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Raúl Mejía Calderón

domingo, 2 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

De plácemes se encuentra Raúl Mejía Cal­derón, gerente de la Compañía Colombiana de Se­guros en Armenia, al serle impuesta, en grado de sobresaliente, la Orden de los Fundadores con que la entidad distingue a sus funcionarios más eficientes. No en vano este caballero, a quien conocemos como ciudadano ejemplar, ha dedicado todos sus esfuerzos a engrandecer en el departamento del Quindío y en las poblaciones limítrofes del Valle la imagen de esta entidad respetable en la historia del país, y que solo personas de las condi­ciones humanas de Raúl Mejía Calderón logran realzar más aún en la conciencia de las gentes.

No es fácil, en estos tiempos manejados por la voracidad de nuevos sistemas y de técnicas siempre cambiantes, sostenerse en el ámbito empresarial, que exige cada día mayores aptitudes y agresividad sobre todo en quienes ocupan posiciones directivas. Luchan hoy las empresas por aventajarse en la implantación de inno­vaciones que conquisten el favor del usuario, quien es en últimas el que decide la suerte de los nego­cios. Para llegar hasta el consumidor han tenido que estructurarse diferentes estrategias, todas atrac­tivas, todas audaces, si se quiere perdurar en el mercado y no permitir que los competidores hagan de­teriorar el producto gracias a visiones más avanzadas.

El campo del seguro es complejo, luchado como se encuentra por numerosas compañías que ofrecen el mismo artículo pero con diferentes fórmulas. Colombia es país sobresaliente en el difícil arte de vender seguridad y se ha convertido en ejemplo para los países de América. El progreso de los pueblos mucho tiene que ver con el seguro, esa cédula vigilante de los azares del desti­no, que busca, en su esencia, llevar prosperidad a la familia previniéndole los riesgos que depara a todo momento la condición humana, siempre propensa al infortunio. «Una familia asegurada es una familia feliz», podría sintetizarse para comprender la im­portancia de esta mercancía que la sociedad se ha inventado para conjurar los ataques de la vida.

Compiten hoy las empresas dentro del exigente mundo de la técnica, que impone permanentes cam­bios para no quedar rezagadas. Este siglo XX pasa­rá a la historia como época de grandes transformaciones que no solo empujó a la humanidad a la exploración y dominio de los espacios ultraterrestres, sino que conquistó los mayores y más novedosos descubrimientos para la vida cotidiana. Es inútil cerrar los ojos al progreso de la técnica, porque se vive 1bajo su influjo.

La ciencia ha inventado máquinas y compu­tadoras y cerebros mágicos; ha revolucionado la vi­da industrial; ha creado casi que vida artificial. Pero no ha podido sustituir al hombre. Acaso haya pretendido desalojarlo, pero siempre, detrás de ca­da uno de esos aparatos portentosos, seguirá el hom­bre dirigiendo al universo.

Cuando se presentan acontecimientos como este de Raúl Mejía Calderón donde una empresa tecnificada premia a un funcionario suyo, es preciso pensar que el hombre es el ser más importante e insustituible de la vida industrial. Para serlo de verdad, se requieren grandes condiciones. La ética, la decencia, la caballerosidad no son posibles en una máquina.

Raúl Mejía Calderón es caballero a carta cabal que bien se merece esta distinción de la em­presa a la que ha consagrado sus mejores energías. Hombre probo, competente y preocupado por el ser­vicio a su comunidad, ha hecho grande una repre­sentación sirviéndoles a los suyos. El Quindío, que conoce sus destacadas ejecutorias; su familia, que es su mayor patrimonio, y sus amigos, que lo admiramos, somos beneficiarios indirectos de este galardón, porque compartimos tan justo reconoci­miento.

La Patria, Manizales, 3-XI-1975.

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