El escritor quindiano
Por: Gustavo Páez Escobar
Contra lo que algunos resentidos sociales incrustados en las letras suelen opinar cuando se creen dueños de la verdad, la literatura quindiana es un hecho cierto. Siempre lo ha sido. Hay en el pasado magníficos cuentistas, novelistas y poetas que engrandecieron el panorama de la literatura regional. Lo mismo ocurre en el presente.
Sucede, sin embargo, que ciertos especímenes con alma de narcisistas llegan al deplorable límite de la ofuscación mental que no permite reconocer los valores ajenos y en cambio se consideran ellos mismos los dioses del Olimpo.
Soy un creyente de la literatura quindiana. Pienso que a sus escritores les han faltado oportunidades para sobresalir en el panorama nacional. Colcultura, que debiera llegar en forma efectiva a la provincia, se ha convertido en un cenáculo de privilegiados que se reparten el favor de las ediciones sin permitir acceso a las nuevas figuras.
Publicar un libro en nuestro medio es ocasión para encontrar comentarios desabridos, que nacen por lo general de la envidia, cuando no de la propia incapacidad para juzgar con desaprensión lo que pueda existir de calidad en los demás. Hay, desde luego, francos reconocimientos, pero aquellos dómines de la literatura que tiran palos de ciego que se vuelven con era ellos mismos, como ocurre con un poetastro de versos cursis y sensibleros, son más dados a la diatriba que a la creatividad. Prefieren destruir, porque su universo es borroso y empequeñecido, y cuando no logran pasar de un sitio estático tiran guijarros para descrestar a los incautos.
Cuando se procede con pasión, todo se ve tortuoso. Per eso hay quienes de una plumada pretenden desconocer la literatura quindiana. Se quiere en ocasiones ser buen literato proclamándose como tal, y se incurre en el fácil expediente del autoelogio, una postura tan falsa como ridícula a la que llegan algunos para disimular su mediocridad.
En la literatura no podemos decirnos mentiras. Creo más en la labor paciente de las bibliotecas calladas que en los matriculados de última hora que tratan de suplir en una universidad lo que no han podido asimilar en años de frustración. La literatura es una intuición. Ningún arte u oficio podrá desempañarse con eficacia si no existe vocación. A veces se invocan razones científicas para lanzar excomuniones y se olvida que el empirismo es la máxima fuente del conocimiento humano. En las universidades no gradúan escritores ni poetas.
A propósito de estas divagaciones, cabe preguntar qué sucedió con la asociación de escritores quindianos. Supongo que se dejó morir por las rivalidades que son tan comunes en este campo. El tema da para largo y la pretensión de esta nota es afirmar la existencia del escritor quindiano, que otros niegan. Por desgracia, en este terreno tenemos que vernos, con no poca frecuencia, con escritorzuelos y poetastros.
La Patria, Manizales, 11-VI-1981.