Periodismo social
Por: Gustavo Páez Escobar
La figura de Germán Castro Caycedo resultaba atractiva para el M-19 como intermediario del mensaje dirigido a las autoridades y al pueblo colombiano. En su elección se tuvieron en cuenta la trayectoria del periodista audaz, su vocación humanitaria, su prestigio profesional y el impacto que habría de significar su secuestro, de solo 36 horas. Si en el periodismo social que él ejerce con brillo, con valentía y sin tapujos, viene denunciando las injusticias y los atropellos que ocurren en el país, por ese medio se oiría, mejor que por otros canales, el comunicado del movimiento revolucionario.
Germán Castro Caycedo es el periodista de la denuncia social, el de la constancia histórica. Su libro Colombia amarga, donde recoge varios reportajes sobre las angustias de la gente, no en vano fue laureado con los premios Mergenthaler, de categoría internacional, y Nacional de Periodismo.
Es cronista castizo, recursivo, claro en los planteamientos y dueño de natural disposición para convencer y aleccionar, con desenvoltura y ameno estilo. Dentro de su labor de reportero ha logrado penetrar al grueso público, que lo lee y lo escucha con respeto, y le cree.
Los grupos poderosos, los integrantes de mafias y monopolios, que también lo leen y lo escuchan, con temor y ojeriza, han visto en él al enemigo para desenmascararlos y denunciar las corruptelas del capital mal administrado, que apabulla la existencia de los humildes y los oprimidos. Con ojo crítico ha recorrido los altos y los bajos escenarios del país y no le han temblado ni la voz ni la mente para pregonar a los cuatro vientos que Colombia es una nación amarga, dividida por hondas distancias económicas; generosa con los ricos y despótica con los pobres –los nueve millones que carecen de los bienes más indispensables–; triturada por los explotadores de la hacienda pública y dura para encontrar fórmulas justas que hagan digna la vida. ¿Para qué tanto alboroto sobre nuestra dudosa democracia, piensan muchos, cuando el estómago no da tregua?
Se ha especializado en los temas sociales. Entiende las necesidades y tristezas de la gente, las expone con vigor periodístico, con angustia, y no desfallece en sus derroteros de desnudar la verdad nacional como camino para hallar la liberación del hombre. Es un periodista que vive cerca al pueblo, que comparte sus dolores y entiende sus melancolías.
El M-19, grupo inconforme que también persigue la redención del pueblo, según lo proclama, y que dentro de sus planes acomete el acto osado de tomarse una embajada para llamar la atención del país y el mundo, demuestra que es capaz de mucho, cuando mantiene en suspenso la vida nacional. Critica, a la vez, desequilibrios y arbitrariedades, y su causa se hace sentir. El movimiento extremista, parapetado en sus pregones sociales, una manera de decir que también cuenta con opinión pública, tiene en jaque al Gobierno y ha puesto a pensar a muchos.
La acción de los guerrilleros, condenada desde diferentes ángulos, y sobre todo desde el Gobierno, pero con simpatías en otros, despierta la conciencia de quienes saben que Colombia es amarga.
Se encuentran dos voceros de igual inconformidad. Los secuestradores sueltan al periodista, provisto de abundante material, después de haber sostenido con él fructíferas conversaciones, en las puertas de El Espectador. Sean cuales fueren las reales intenciones del M-19, ha conseguido sintonía para lanzar sus tesis. Y echa mano de este periodista experto en promover inquietudes sociales y muy identificado por sus campañas en favor de la comunidad, para hacerse escuchar mejor.
El periodismo de ideas, que acaudilla con coraje y altura El Espectador, y practica con prestancia y arrojo Germán Castro Caycedo, le hace bien al país y servirá para controlar los abusos y dignificar al hombre.
El Espectador, Bogotá, 29-IV-1980.