La ciudad lineal
Por: Gustavo Páez Escobar
Ovidio Rincón, ágil periodista y reconocido intelectual que conoce a fondo los problemas de Armenia, viene librando decididas batallas por la liberación política de esta ciudad que no logra despegar hacia destinos más positivos. La carta que acaba de dirigir a Hugo Palacios Mejía, reproducida en este diario, demuestra hasta dónde el viejo luchador de los problemas locales se preocupa por el desarrollo urbanístico y critica de paso los errores municipales y políticos que impiden una acción dinámica para que Armenia sea en verdad la Ciudad Milagro, que demostró serlo cuando superó su condición de aldea después desalojar la violencia.
Ovidio analiza muy objetivamente y con sobrados argumentos la dictadura impuesta desde años atrás al no permitir que el perímetro urbano consiga otros polos de desarrollo. Armenia parece una raya recta que arranca de Regivit y termina en Tres Esquinas. Por ahí se desplaza el tráfico intenso creando confusiones en las estrechas vías de circulación.
La tierra, muy valorizada al norte y en el centro, pierde valor conforme avanza al sur, y mantiene su importancia en la medida en que esté más lejos o más cerca de esa raya longitudinal. No se ha preocupado por ensancharse y ganar así la fisonomía de ciudad «llena», concepto alcanzado por otras ciudades que entienden que el crecimiento debe ser armónico.
Ayer nos habíamos encontrado con la sorpresa de un alcalde agresivo, en el buen sentido de la palabra, a la par que inquieto e independiente, que por poco consigue la construcción del estadio en un punto que iba a impulsar una amplia zona marginada. La constancia y la vehemencia con que Alberto Gómez Mejía defendió su idea le aportaron un limpio liderato que habrá de valer en su futuro político.
Trasladado el proyecto del estadio al área que conduce al aeropuerto El Edén, o sea, siguiendo la tendencia de la línea recta, queda claro que ha resultado ganadora, si esto significa un triunfo, la voluntad de seguir extendiendo la ciudad en sentido horizontal. De hecho, un estadio significa una fuerza motora para valorizar los terrenos adyacentes y hacer progresar la zona bajo su influencia.
Visto esto desde el punto de vista urbanístico, la ciudad no obtendrá ostensible beneficio con un estadio localizado en sitio que desde ahora se presiente complicado para el tránsito automotor, y ha perdido la ocasión excepcional de romper ese molde lineal que representa un freno para el crecimiento más equilibrado. Lo ideal es que Armenia sea cruzada por avenidas importantes hacia todos los puntos cardinales. Esto sólo será posible estableciendo obras de empuje en lugares estratégicos.
La mayor proyección a la vista era la del estadio. En este juego de las escaramuzas, la obra se llevó a zona privilegiada, valorizada ya al máximo y que aún lo será mucho más con la llegada del pariente rico. ¿Ya tendrán los planificadores previstas las vías de descongestión para que la ciudad no se asfixie cuando funcione el estadio, si es que algún día ha de funcionar? La periferia continúa «desinflada» y no sabe quién logre inyectarle vigor.
El urbanismo no puede orientarse bajo intereses personalistas sino que debe mirar el conjunto y saber barajar oportunidades para todos los sectores. Si se busca una sociedad igualitaria, la administración urbana no puede ser ajena al hombre.
Ovidio Rincón es denodado crítico de nuestros vicios parroquiales y, libre de afanes egoístas, mira con desvelo las desviaciones de la sociedad y la urbe. Combate las terquedades y las dictaduras y hace esfuerzos, con su pluma vibrante y castigadora, para que se despierte la conciencia ciudadana que imponga otros criterios.
La Patria, Manizales, 23-VIII-1980.