Elegía sin tiempo
Por: Gustavo Páez Escobar
Le quedé debiendo un comentario al libro de poemas Elegía sin tiempo, de Fernando Mejía Mejía, publicado en mayo de 1978 dentro de la serie de Escritores Caldenses.
Esta, que pudiera ser una nota tardía, no lo es en realidad, si el libro conserva su fragancia original. Hay libros de efímera existencia, y otros que cada vez adquieren mayor dimensión. Creo que el libro de Fernando Mejía Mejía, como los anteriores: La inicial estación (1961), Cantando en la ceniza (1963) y Los días digitales (1966) han sido trabajados con rigurosa insistencia para resistir la garra del tiempo.
Decir que leí el libro en la época de su nacimiento tal vez parezca frase acomodada. Pero así fue. Y quise comentarlo. Una manera de no realizar los proyectos consiste en aplazarlos. Sentí contrariedad y pena cuando en reciente acto cultural me encontré con la esposa del escritor. Ella me había entregado la obra dos años atrás, con fina dedicatoria de su autor. También ella es artista, como integrante hace veinte años de la Coral Santa María, concierto maravilloso de voces, de mímicas y de sonidos que abanican el alma.
Releo ahora la poesía del vate salamineño acaso con superior placer, y veo que los subrayados de la primera vez surgen con mayor certeza. La densidad de poeta consiste en que su voz permanezca en el tiempo como mensaje perenne. La poesía auténtica se defiende sola y nadie conseguirá silenciarla.
El poeta es un apéndice del tiempo. Su clamor, o su protesta, o la denuncia de su alma enamorada o afligida golpean con igual fuerza en los tiempos idos que en los presentes, y su eco nunca se extinguirá. La mayoría de los seres del montón se desvanecen como partículas inertes: no conocen la modulación del espíritu. En cambio, el poeta vive, vivirá siempre. Y además transmite vida.
Fernando habla el lenguaje del amor, la soledad, el olvido, la desesperanza, la luz, y lo hace con recursivas metáforas y fácil entonación. Sus imágenes son fuertes y definidas. No sabe de la frase oscura, y al revés, es nítido y expresivo, a la par que original y romántico. Toma al hombre como lo que es: una creación errátil, angustiada, a veces alegre y casi siempre desolada. Su canto es, entonces, una Elegía sin tiempo, porque la humanidad conserva los mismos perfiles de las épocas inmemoriales y habrá de prolongarse entre idénticas aflicciones y pasajeros regocijos. Sólo la salva el amor, y el amor es poesía.
Se puede guardar el poemario en paz con la conciencia y seguro de haber afirmado la calidad del poeta que no necesita presentación, porque su obra tiene conquistado lugar seguro. Y llegará más lejos.
La Patria, Manizales, 19-X-1980.