Un homenaje a la amistad
Por: Gustavo Páez Escobar
Con todo acierto ha sido bautizada Armenia La Ciudad Milagro. Porque, siendo tan joven, ha crecido con extraordinario vigor y, lo que ayer era apenas comarca, hoy es pujante centro que ha alcanzado su mayoría de edad.
El progreso de Armenia se confunde con el progreso del Quindío, el más pequeño de los departamentos y, sin embargo, una de las regiones más fecundas para la economía del país. Este departamento, que sólo tiene 1.811 kilómetros cuadrados, parece enfrentarse a extensos territorios nacionales para recordarles que, aunque pequeño, es el Departamento Piloto de Colombia.
Región privilegiada por la naturaleza, ubicada en el corazón de la República y circundada por innumerables ríos y riachuelos, lo mismo que unida al país por todos los medios de comunicación, es el Quindío un pedazo de tierra que ha aprendido de sus mayores a forjar fortuna para el engrandecimiento de la patria.
De generación a generación se ha transmitido, como el mejor legado, la invitación a trabajar, a crear riqueza. Con ese espíritu altruista y llevando en la sangre el ancestro de la arriería, este pueblo que creció rodeado de leyendas no ha olvidado su pasado glorioso, pero tampoco se ha detenido a vivir del recuerdo y continúa entregando el esfuerzo creador en manos que no quieren, ni pueden, dilapidar la herencia.
El hacha clavada en el tronco legendario es el mejor emblema de la ciudad de Armenia. Porque allí reposa el símbolo del trabajo y no solo le rinde homenaje a una época, sino que se levanta como motivo de inspiración para el futuro. Con insuperable acierto, el hacha y el leño se erigieron en monumento a los fundadores de Armenia y, por extensión, como homenaje al pueblo trabajador.
Llega Armenia a sus 80 años de vida rodeada del aprecio y la simpatía del país. Ciudad noble y hospitalaria por tradición, ha crecido con puertas abiertas para recibir al forastero, y lo alberga sin egoísmos. La amistad en Armenia es algo natural, algo que se respira todos los días. La mano amiga y el gesto afectuoso son características irrenunciables que no han logrado disminuir ni el vertiginoso crecimiento de la ciudad ni su contagio con una época nueva. Pero si esos dones, que son tan propios como sus riquezas materiales y culturales, se borraran con el devenir de los días, no valdría la pena el progreso material.
Estas líneas son un modesto homenaje a Armenia en su fecha aniversaria y llevan implícito el cordial saludo a sus gentes de un forastero agradecido.
Revista Ventanilla, Banco Popular, N° 8, septiembre de 1969.