Avianca… sin tortuga
Por: Gustavo Páez Escobar
El país estaba acostumbrado, año tras año, a ver la tortuga caminando en los conflictos laborales de Avianca. Se unían dos fuerzas encontradas: la de la velocidad, capaz de transponer la barrera del sonido en alas del vértigo, y la de este animalito rastrero y amodorrado, símbolo de la pereza, que lograba frenar, paradójicamente, el impulso de la locomoción aérea, silenciando turbinas y reactores y paralizando la vida de los aeropuertos con estragos para la economía del país.
Era esta herramienta poderosa arma para presionar el arreglo de un pliego de peticiones que no lograba solucionarse en su primera etapa, por indolencia de la empresa, según los voceros sindicales, y por intransigencia sindical, según los patronos. Y se llegaba, siempre, al mismo abominable proceso: carga que se enredaba en los aeropuertos por falta de brazos para movilizarla; aviones bloqueados en las pistas ante la indiferencia de los técnicos para proporcionarles mantenimiento y de los pilotos para impulsarlos hacia las alturas.
Como secuencia para provocar el desespero colectivo, salas de espera congestionadas de pasajeros, papeles de negocios paralizados en las bodegas, cargamentos de correspondencia embozados en talegas inmóviles… Era, en fin, la «operación tortuga» la socorrida maniobra para reventar los nervios del país. El gobierno decretaba la ilegalidad del paro. Pero la tortuga, que entre otras cosas debe ser sorda, no se daba por enterada, y la situación seguía inmodificable a pesar de la amenaza oficial.
Días más tarde, cuando por fin surgían puntos de acercamiento en las relaciones obrero-patronales, los aviones volvían a surcar los aires y todo regresaba a la normalidad, después de producidos perjuicios incalculables para el país, que por lógica era el primer apaleado dentro de tan insólito proceder.
Se pretendió, recientemente, sin duda en razón de una costumbre que se había convertido en regla, y por más ilegal y absurda que ella fuera, poner a caminar la tortuga. Por los periódicos comenzó a filtrarse la noticia de ciertas lentitudes, de cierto desgano en este mundo imprescindible del tráfico aéreo. Se esperaba el consabido anuncio de paro, aunque al propio tiempo se presentía que el sistema, a más de inoportuno, podía ser peligroso en los albores de la nueva administración. Esta vez hubo sensatez para no repetir la equívoca conducta y, cuando menos se esperaba, salió humo blanco con el anuncio de que empresa y trabajadores habían logrado un saludable entendimiento.
Se ha roto una tradición perniciosa. No es necesario conocer detalles de la negociación para suponer que de parte y parte debió existir el necesario clima de comprensión para limar asperezas y prevenciones, factores limitantes de la paz laboral.
El arreglo conseguido en Avianca es buen presagio para la armonía del salario. El país, es cierto, no ha vivido épocas conflictivas en los años recientes que signifiquen un desquiciamiento laboral, pero episodios aislados como, el de Avianca y el de otras empresas que se han caracterizado por la intemperancia y la necedad, han dejado ingratas recordaciones.
Se requiere un sindicato vigoroso, pero bien encaminado. No siempre se entiende que esta fuerza reguladora de las relaciones humanas debe desarrollarse para asegurar por medios pacíficos el deseable ambiente de convivencia y protección que necesita el individuo para su sosiego. Los desbordes y las pasiones nada bueno aportan. Cuando es patronal la intransigencia, el sindicalismo moderador, sin dejar por eso de emplear una agresividad productiva y razonable, pero no ciega ni extremista, conseguirá más fáciles resultados que con las armas en ristre.
El lenguaje procaz, la reyerta, la asonada son armas que se voltean contra el trabajador. La indolencia en el empresario atenta contra la estabilidad social. Nunca, como ahora, en este mundo movido por la vehemencia y la insatisfaccióh, puede ser más provechoso el diálogo. Se requiere, de ambas partes, el ánimo desprevenido, justo y realista, para conciliar las mutuas conveniencias.
Excelente síntoma éste de ver caras alegres en el arreglo de Avianca. Se ha descontinuado aquella práctica morbosa y dañina. Patronos y empleados se sentaron a la mesa del triunfo, Ojalá el ejemplo se convierta en estímulo para otros casos.
Y la tortuga ha preferido volar en jet.
La Patria, Manizales, 15-IX-1974.