De las elementales cosas del ayer
Por: Gustavo Páez Escobar
Uno de esos correos que producen regocijo me trajo el hermoso libro poético de Armando Morales Benítez.
Armando, Omar y Otto, los tres Morales Benítez que le dan lustre a la literatura colombiana, constituyen envidiable hermandad de abogados brillantes y escritores convencidos. Escribir, ante todo, debe ser un acto de convicción. Difícilmente se llegará lejos en los caminos de las letras si no hay fe. Los pasos siguientes, la disciplina, el sacrificio, la tenacidad, son eslabones necesarios para coronar metas, pero de nada valdrían sin la firmeza espiritual.
Estas tres carreras literarias se han desarrollado practicando desde la niñez el esquivo don de escribir. En los escaños de las aulas escolares quedaron rastros de sus primeras inquietudes. Otto, desde muy joven, ya indagaba por autores y hacía los primeros pinos en periódicos y revistas, como presagio de futuras proyecciones. Omar, creador de personajes, fabricaba en secreto sus tramas, hasta llegar a estructurar relatos de sentida intención social. Armando jugaba a las metáforas ensayando métricas y conquistando el favor de los dioses.
Este exigente campo de la poesía amorosa por él cultivado le da hoy el título de poeta romántico. Mientras otros incurren, por falta de maestría, en los vicios de la expresión cursi con que pretende cantarse al amor, Armando decanta su lírica de noble sentimiento y límpida entonación. Trabaja su estro con rigor literario para crear la imagen tierna, que debe salir del alma y no del simple afán versificador sin profundidad, y castiga los gustos prosaicos remontando alturas y ennobleciendo la vida.
Ser poeta amoroso, y Armando Morales Benítez lo es por excelencia, es destino severo. Si la poesía es la síntesis de la literatura, la poesía amorosa se convierte en el estrecho filtro de la emoción auténtica. De ahí al ridículo sólo hay un paso. El amor es la esencia de la vida. Hasta el odio es consecuencia del amor. El amor inspira todos los actos y nada se sustrae a su influjo, porque es la fibra más sensible del ser humano.
Para ser poeta del amor se debe amar intensamente. Jugar a las metáforas, buscar el color de lo sublime, traducir en bella manifestación la nobleza del sentimiento, requiere un talentoso buceo por las intimidades del hombre. El gusto estético sólo se logra cuando el poeta purifica su propia inspiración para luego llegar al alma de los demás.
De las elementales cosas del ayer es un libro escrito con amor y que le canta a la mujer, el máximo símbolo del amor. La emoción de este poeta que supo rendirle culto a la mujer vibra como entre vaporosos universos donde la realidad se vuelve encantada y la alegoría irradia la sensibilidad del alma.
La Patria, Manizales, 14-IX-1979.