El retiro de José Restrepo Restrepo
Por: Gustavo Páez Escobar
No por esperada resulta menos sensible la decisión del doctor José Restrepo Restrepo de retirarse de la actividad política, a la que se entregó por vocación y con denuedo por espacio de 35 años. Un grupo de dirigentes conservadores de Caldas lo ha llamado, como en tantas ocasiones anteriores, a ocupar el puesto de jefe que por derecho le corresponde en las justas del inmediato futuro que han comenzado a repicar en la epidermis del país.
Pero él, que nunca eludió deberes y responsabilidades, y que siempre se mantuvo incólume lo mismo ante el triunfo que ante el fracaso, renuncia ahora a la prerrogativa de encabezar, como en el cercano pasado, los movimientos de restauración por los que ahora, más que antes, claman sus copartidarios.
Se advierte en varios pasajes de su carta el sentimiento afligido, que no amargo, con que debe repasar episodios recientes que desmembraron la unidad de su partido, hasta perderse para él y para el amigo en discordia la vocería popular, que pasó, por los azares de la política, a una fuerza minoritaria.
Recuerda sus intentos de recomposición de los cuadros directivos del partido tras el descalabro electoral, y se duele de que haya sido la suya una voz que se perdió en el vacío ante la errónea interpretación de quienes solo fueron capaces de adjudicarle deseos de ventajas personales.
Circunstancia deprimente para él que ha sido prototipo de desprendimiento para su partido, para su departamento y para Colombia. La carta de sus fervorosos adherentes no ha hecho cosa distinta que atizar recuerdos difíciles para un hombre que, por temperamento y nobleza, no se resigna a los golpes bajos.
Para el doctor Restrepo Restrepo las cartas deben ser limpias y la personalidad no admite desdobles. Es, si se quiere, un renegado de la política que se considera exento de nuevos combates después de haber concluido, por la que anuncia como resolución irrevocable, un itinerario de 35 años de fructífera labor.
Esquivo el autor de esta nota al acontecer político, que no lo seduce, pero no por eso ajeno al curso de la historia, que lo apasiona, le ha tocado en suerte mirar el hecho humano del doctor Restrepo Restrepo. Si se han pergeñado las citadas circunstancias anteriores que hacen ya parte de la historia de Caldas, es para descifrar la esencia humana del gran hombre que hay en el doctor Restrepo Restrepo, talante que no se podrá entender con prescindencia de sus raíces políticas, porque se desdibujaría su personalidad.
La figura del doctor José Restrepo Restrepo es cimera en las glorias del partido al que consagró sus amores y sus energías, y sobre todo en la vida de su comarca, a la que ha servido con desinterés y patriotismo. Para él, cuyo ánimo no decae en las horas del infortunio, «es más fecunda fuente de energía la adversa que la próspera fortuna», como lo proclamó al día siguiente de su injusta derrota.
No es fácil admitir que este desvelado servidor de los intereses regionales pueda retirarse impunemente de la escena, si el pasado de contiendas gloriosas lo atrapa, y casi que lo esclaviza, en la hora del retiro. No en vano se ha sido paladín de la democracia. Eso ha sido, por sobre todo, la existencia del doctor Restrepo Restrepo: un permanente servidor de la patria.
Pierde Manizales, pierde Caldas, pierde Colombia, en la hora confusa de los conflictos, a uno de los más significativos abanderados de las causas nobles. Su vocación de bienhechor, que lo mismo lo empujó a trabajar por la escuela de vereda que por el auxilio creador de progreso, y que buscaba con igual ahínco el engrandecimiento de su región que la protección para el más modesto empleado, resulta en él un venero inagotable de generosidad.
Mecenas de escritores y de artistas, y ligado como el que más a la suerte de la cultura, ha sabido combinar su calidad de combatiente público con su sensibilidad estética.
No es el suyo marginamieno fácil. En su fibra humana seguirá vibrando su impulso de servir, imposible de renunciar. Desde su tribuna periodística de La Patria continuará su acción de líder de la comunidad, acaso más vehemente ahora en el reposo de sus fatigas políticas.
Si se perdió, y ojalá que no sea cierto, a un combatiente activo del partido conservador, se ha agigantado más la dimensión humana de este prócer que se ve más grande en la tregua del combate. Mucho es lo que tienen que imitar las generaciones futuras de este forjador de gestos grandiosos.
La Patria, Manizales, 20-X-1975.