Del aborto y otras cosas
Por: Gustavo Páez Escobar
Si todo consistiera en abortar, no habría problema. Pero es que el aborto daña la conciencia. Además, muchas veces no sólo mata a la persona en embrión, sino a la propia madre. Hay vergüenzas que pretenden esconderse con el aborto, como si el mayor sonrojo no se llevara en el alma.
Otros (y aquí se incluyen los hombres, ya que ellos también abortan) lo hacen por irresponsabilidad, porque le tienen miedo a la carga económica. ¿No será preferible meditarlo a tiempo? Se dice que en Colombia se producen al año alrededor de doscientos cincuenta mil abortos.
El aborto es un delito. Diríase que un delito simbólico, porque la costumbre lo ha legalizado. De ese número considerable se iniciaron en 1979 veinticinco investigaciones, de las cuales hay diez personas sindicadas. O sea, la ley es letra muerta.
Si por lo menos el aborto disminuyera la población, habría un resultado debatible. Pero ésta viene en progreso permanente, no obstante haber disminuido la tendencia que se traía. En el año 2000, Colombia tendrá, según los vaticinadores, 37 millones de habitantes. Habremos aumentado diez o doce millones, y para hablar con mejores referencias diremos que dentro de 20 años la población habrá crecido un cuarenta o un cuarenta y cinco por ciento.
¿Los habitantes de este país glorioso tendrán, o tendremos, para entonces, salud, educación y techo? Preguntemos más concretamente si vivirán, o viviremos, sin tantas angustias, sin tantas amenazas, sin tantas estrecheces….
Dicen que el índice de supervivencia llega hoy a 65 años. Así, los cuarentones podemos aspirar a vivir en un país irrespirable. También se vaticina, y ojalá los cálculos se equivoquen, que nos aproximamos a un Estado de jubilados y ancianos desprotegidos. Aquí habrá que gritar: ¡horror!
La mujer viene mermando, gracias a las campañas de paternidad responsable (y aquí se demuestra que las mujeres se vuelven a veces hombres) el índice de fertilidad. En 1968 tenían en promedio siete hijos; hoy, tres y medio. Ese medio dejémoslo que lo muela la conciencia. La mujer, al liberarse y volverse medio hombre, se ha venido incorporando al trabajo, pero no con sentido de independencia y machismo, sino por necesidad. Los hogares son hoy muy duros de costear.
Según las estadísticas, que a veces sirven para algo, hoy somos más pobres que hace diez años por la pérdida del valor adquisitivo de nuestro desmirriado billete.
Algunos quieren resolver esta clase de dilemas acudiendo al aborto, y por lo general al aborto que se practica por comadronas irresponsables, y con él ni siquiera consiguen un mejor estado económico. Y, lo que es más grave, les quedará turbia la conciencia para toda la vida.
La Patria, Manizales, 1-X-1980.