Una digna referencia
Por: Gustavo Páez Escobar
Euclides Jaramillo Arango no nació en Armenia pero aquí vive hace muchos años. Quiere a esta ciudad como su segunda patria chica, y si ella le ha dado honores, él le ha dispensado prestancia. Comprometido en acciones de noble empeño regional, todavía se recuerda su paso por Fenalco, el Comité de Cafeteros, la Universidad del Quindío –uno de sus fundadores y en la cual dicta cátedra–, Seguros Tequendama y tanta empresa menuda donde ha puesto su entusiasmo y su vocación de servicio.
Estudio Derecho pero prefirió la literatura. De la ciencia jurídica aprendió a ser hombre de bien, y no perseveró en ella porque no tenía alma de pleiteador. Dice que apenas comenzando el recorrido descubrió que no sabía decir “no”. Y agrega que si hubiera sido mujer, su reputación andaría por el suelo.
Su primer cargo como profesional del Derecho, en aquellos tiempos en que realmente el título valía, fue el de juez de Santuario de Caldas, pueblo solariego y reclinado en el filo de una montaña. «Allí –dice él–, enfrentado con dificultades idiomáticas, nació en mí el amor por lo nativo, lo nacional, lo sencillo».
Se me ocurre que allí se descubrió como folclorólogo, una aptitud que llevaba en el alma y que habría de fomentar en el trato con la gente sencilla y en su recorrido por los textos. Hoy es una autoridad del país en esa materia.
No todos conocen esa faceta suya, acaso por haberse acostumbrado a su presencia descomplicada por las calles de Armenia. Se contagió de campo en estas fértiles praderas del Quindío, donde asimiló el alma noble del campesino. Con ese germen en su propio espíritu, ha hecho brotar páginas de entrañable entonación, sencillas y eruditas -como es él–, y le ha dado honor a la región.
Cuando en el país se habla de Euclides Jaramillo Arango, de inmediato se le asocia con Armenia, como la referencia natural de alguien que, desde la provincia, es fabricante de cultura colombiana. Quiere él los símbolos patrios que otros ni siquiera advierten, y que lo mismo se encuentran en la vereda que va borrando el tiempo, o en el camino que ya no escucha las coplas de antaño, que en la ciudad veloz, esta Armenia de impresionante evolución, vivida por él como su cuna sentimental y su patria entrañable.
Ha podido ser novelista de alta proyección. Se conformó con una sola novela, Un campesino sin regreso. Novela de honda penetración en la violencia colombiana y que algún día volverá a conquistar su justo lugar en las letras.
Ahora, cuando el Gobierno departamental anuncia que este año entregará a Euclides Jaramillo Arango la Medalla del Mérito Artístico y Literario, hay que comentar que no puede ser más acertada esa decisión. La tierra que Euclides ha enaltecido a través de su obra y su vida ejemplares, lo premia a él como el hijo benemérito que siempre ha sido.
La Patria, Manizales, 10-X-1980.