Sebastián de las Gracias
Por: Gustavo Páez Escobar
El concurso de cuento infantil patrocinado por la firma Enka de Medellín constituyó rotundo éxito. Numerosas obras tanto de autores consagrados, como de aspirantes desconocidos, fueron presentadas a consideración de un jurado idóneo en la difícil labor de apreciar las exigencias de la literatura para niños.
Nada fácil, por cierto, este género que cuenta con pocos cultivadores y que acaso por falta de estímulos no ha hecho escuela en un país que necesita acordarse de los niños en medio de las tormentas de los mayores. La literatura infantil corre el peligro de volverse ramplona cuando no se sabe manejar con delicadeza y no se posee el tacto necesario para interpretar el alma del niño.
Hoy en día, cuando abundan las tiras cómicas y la gama impresionante de dibujos e historietas que se adquieren hasta en las puertas de las casas, resulta compromiso complejo el de enfrentarse a la máquina de escribir para fabricar la fábula que penetre en el corazón del niño, si ya todo parece agotado. Las viejas historias con que los abuelos adormecían a los pequeños, como Pinocho, Blanca Nieves, El gato con Botas, La cenicienta o Caperucita Roja, son obras maestras que no derrotará el paso de los años.
Ante este panorama, el escritor tiene que vérselas con un público severo, por más infantil que se crea, que apenas de entrada descalifica la obra cuando no le encuentra la misma emoción que le transmiten sus héroes de cabecera. El niño es el lector más exigente con sus propias páginas infantiles y el que rechaza con más decisión las ficciones con que tratan de impresionarlo autores forzados que no dominan el arte de entretener al alma soñadora, que no por eso se deja convencer por fantasías caducas.
Para el niño la fantasía tiene que ser cierta. El autor debe saber enhebrar el mundo mágico donde juega el hechizo con la realidad, realidad desde luego para niños, tan diferente de la realidad del adulto que ya no encuentra hadas milagrosas que le curen el insomnio ni le mitiguen los pesares.
Todo esto para decir que Sebastián de las Gracias, el cuento infantil que llevó Euclides Jaramillo Arango al concurso de Enka y que recibió mención honorífica, en estrecha competencia con el que obtuvo el primer puesto, es el nuevo personaje que entra al repertorio del país para deleite de chicos y grandes.
Narrado en típico lenguaje paisa, con maravillosa autenticidad campesina y con gran dominio sobre modismos y disparates de la tierra, apenas comenzando la lectura se experimenta la sensación de una aventura que se presiente fantástica, como en efecto lo es. El autor, que por folclorista conoce la esencia de los territorios paisas y que ha visto desfilar a muchos arrieritos como este hijo de «hilachentos», sublimiza la historia escuchada de niño entre palabras y coplas que terminaron creando su héroe.
Sebastián de las Gracias, personaje traído por los españoles y quienes a su vez lo habían robado a las tierras moras y persas, se convierte en el paisa trotador que suelta por nuestras montañas Euclides Jaramillo Arango, al lomo del viento y de fantásticas irrealidades. La irrealidad, si es fantástica, es prodigiosa, y esto lo saben los niños más que los adultos.
Ya se sabe que las longitudes del cuento son infinitas. No hay temas malos, sino malas maneras de tratar los temas. La versión que adquiere en ambiente colombiano este cuento narrado por españoles, por moros y persas, crea una personalidad definida, muy típica nuestra, que solo maestros como Euclides saben estructurar.
La aparición del nuevo libro del escritor quindiano conquista un galardón literario. Además de aplaudir la labor cultural de Enka, que ha estimulado la creación de buen número de trabajos infantiles, debe ponderarse el aporte de Expreso Palmira, con cuyo patrocinio se lanza la edición gigante de este Sebastián andariego no solo por las montañas paisas, sino en adelante por toda la geografía del país, porque la empresa patrocinadora obsequiará el libro a los niños que ocupen sus buses.
El Espectador, Bogotá, 26-X-1977.
Satanás, Armenia, 3-XII-1977.