Ironías del servicio público
Por: Gustavo Páez Escobar
Don Octavio Álvarez Arango, caballero de sobra conocido en las esferas del Quindío, acaba de ser descalificado por providencia del Tribunal de lo Contencioso Administrativo como notario de Quimbaya, cargo que venía desempeñando con eficiencia desde cuatro meses atrás. Según una nota de periódico que tengo a la vista, para ser notario se requiere ser abogado, o haber permanecido en el poder judicial por tiempo no menor a cinco años, o ser bachiller o normalista, o haber trabajado en notaría por un período no inferior a cinco años.
Resulta que Octavio Álvarez Arango no acredita ninguna de estas condiciones. Como hoy en día valen más los papeles que la eficiencia, este servidor del Estado que exhibe una brillante hoja de servicios se quedó por puertas de una notaría de pueblo por no poder mostrar pergaminos. A un señor Tarquino, por razones que escapan a mi conocimiento, pero que debe ser persona acuciosa, lo trasnochó el nombramiento, de seguro muy bien asesorado, y triunfó en el alegato. Se dice por ahí que los notarios a la redonda deben, desde ahora, rendir las armas.
La notaría de Quimbaya está vacante. Es preciso que los aspirantes repasen muy bien los requerimientos del cargo para no exponerse, ante la mirada vigilante del señor Tarquino, a ser anulados por el implacable rigorismo de la letra fría con que se escriben las disposiciones oficiales y que mal puede distinguir, solo con base en fórmulas teóricas, lo competente de lo incompetente.
Por la sorpresa que me produjo el curioso caso y por conocer muy bien la personalidad del ciudadano despojado de una investidura que él no tendrá el menor inconveniente en entregar, levanté el itinerario de este personaje que ha sido desahuciado en el propio pueblo donde él mismo fue, no hace mucho tiempo, la primera autoridad, y a quien no se le permite ahora prestarle un nuevo servicio por ausencia de «requisitos».
Y es que los requisitos, las trabas, la miopía de ciertas normas, tan dogmáticas como absurdas, son los que hacen trastabillar al país. Por algo será el nuestro un país de leguleyos. Yo siempre he creído que entre el leguleyo y el culebrero hay poca diferencia.
Veamos, a grandes rasgos, el «curriculum vitae» –otro hecho devaluado en estos tiempos– de nuestro frustrado notario, y solo en el sector oficial, para no mezclarle las proezas que también ha realizado en el campo privado: se inició como inspector de policía en Montenegro, de donde pasó a servir varios cargos en la Contraloría de Caldas; de allí se trasladó como jefe de personal del Gran Caldas; enseguida fue alcalde de La Dorada y de Bello; enrutado en el servicio carcelario, comenzó como subdirector de La Modelo, para ser luego director de La Picota, de Araracuara y de Acacias (se dice que las cárceles son sitios ideales para conocer a la humanidad, y por eso Octavio, que es hombre jovial, se reirá ahora de las trastadas del destino); aterrizó de nuevo en su comarca como contralor por varios años del Quindío; de allí pasó a la Alcaldía de Quimbaya; y en línea recta llegó a la Secretaría de Gobierno del departamento, para ser, en últimas, Gobernador encargado del Quindío.
Es decir: toda una etapa de brillantes ejecutorias, en cerca de veinte años. Pero este ciudadano no sirve ahora para notario de Quimbaya. Es la nueva víctima de los requisitos. No importa que haya ineficiencia en el servicio público, si hay requisitos, podría ser la argumentación apropiada para el caso.
Octavio Álvarez Arango conoce el derecho administrativo, y tiene por qué conocerlo. Es persona experimentada y capaz. Posee una amplia visión del mundo y sus vanidades, incluyendo hasta la perspicacia de su demandante. Ha sido director de cárcel, alcalde, gobernador. Pero no sirve para dar fe pública. ¡Vaya ironía!
La Patria, Manizales, 21-X-1975.
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Comentario:
Gratuitos enemigos, haciendo uso “tarquinada”, echaron por tierra honradez, moralidad, honestidad, voluntad de servicio, convencidos de que esto es propio de quienes hayan estado en la universidad, así esta no haya estado con ellos. Octavio Álvarez Arango, Quimbaya.