Revista Manizales
Por: Gustavo Páez Escobar
Sostener una revista literaria es una acción valerosa. Lo importante no es crearla, sino perseverar en ella. Vemos con frecuencia el anuncio de nuevos títulos de revistas por todos los lugares del país, y nos enteramos de los propósitos optimistas de sus autores, que por lo general decaen al poco tiempo de iniciar la marcha.
Los primeros números son, inclusive, novedosos y reveladores de una fina inducción al abrupto terreno de las letras. Si le seguimos el rastro a la nueva casa literaria edificada como estandarte de sólida resistencia, al poco tiempo solemos hallarnos con la sorpresa de su derrumbe como frágil estructura.
Seamos reconocidos con todos estos intentos, duraderos o no, y sobre todo admiremos la vida plena de la publicación que, desafiando temporales, se mantiene victoriosa y no cesa en el empeño de seguir irradiando cultura, una labor quijotesca pero dignificante.
Tal es el caso de la Revista Manizales, la que acaba de llegar a su edición número 472, con 39 años de trabajo continuo. Fue fundada por los esposos Juan Bautista Jaramillo Meza y Blanca Isaza, los incomparables pregoneros culturales que un día unieron su vida en el fuego del amor y la poesía, y cogidos de la mano –como van la inspiración y la estética–, no se dejaron desvanecer en medio de los inevitables desfallecimientos de una labor sacrificada, y con ánimo sereno y luchador demostraron la contundente proeza de superar las marcas comunes y sostenerse invictos para mucho tiempo.
Poetas ambos de claros arpegios y de transparentes notas líricas, entonaron su alma romántica y cumplieron la feliz parábola que se escribe con el corazón para que logre conservarse en el tiempo. La ciudad de Manizales los coronó como poetas excelsos en el diciembre de 1951, y esos pedestales ya nunca se moverán del afecto de una ciudad que también, como ellos, es sentimental y no deja marchitar los signos del espíritu.
Ella murió en 1967, y su compañero, quemando el corazón en la congoja de una dura prueba, atizó el sentimiento para producir mejores resonancias. Hace dos años falleció él. Cumplió con dignidad y con bello estilo su compromiso vital y dejó inmenso patrimonio para la cultura, trabajado con entrega total y absoluta armonía interior.
Parecía que con él iba a desaparecer también la revista, pero su hija Aída demostró de pronto que también era capaz de portar la antorcha. Poco a poco, en forma silenciosa y elocuente, como amanece el día, Aída fue vertiendo en las páginas por ella misma consentidas el poder que llevaba oculto. Al lado de sus padres había respirado ambiente de libros, de poesía y de sensibilidad artística. Dueña de una prosa fluida y expresiva, evoca paso a paso la memoria de sus padres y produce su propio estilo, en el que se advierte independencia y donaire.
Así prosigue la Revista Manizales, con nuevos bríos. Este ejemplo de tenaz resistencia es enaltecedor. Aída Jaramillo Isaza es el retoño fecundado para no dejar perecer la fértil semilla.
La Patria, Manizales, 7-X-1980.