Dinastía poética de los Gamboa
Por: Gustavo Páez Escobar
Andrés Gamboa, cuya profesión es la arriería, compra en 1832 unos terrenos en cercanía de Cali, que destina al descanso de sus bestias de carga cuando hacen el recorrido desde Buenaventura. Dichos terrenos tienen el nombre de Cerro de los Cristales.
Un nieto de Andrés Gamboa construye allí la primera casa, de bahareque y techo de paja, y la bautiza con el nombre de El Mameyal, como referencia a la cantidad de árboles de mamey que crecen en aquellos contornos. Esta casa es consumida por un incendio en 1910. En 1920, a corta distancia del inmueble arrasado por el fuego, se levanta la segunda casa, esta vez con techo de zinc y amplios corredores, la que todavía se encuentra en pie y sigue llamándose El Mameyal.
Hay sitios llamados a adquirir nombradía al paso de los años, y esto es lo que sucede con El Mameyal. “Casa y cuna de la poesía”, la denominó el poeta Octavio Gamboa (1923-1990), uno de los descendientes de aquel lejano fundador de la finca, quien, habiéndola adquirido para el descanso de sus bestias de carga, nunca llegó a suponer que allí nacía un templo de la poesía.
El apellido Gamboa, junto con las ramas familiares que se han cruzado con esta prosapia, ostenta hoy una dinastía cercana a los treinta poetas, según recuento que hace Vicente Pérez Silva, conspicuo investigador de este hecho singular. Él fue encargado por la familia para efectuar la compilación poética, escribir las reseñas de los autores y hacer la memoria histórica sobre este suceso tan poco frecuente en el mundo de las letras.
De todo esto da cuenta Vicente Pérez Silva en el libro titulado Los Gamboa, una dinastía de poetas, de que es coautor junto con Hugo Cuevas-Mohr, otro miembro de la dinastía, perteneciente a la cuarta generación y residente hoy en Estados Unidos. Algún ingrediente misterioso se ha inoculado en la sangre de esta familia para producir tantos cultores del arte poético, a partir de la primera generación, que arranca en 1866 con los hermanos Gamboa Herrera (Francisco Antonio, Isaías, Mateo, Ezequiel), hasta los días actuales, cuando se abre campo la quinta generación con vocaciones ya manifiestas.
En la dinastía sobresalen algunas figuras ya consagradas en la bibliografía nacional, cuya reseña, así fuera somera, desbordaría la brevedad y la intención de esta nota. Ante todo, deseo destacar la trascendencia de esta familia caleña ramificada en distintos sitios del país e incluso del exterior, que a través de diversas expresiones ha escrito todo un historial en el cultivo de la palabra.
Hay en todos ellos un hilo conductor, y es la sensibilidad romántica, el espíritu terrígeno y el apego a los valores de la familia, que se han transmitido de generación a generación. Los primeros poetas, sobre todo, ubicados en época de encendido romanticismo –bajo la sombra de Jorge Isaacs y su inmortal María–, dejaron versos imbuidos de emoción y ternura. Muchas de esas piezas son de antología, entre ellas, el poema Ante el mar, de Isaías Gamboa, sensitivo y atormentado lírico fallecido a la edad de 32 años, cuando venía de regreso de Santiago de Chile. Hasta las composiciones más sencillas poseen un hálito de sensibilidad artística. Varias de ellas fueron recuperadas inéditas en poder de sus autores o de su familia.
El Mameyal perdura en Cali como símbolo de la poesía. Es como una sombra tutelar que llega a las nuevas generaciones de los Gamboa y los anima a seguir por el mismo camino del arte que impulsaron sus antepasados.
El Espectador, Bogotá, 1-XII-2010.
Eje 21, Manizales, 3-XII-2010.
La Crónica del Quindío, Armenia, 4-XII-2010.