La ausencia presidencial
Por: Gustavo Páez Escobar
Entramos a la etapa final del actual gobierno de la nación y el Quindío ha estado excluido de las giras presidenciales. Diríase que es un departamento minoritario no sólo por su extensión territorial sino por el poco interés que despierta en las altas esferas del gobierno. Valdría la pena que recapacitaran nuestros políticos sobre si la culpa es de ellos por no haber logrado conquistar las simpatías hacia una región que, si escasa en kilómetros, es influyente en su cuota económica a la prosperidad del país.
Para decirlo de manera franca, ponemos la plata pero no obtenemos la utilidad. En otros sitios, menos representativos y más audaces, existe mayor «imán» para la atención del presidente, sus ministros y altos funcionarios del Estado. Vemos con frecuencia los desplazamientos que éstos realizan hacia diferentes lugares, y observamos que tales giras dejan beneficios regionales. El Presidente nunca viaja con los bolsillos vacíos.
Es preciso hacer notar una vez más el despropósito cometido en pasada ocasión cuando, ya programada la visita presidencial, se interceptaron menudos enredos políticos que hicieron suspender aquella gira. Varios políticos se unieron para pedirle al doctor Turbay que aplazara su viaje porque el clima de convivencia no era el más propicio para recibirlo.
Aplazar un programa significa casi lo mismo que cancelarlo. Sin contar el acto de descortesía hacia el Presidente, aquella intervención era, cuando menos, una inconsecuencia. Primero se le había invitado y ahora se le pedía que no viniera….
Y el Presidente no vino. Es posible que tampoco lo haga en el resto de su mandato. Si la situación se analiza con el necesario escrutinio, habrá que concluir que el doctor Turbay quedó indispuesto con el Quindío. Ojalá haya hechos posteriores que se encarguen de desmentir esta suposición que no puede ser más lógica.
Recuérdese que en el suceso de marras no sólo se le solicitó que dejara de visitarnos, sino además se le pidió la cabeza del Gobernador. Pero el Presidente, que ante todo es político profesional, debió de calcular que se trataba de arrebatos parroquiales, de esos que levantan demasiado polvo y no dejan ningún provecho.
La Patria, Manizales, 8-III-1981.