la veintena de libros publicados, su obra se encuentra dispersa en periódicos, revistas y toda suerte de publicaciones, como real monumento de ideas elaborado durante medio siglo de ininterrumpido ejercicio intelectual.
Germán Arciniegas lo compara con la hormiguita artesana que no se cansaba de apilar, día tras día y siempre con esfuerzo y placer inagotables, inmensas fortunas de cuartillas caudalosas. Luis Carlos Galán afirma que no dejó de escribir ni un solo día entre 1910 y 1957, movilizando todos los temas de interés nacional. «Aunque escribió para el día que pasa, de acuerdo con su propia declaración —dice Abdón Espinosa Valderrama—, esos días fueron jalonando la historia. Y en ella vivirá, por siempre, aquel admirable río de sus palabras, encrespado o tranquilo, que nunca deseó ser ajeno a su curso».
«Era un atento, meditabundo e ingenioso viajero por los libros», como lo define Carranza, y poseía el raro don de impulsar al lejano escritor de provincia y de entresacar de su producción las perlas ocultas que ignora el crítico regañón. Maestro bondadoso de generaciones, nunca adoptó poses doctorales para comentar la literatura colombiana y sabía prodigar el consejo sabio que corregía y estimulaba al mismo tiempo. Cuanto libro se imprimiera en Colombia tenía en LENC un destinatario seguro, y fuera de él no se conoce un caso similar de lector impenitente y generoso.
Como biógrafo excepcional de su época, deja un acopio maravilloso de semblanzas y necrologías, de recuerdos y divagaciones, que saben a historia patria. Los nuevos tiempos deben leer en esta pluma erudita todo lo grande y auténtico que tiene nuestra nacionalidad y guiarse, para no continuar al garete, por las enseñanzas de dignidad y patriotismo que escribió con su vida ejemplar.
«Lo que en mí puede haber de bueno, fue hallado en el hogar», es no sólo testimonio de su sensibilidad humana –sin duda ésta su mayor condición–, sino reto para la era moderna de disolución y desafecto. Luis Eduardo Nieto Caballero, escritor prolífico, periodista vigilante, diplomático sagaz y prudente, historiador desapasionado, político constructor, es primero una lección de ética y un maravilloso molde de pulcritud y de talento social.
Cuando la dictadura quiso acallar la expresión de los hombres libres y se estrelló contra la imprenta y los escritores, LENC comprendió que era necesario librar la batalla del pensamiento. Y cuanto más disparaban los exabruptos oficiales, más se enardecía la pluma diáfana y denodada del solitario francotirador que fue capaz de derrumbar un imperio con sus dardos mortales, las célebres cartas clandestinas, llenas de respetuosas ironías y temibles enjuiciamientos.
Si LENC es conocido como el poeta de la política, sus escritos también fueron incendiarios cuando se vulneró la libertad y se entronizó el despotismo. El ser poeta no se opone a ser valiente. Era una conciencia libre y no podía transigir con la tiranía del poder. «Quiero caer como liberal, como republicano, es decir, confiado en la acción de las ideas, enamorado de mi patria, pero lleno de respeto por las patrias y las ideas ajenas», he ahí su ideario, que se cumple al pie de la letra al morir con dignidad y en pie de lucha, el 7 de abril de 1957, pocas semanas antes del derrumbe del amo supremo.
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La presidencia del Banco Popular cumple el feliz acierto de honrar la memoria del gran colombiano a los 25 años de su muerte, con esta antología, en 5 volúmenes, que acaba de publicar con la esmerada asesoría y la cariñosa dedicación de Adames Santos.
El Fondo de Promoción de la Cultura, con cerca de 160 títulos publicados en excelente confección técnica y rigurosa búsqueda de temas, fue creado por un amante de las tradiciones cultas, a la par que afortunado descendiente de su estirpe, el doctor Eduardo Nieto Calderón.
El Banco Popular, bajo su dirección, logró los mayores derroteros de progreso y dignidad, tanto en lo económico como en lo cultural, y ahora su obra selecta, dirigida por otras manos, termina exaltando la dimensión histórica de su ilustre progenitor. Es ésta la traducción exacta de un anhelo espiritual, en buena hora interpretado y preservado por las directivas sucesivas de la entidad crediticia.
El Espectador, Bogotá, 22-XII-1984.