La dinámica administración del Quindío
Por: Gustavo Páez Escobar
Cuando hace cinco años llegué de ocasión al Quindío con el encargo de llenar por un par de meses la gerencia un banco, y comencé a conocer la clase dirigente del joven departamento que acababa de proclamar su independencia, lejos estaba de suponer que Jesús Antonio Niño Díaz, ciudadano fácil y accesible, dedicado de lleno a su profesión de arquitecto –modelador de media ciudad–, y a sus abundantes cafetales, llegara algún día a meterse de político.
No era difícil por aquella época el poder alternar con él en cualquier mesa de la ciudad o bajo el abrigo de cualquier casa campesina, y tampoco lo es ahora cuando sus ocupaciones de gobernante se han multiplicado bajo la acción de su dinamismo. Si algo no ha perdido en el tránsito de la calle al primer puesto del departamento es la sencillez. A muchos, no aptos para tan sensible cambio de costumbres, suele subírseles los humos de su investidura y padecen de la noche a la mañana una completa metamorfosis en su personalidad.
Conocí a Niño Díaz como hombre afable, abierto a la conversación y a la amistad. Trabajo le costó, sin duda, mudar su tradicional camisa deportiva por la abrochada vestimenta que le impuso su nueva condición. Pero ninguna dificultad tendrá en tirar sus hábitos cuando llegue la hora, y desenrollar su corbata que yo bien sé que no es de su apetencia, para respirar mejor en su oficina particular.
Regresará siendo el mismo hombre llano que ha sido toda la vida, y habrá dejado ejecutadas, para fortuna de esta comarca que da honores y también reclama responsabilidades, obras de positivo alcance, no todas por desgracia concluidas, porque el tiempo apremia, pero sí perfiladas para ser pronto realidades.
El joven gobernador, que todavía pregona no ser político, aunque bien puede deducirse que es más zorro que muchos que exhiben título profesional en esas lides, es ante todo un ejecutivo. Con esa premisa que no ha dejado debilitar ha ejercido el mando. Si en la vida civil ha realizado grandes empresas, desde la gobernación ha plasmado obras gigantes para el progreso de la región, y particularmente de su capital.
A pocos días de su mandato, su afán progresista lo tenía excavando el suelo de donde todos los días vemos emerger la vigorosa mole que será el palacio departamental. Y como el plan debe correr armónico, la piqueta echó a tierra las anticuadas casonas que rodean la plaza de Bolívar, para conformar un conjunto arquitectónico que envidiarán otras ciudades del país.
La estampilla pro-palacio, creada tiempo atrás, mantenía congelada en los bancos una millonada, y como el inquieto financista sabe que el dinero no se inventó para permanecer ocioso, ni el poder se hizo para no gobernar, la chequera fue rápida, demasiado rápida para los banqueros, y pronto comenzó a sobresalir la estructura que ya no se detendrá.
Como presidente de la junta de la Lotería del Quindío no dio tregua a su impaciencia creadora y en volandas puso los cimientos del céntrico edificio donde crece otra moderna concepción arquitectónica.
En los planes de remodelación de la ciudad no solo recomienda y revisa prospectos, sino que acosa. Quiere ver una ciudad ágil, floreciente, y él mismo se encarga de empujarla. Bien sabe que el tiempo es oro, y contra el querer de otros ciudadanos deseosos de estrenar gobernación, ha manifestado que no hay razón para no quedarse hasta el 7 de agosto. El plazo es breve, pero la ejecución es dinámica y arrolladora.
En inmediaciones del Idema avanzan los trabajos del parque de recreación infantil. Palas, volquetas, obreros, se mueven nerviosamente en aquel hermoso paraje, escogido y planificado para proporcionarle distracción al pueblo. Allí iremos a columpiar nuestros ratos de ocio y sabemos de antemano que será un lugar de verdadera expansión, enmarcado por el colorido del paisaje quindiano y provisto de los elementos adecuados para que la población infantil, y también los adultos que algo tenemos de niños, explayemos el espíritu.
La Fundación para el Desarrollo del Quindío tuvo aliento en la presente administración. Con un brillante profesional escogido como su director, el organismo trabaja en la elaboración de planes, en la divulgación del potencial industrial y agrícola de la región y en el fomento de los contactos para atraer el interés de inversionistas foráneos. Hay enlaces interesantes y se avanza en el propósito de industrializar el Quindío. Porque el Quindío necesita industria. Región de esencia cafetera, su futuro será más sólido si entremezcla, con las divisas del grano, la fuerza fabril que es la que hace más prósperas a las ciudades.
Imposible resumir en esta columna las realizaciones de la eficaz administración que preside Jesús Antonio Niño Díaz, un visionario metido a político. No faltan los detractores, los que distorsionan su imagen, los que chocan contra una voluntad recia que ha impuesto rigidez en el gasto y frenado los apetitos de una burocracia afanosa de prebendas. Ha sentado un inequívoco sentido de autoridad, que parece ser utópico en la administración pública.
Le puso orden al desenfreno de los maestros. Abolió los auxilios estériles, dispensados antes con mano generosa. Su sensibilidad social lo hace receptivo a las penurias de un pueblo que cree, que confía en él. Con la ayuda de su esposa instauró una entidad llamada a pasar a la historia: «El aguinaldo de Juanito». Los niños del Quindío, para quienes la navidad era esquiva, han tenido ya en dos ocasiones la sorpresa de verse agasajados por la nobleza oficial. Gesto humano y desprovisto de alardes, que debe conservarse.
Se sabrá con el correr de los días que el mandatario regional, como planeador que ha sido de cosas grandes, hizo crecer más al Quindío en su paso por la Gobernación. Dice que es más técnico que político, y hay que creerle. Aunque para ser buen gerente de la Gobernación, como lo ha sido, se requiere ser buen político para sostenerse entre los altibajos que es preciso sortear cuando se trata de administrar los destinos públicos.
La Patria, Manizales, 30-III-1974.