Diabluras
Por: Gustavo Páez Escobar
«Mi querido, mi curita adorado, no digas no al llamado del amor; sal a tu balcón y tose, que yo vendré». Tal la non sancta esquela que en Atenas deslizó por debajo de la puerta una antojada vecina deseosa de hacer pecar al religioso de 22 años, que absorto en sus textos de filosofía, ignoraba que a muy pocos pasos estaba rondando el diablo, encarnado en una candente diablesa.
Y como el curita rechazó la provocación, sin duda torturando la alborotada continencia de su ascetismo vulnerable, la vecina le colgó en la puerta una de sus prendas íntimas, a manera de señuelo. Recurso que, por más contagiado de pecado, no consiguió tampoco desenfrenar los apetitos en vano estimulados.
Y, bien al contrario, se pertrechó más en su recinto de santidad y no solo expulsó los pensamientos insanos que debían estar revoloteando por la habitación, sino que definitivamente le dijo no al llamado del amor. Para demostrar su fortaleza y descornar así a la inquieta diablita, aparte de no asomarse al balcón, no tosió, y queda fácil deducir que la prenda pecaminosa la arrojó a las tinieblas exteriores.
Bien diferente este padrecito, que así derrotó el cosquilleo de la carne, del lánguido Palemón El Estilista, que sucumbió a la mirada de la linda pecadora, y sin dársele nada, se marchó por el desierto ante el asombro de una muchedumbre atónita que nunca antes había contemplado caminar juntos al santo y al demonio.
¡Era amor!, exclama Valencia, y todo parece comprenderse. «Un ardor nunca sentido sus arterias encendía, y un temblor desconocido su figura larga y flaca y amarilla sacudía»… ¿Sentiría lo mismo el joven curita de Grecia? En cualquier forma, se quitó de encima el pecado, hecho mujer.
Son, estas, noticias picarescas que amenizan la hora presente caracterizada por la insipidez de los sucesos monótonos. Por más que el cable internacional está salpicado de humor y que el caso se cuente con la encantadora dulzura de las cosas picantes, queda por ahí dando vueltas un diablejo, que, si expulsado de Atenas, está vivo y muy despierto. Aterrizará a cualquier momento, y si allá fracasó y fue arrojado a palos, no es improbable que, diablo como es, busque terrenos menos resbaladizos.
La Patria, Manizales, 25-II-1974.