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Archivo para marzo, 2011

Fraudes bancarios

viernes, 25 de marzo de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Noticias de prensa e informes policivos dan cuenta del alarmante incremento de fraudes bancarios cometidos por bandas especializadas en el manejo de equipos de clonación (“skiming”), mini cámaras de video, falsas lectoras, instalación de dispositivos en cajeros e interceptaciones por internet.

En el último semestre, el número de clonaciones pasó de 7.000. Mientras tanto, las entidades bancarias han extremado sus sistemas de seguridad, tomado seguros y aplicado rectos criterios para proteger los intereses del cliente y responder por los daños causados. Pero esto no sucede en todos los institutos financieros. En el suceso personal que voy a relatar, que hace relación con retiros fraudulentos de una cuenta de ahorros abierta en Colmena BCSC., otras personas que lean esta nota sentirán que su situación es similar a la tratada en esta columna.

Hace cinco meses se realizaron cuatro retiros continuos de la citada cuenta, hasta agotar su saldo, en el cajero automático de una lejana población de Antioquia, cuando el lugar de mi residencia es Bogotá. Dos meses después volví a ser objeto de otro fraude en la misma corporación, esta vez por internet.

En este nuevo caso pequé de ingenuo al no haber suspendido la cuenta, con lo que me hubiera evitado el segundo robo, pero confié que Colmena, una entidad considerada seria –y propiedad de los jesuitas–, respondería por el ilícito cometido por fallas de sus sistemas.

En el primer hecho, o sea, el de los retiros por cajero automático, manifiesta Colmena que las operaciones fueron realizadas exitosamente con la información contenida en la banda magnética de la tarjeta débito que me entregó, y con el conocimiento de la clave. Es decir, se me atribuye toda la culpa, a pesar de que no estuve en la ciudad donde se retiró el dinero, manejo la tarjeta y su clave con absolutas medidas de seguridad (esto tengo que saberlo como gerente de banco que fui durante largos años) y nadie más conoce la clave o utiliza mi tarjeta.

En la segunda situación, o sea, el fraude por internet, Colmena esgrime un argumento similar. Tesis sin ninguna validez y que parece ser, como en el hecho anterior, la respuesta automática para todos los clientes reclamantes. Además, manejo la clave de internet en forma exclusiva, la conservo con toda seguridad y permanezco buena parte del día en mi apartamento, dedicado a las labores de escritor y periodista. Este doble fraude (por cajero automático y por internet) pone de presente cuán vulnerables son los sistemas de Colmena.

Habría que concluir que el cliente de esta entidad está desprotegido. Aun así, los mandos medios que dan respuestas recursivas a las quejas que presenta la clientela  parecen ignorar que la mayoría de los fraudes son ejecutados por bandas que usan sistemas muy sofisticados para llevar a cabo sus propósitos criminales. También parecen ignorar que algunos ilícitos se realizan con complicidad de empleados de las propias entidades financieras.

Entre los derechos de los consumidores financieros consagrados en la ley 1328 de 2009, se establece el siguiente: “Recibir productos y servicios con estándares de seguridad y calidad”. A los bancos, por supuesto, les corresponde brindar sistemas confiables para que los usuarios no sean asaltados en su buena fe cuando confían a un banco la guarda de sus depósitos.

Conozco varios casos idénticos al mío en los que la entidad (Banco de Bogotá, Davivienda, BBVA., que recuerde) ha respondido por la defraudación, sin someter al cliente al tortuoso y penoso camino que he tenido que recorrer en Colmena por espacio de cinco meses. El de malas fui yo.

El Espectador, Bogotá, 8 de julio de 2010.
Eje 21, Manizales, 9 de julio de 2010.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11 de julio de 2010.
Noti20 del Quindío, Armenia, 12 de julio de 2010.

* * *

Comentarios:

A mi esposa le sucedió lo mismo que a usted con el Banco Colmena. Le hicieron  cuatro retiros de su cuenta de ahorros por cajero electrónico de Barranquilla, cuando la cuenta es de Bogotá. Procedimos de inmediato a hacer el reclamo y nos contestaron de la misma manera que a usted. Como usted lo dice, es una proforma dado que esto al parecer se presenta con muchos clientes. Carlos Orlando Ramírez Santana.

En dos ocasiones hemos sido robados a través de internet. La cuenta es de Bancolombia, quien «previa investigación» ha devuelto la totalidad del fraude a nuestra empresa. Sin embargo es muy importante que usted alerte a los lectores, porque este fenómeno aumenta cada día. Jorge Iván Arango H.

Yo perdí en el 2008 $ 19 millones de pesos de mi cuenta en el BBVA. Pagaron durante tres días cuentas de teléfonos celulares por ese monto. Yo nunca había efectuado un pago en línea. No valió todo lo que reclamé. Y tiré la toalla, como se dice en el argot popular. Me dijeron en todos los tonos que yo le había dado a alguien la clave porque todas las operaciones se habían realizado exitosamente. Esta es la frase de cajón. La gerente de la oficina  donde tenía mi cuenta sabía que soy pensionada del Banco de Bogotá y los últimos seis años fui gerente de una oficina de Granahorrar. Así que mal podría no saber las condiciones de confidencialidad y cuidado con las claves y las tarjetas. Qué injusticia. A. Bornacelli.

En el BBVA me robaron la suma de $2,3 millones a través de internet, transfiriéndola de mi cuenta a una cuenta de Santa Marta del mismo banco. Coloqué la denunca en la Fiscalía,  coloqué reclamación en el BBVA y en la Superintendencia Bancaria. La Fiscalía no ha hecho nada, y el BBVA me respondió que la culpa era mía y no me devolvió nada. La Superintendencia le dio la razón al BBVA. Por lo tanto esa platica se perdió. Ricosblanc.

Parece ser que los reclamos son respondidos por personas sin criterio, debido a que las respuestas son tan superficiales. Esas respuestas no tienen en cuenta que los dineros están asegurados y que la entidad solo perdería el deducible, pero las entidades no quieren perder ni el deducible. Se las quieren ganar todas. Yilain.

Yo también he sido víctima de un robo a través de cajeros electrónicos y tenía mi cuenta en Colmena. El robo se llevó a cabo en una ciudad que dista mucho de la ciudad donde resido y que no he visitado. Colmena me respondió haciéndome saber que la culpa es mía. Es muy probable que haya complicidad de funcionarios de la misma entidad. Andrés Vinasco Lalinde.

El legado de Uribe

viernes, 25 de marzo de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

No serán los tiempos actuales, cargados de sectarismos y de odios políticos, los que den el veredicto justo sobre el presidente Álvaro Uribe Vélez. La Historia verdadera, la que permite definir con nitidez la imagen de una época o de un personaje, solo se decanta después de largos años.

Siendo uno de los presidentes más controvertidos de la historia colombiana, su gobierno ha estado sometido, a veces bajo el impulso de ciegas pasiones, a diatribas, injurias, falsedades y toda suerte de ataques exaltados, cuando no agresivos. Zaherir la dignidad de su investidura y de su persona se volvió una moda nacional. Cuando el país (hablemos más bien de una masa de la opinión pública) llega a tales extremos, es porque algo grave le está sucediendo a la sociedad.

Pero por encima de torpes y apasionadas ofensivas, está el sano sentir de la inmensa mayoría de los colombianos. Pocos presidentes terminan su función –en este caso tras ocho años de infatigable y digno desempeño– con más del 80 por ciento de popularidad. Si así se expresa el país, es porque la excelencia no admite duda. Este dictamen no es de última hora, sino que ha sido la nota constante, con ligeros altibajos, a lo largo de todo el mandato.

Resulta irónico que mientras algunos ciudadanos vienen dedicados a censurar al Presidente, imputándole cuanto entuerto sea dado enrostrarle, otros países ponderan y envidian los éxitos logrados por Colombia. Este voto sale lo mismo de pequeñas que de grandes naciones, y esto lo saben los detractores que en el propio suelo colombiano se empeñan en sostener lo contrario.

Hace apenas pocos días, The Washington Post calificó a Uribe “como uno de los presidentes más exitosos de Latinoamérica, que levantó la economía, fortaleció al Ejército y aplastó a las Farc. Y que, al aceptar la sentencia de la Corte sobre el no a la tercera reelección, deja tras de sí un sistema democrático sólido”.

Cuando Uribe asumió el poder hace ocho años, Colombia estaba al borde de la hecatombe (palabra suya muy apreciada), con la inseguridad pública adueñada de todo el país, las carreteras tomadas por las guerrillas, la economía postrada, el prestigio internacional deteriorado, y como si esto fuera poco, con las Farc a punto de apoderarse del Gobierno.

Habíamos perdido la fe en las autoridades, y con ella, la esperanza. No puede haber nada peor para la democracia que un país desesperanzado. De la desesperanza a la desesperación hay corto trecho.

Y llegó el líder decidido a salvar a Colombia de la hecatombe, con la mira muy clara sobre la ruta que debía seguir. No le temblaron la voz ni el pulso para poner contra la pared a los subversivos, medida prioritaria –e inaplazable– que era preciso acometer para rescatar el territorio nacional y devolver la confianza a los colombianos. Sus acciones, a partir del propio día de su posesión, fueron no solo fulminantes e intrépidas, sino certeras y contundentes. Operaciones milimétricas como Fénix, Jaque y Camaleón (esta última realizada en postrimerías del mandato) demuestran hasta qué punto llegaron el profesionalismo y la firmeza militares que se habían dejado debilitar.

El rescate de prisioneros, la captura y deserción de guerrilleros, el cerco y atrofia de los mandos subversivos –cada vez más apocados– son clara demostración de que la guerra está llegando a su final. “Su tiempo se ha agotado”, advirtió Santos a los subversivos: el presidente electo y continuador de la política de seguridad democrática. De 16.000 o 18.000 guerrilleros que existían en 2002, se ha pasado a 6.000 u 8.000 en la actualidad.

Sin embargo, la fiera sigue viva. Busca cualquier descuido, vacilación o debilidad para recuperar el terreno. De hecho, ya se ha visto un resurgimiento guerrillero en algunas partes del país. No se puede bajar la guardia. Las bases están puestas por el gobierno de Uribe para que su sucesor continúe la tarea. Lo cierto es que el país respira hoy con mucha mayor tranquilidad que hace ocho años, cuando llegó un Presidente providencial que habló claro y con valentía, quiso la paz y extenuó a la guerrilla.

Se equivocó en algunos aspectos, pero nunca obró de mala fe. Ejerció actos claros y enérgicos, a la par que prudentes y reflexivos, ante países hermanos que le declararon hostilidades por el solo hecho de defender nuestra soberanía. Hoy, el ambiente es propicio para que las relaciones se restablezcan en el futuro inmediato. Por otra parte, se mantuvo en permanente contacto con el país a través de los consejos comunitarios, donde escuchaba quejas y resolvía necesidades.

Fue un Presidente sin fatiga ni descanso. Tal vez esto lo llevó en ocasiones a la excitación y a las salidas de tono. Su imagen impactó al mundo. Por encima de todo, estaban para él la salud de la patria y el bienestar de los colombianos. Juan Manuel Santos tendrá que buscar, por supuesto, correctivos para algunas fallas, y marcar otro estilo. Gobernar no solo es acertar: también lo es equivocarse, pero reconociendo y enmendando los errores.

Uribe entra a la galería de los grandes presidentes de Colombia. Su liderazgo es incuestionable. Y su legado, trascendental para todos los tiempos.

El Espectador, Bogotá, 29 de junio de 2010.
Noti20 Quindío, Armenia, 30 de junio de 2010.
Eje 21, Manizales, 1° de septiembre de 2010.

La perniciosa incertidumbre

viernes, 25 de marzo de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Los escritores colombianos Alfredo Arango (residente en Estados Unidos) y Juan Lara (en Colombia), abogados nacidos en 1959, tienen el acierto de encuadrar su novela La perniciosa incertidumbre, memorias de Fermín Donaire, dentro de los actos conmemorativos del Bicentenario de la Independencia.

La obra fue publicada en forma conjunta por las editoriales Planeta y Puente Levadizo. Se trata de un trabajo serio y atractivo que se realizó tras rigurosa investigación de los sucesos guerreros que dieron origen a la libertad de los pueblos latinoamericanos. Uno de los autores, Alfredo Arango, no ubica el trabajo en ningún género preciso, por confluir en él crónicas, memorias, relatos de viajes, historiografía, poemas, ensayo.

Considero que se trata de una novela con fondo histórico, manejada con otros recursos literarios, que con buena fortuna han empleado sus autores. Obra que por moverse entre la ficción y la realidad (en muchos pasajes no se distingue la una de la otra) puede catalogarse como novela.

Con todo, predomina el hecho histórico, contado a dos voces: una es la de Cayetano, enfermero patriota que recorre los campos de batalla junto con una legión de sepultureros, y que a lo largo del tiempo vive ardiente pasión amorosa que anima el ánimo del lector; y la otra, la de Fermín Donaire, jurista, poeta y escritor (como los propios autores), que escucha la narración de Cayetano y la recoge en las largas memorias plasmadas en el libro.

Son ellos los protagonistas centrales de la historia, y no puede determinarse si se trata de seres reales o ficticios. Para el buen lector, son seres vivos que se encargan de transmitir a los nuevos tiempos la temperatura de los sucesos épicos y crueles, movidos por atroz  violencia, que marcaron las gestas libertadoras.

A Fermín Donaire se le hace aparecer como el discreto secretario privado de Nariño, incluso con anotación de los años de su nacimiento y de su muerte (Santafé de Bogotá, 1776 – Guaduas, 1850), lo que resulta creíble o probable.  Esa es una de las artes que debe saber emplear el buen novelista. Y al enfermero Cayetano se le siente actuante en toda la lectura del libro, de la misma manera que ocurre con Fermín. Son personajes ciertos, en constante acción, aunque pertenezcan a la invención de los autores.

En cualquier forma, ellos transmiten las historias macabras de manera dinámica y veraz, y de eso se trata. El lector se siente en pleno campo de batalla. Son muchas batallas dantescas que se agitan entre ríos de sangre y horripilantes acciones, en los terrenos abruptos de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia. Naciones que, pretendiendo emancipar Bolívar bajo una misma hermandad y unos mismos ideales, hoy se enfrentan con distintos intereses y enardecidas hostilidades. La guerra continúa.

Aunque son los gobernantes, y no los pueblos, los que abrigan ese ánimo pugnaz, y no en todos los casos existe la misma disposición para el conflicto. Si Bolívar viviera, tendría que llorar sobre la obra construida en sus titánicas contiendas. El tributo que hoy le rendimos está oscurecido por la rivalidad entre hermanos.

El jurista y el enfermero de la novela –sobre todo este último– encarnan a la cantidad de seres ocultos que abundan en todas las guerras. Son personas anónimas que se desvanecen al lado de los próceres y que, por eso mismo, son ignoradas por las páginas relucientes de la Historia. Los historiadores, en general, que se encargan de repetir a lo largo de los años los mismos episodios conocidos, no se detienen en gente del común, en actores sin nombre. Poco les interesa exhumar de las fosas del olvido a otras figuras heroicas que, como Cayetano, Fermín, Polonia o Candelo, también forjaron la grandeza de una nación.

La obra se lee con interés (principal ingrediente de la novela) y se aprecian en ella la pericia y el empeño de sus autores por revivir la Historia con nuevos y novedosos enfoques.

* * *

La voz del lector

Sobre la anterior columna, Bolívar en Soatá, he recibido la siguiente comunicación: “Me ha impactado tu relato, por cuanto mi tío Miguel Feres (q.e.p.d.) regaló alguna vez un reverbero de aluminio en el que nuestras bisabuelas le habían calentado el café a Bolívar cuando llegó a Soatá a la casa de las Mesa. Dicho reverbero está ahora en Paris en manos de un amigo francés». Marta Nalús Feres, Bogotá.

El Espectador, Bogotá, 2 de junio de 2010.
Eje 21, Manizales, 3 de junio de 2010.

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Las tristezas de Bolívar

viernes, 25 de marzo de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Todo el revés que puede tener un hombre lo sufrió Bolívar. Fue primero el joven romántico que enviuda a muy corta edad. Amaría después a muchas mujeres, pero aquel primer impacto dejaría en su alma huellas implacables. Y nunca volvería a casarse.

Llega a las cumbres más altas de la fama rodeado de honores y personajes, pero de allí desciende en medio de abandonos, traiciones y frustraciones. Tormentos físicos y sobre todo morales lo agobian a su regreso de la gloria. Ha sido traicionado, al verlo enfermo y sin poder, por quienes consideraba sus más leales seguidores.

El 8 de mayo de 1830 sale de Bogotá. Ya nunca regresará al escenario de tantos episodios memorables. Sus fuerzas se han debilitado hasta el extremo de tener que renunciar al poder. El héroe está opaco y todos quieren ignorarlo. Solo algunos de sus más cercanos amigos lo acompañan hasta Facatativá. Va montado en su mula, triste y cabizbajo. La gloria se ha desmoronado. Más tarde le escribe a Manuelita pidiéndole mucho juicio. Es lo único que le queda. Ella nunca lo ha traicionado, y por él sufrirá los mayores oprobios y hasta la misma muerte en una playa desolada. Es la playa del olvido humano.

El Genio, ante quien los enemigos se habían rendido bajo su espada invencible, ahora está sumido en hondas tribulaciones. También se ha evaporado su fortuna. Y teme que el general Páez, que manda en Venezuela, confisque las minas de su familia. El Libertador había sido generoso en el reparto de sus bienes, porque nunca creyó que el honor estuviera en la opulencia.

Ahora no tiene nada. La Quinta, su última propiedad, la ha obsequiado a su amigo don José Ignacio París. Solo le quedan la vajilla de plata y unas alhajas, que vende por diecisiete mil pesos. ¿Cómo hacer para volver a los salones aristocráticos de Europa, adonde piensa regresar, si ya no posee capital? La gloria no es suficiente para procurarse la digna subsistencia.

Desde Guaduas escribe desgarradora carta a don Gabriel Camacho. Su alma sangra y ya le quedan muy pocas personas en quienes pueda confiar. Le cuenta que no será fácil sostenerse en Europa con los diecisiete mil  pesos que le ha producido la venta de la vajilla y las alhajas. Sus arcas están liquidadas. Y su alma, destrozada.

“No necesito de nada, o necesito de muy poco… El honor de mi país y de mi carácter me obligan a presentarme con decoro…” Tal el doloroso dilema que lo tortura a última hora, consciente de que debe abandonar el territorio que ha libertado, y de donde lo arrojan sus ingratos compatriotas. El Congreso de Venezuela, su tierra natal, ha declarado que no desea tener relaciones con Colombia mientras Bolívar continúe en este país.

El 1° de julio recibe una de las noticias más amargas de su vida: han asesinado a Sucre, a quien tenía previsto como su sucesor. Durante dos días, Bolívar no cesa de llorar como un niño. Nunca se ha sentido tan abandonado, tan desposeído, tan reducido a la nada. Las patrias redimidas lo dejan solo y no quieren saber de él.

Colombia le había decretado una pensión. Con ella piensa subsistir, pero teme que más adelante, conocedor como es de las envidias y las retaliaciones, le sea suprimida. Bolívar dio las gracias por esa merced, y ahora, mientras a lomo de mula emprende el camino del destierro, recuerda sus glorias, sus mujeres, sus epopeyas. Más tarde lo ven pasar por el río humildes moradores de las poblaciones ribereñas, quienes se niegan a creer que ese ser demacrado y con apariencia cadavérica sea el Libertador. Nunca el héroe se ha sentido más solo y más disminuido.

El 6 de diciembre llega a Santa Marta. Está deshidratado, muy flaco, ansioso, extenuado. En el examen inicial que le practica el médico Próspero Reverend, encuentra enfermedades múltiples y opina que tiene los pulmones destruidos. El 10 de diciembre dicta su última proclama de despedida para los colombianos:

“No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales”.

Han pasado 180 años desde aquella proclama, y la situación de los países por él liberados no puede ser más desastrosa. Su ánimo de unión ha quedado pisoteado por rivalidades, ambiciones y viles pasiones. Hoy se escuchan hasta gritos de guerra entre gobiernos de la misma esencia bolivariana.

Bolívar había libertado cinco naciones. Había conocido todos los honores y todas las lisonjas del mundo. Había estado rodeado de brillantes figuras políticas, intelectuales y mundanas. Conocía las mujeres más hermosas de todos los sitios. Solo le faltaba conocer los abismos de la ingratitud y la soledad. Le faltaba conocer los horrores de la miseria. Ni siquiera tiene camisa limpia.

Cuando muere el 17 de diciembre, el general Montilla se quita su propia camisa y con ella cubre la desnudez del Libertador. El séquito que acompaña su última hora es muy escaso. Ninguna mujer está presente. Parecen un sueño que se evaporó. Solo Manuelita lo llora en la distancia.

El Espectador, Bogotá, 28 de julio de 2010.
Noti20 del Quindío, Armenia, 29 de julio de 2020.
Eje 21, Manizales, 30 de julio de 2010.
La Crónica del Quindío, 31 de julio de 2010.

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Comentarios:

Qué bien conocía Bolívar el perverso carácter de sus compatriotas. La historia lo ha corroborado. Y los ríos de sangre continúan. Quizás el estudio humano de Bolívar podría iluminar un poco a las nuevas generaciones inconformes con estos dos siglos de miseria, ignominia y violencia mortal. ¿Sabe de alguna hipótesis acerca de por qué Manuelita no lo acompañó en su último viaje? Jorge A. Porras. Bogotá. Respuesta: En 1830 el Libertador estaba muy enfermo y sin dinero, y ante todo pensaba establecerse en Europa, quizás para llevar más tarde a Manuelita.  GPE

La última parte de su columna en el momento de la muerte de Bolívar, cuando el general Montilla se despoja de su camisa y se la pasa al harapiento Bolívar, es muy deprimente. ¿Cómo le ocurre esto a una persona como Bolívar, después de haber hecho lo que dejó para siempre en la historia política de estos países? No sabía que, además de su caballo Palomo, también tuvo preferencias por las mulas. ¿Cuáles fueron sus nombres? Hugo Silva Segura, Medellín. Respuesta: Ignoro si las mulas que montó Bolívar en excepcionales circunstancias tuvieron nombre. Creo que no. Esta figura de la mula en su último recorrido es muy hermosa, por simbolizar el descenso de la gloria a un estado de absoluta pobreza y de abandono de sus amigos.  GPE

Al leer estas  tristezas del gran Bolívar, me asalta la frase: «Vanidad de vanidades y solo vanidad». ¿Aprenderemos a detectar qué es la vida? ¿Triunfos, éxito, gloria? Y eso… ¿qué es?  Algún profundo sentido se esconde detrás de las apariencias. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Ese final conmovedor de Simón Bolívar ahora se ve mucho más impactante, dados los últimos comportamientos demenciales de su «encarnación» venezolana. Creo que ese acto demencial de Chávez bien  merece repudio; profanó la tumba de su hombre más admirado, en un frío acto de necrofilia propagandística. Elías Mejía, Calarcá.

Hermosa y muy bien escrita columna. Juan Carlos Torres Cuéllar, Bogotá.

Ese genio triste, como un sol declinante, que hubo de morir con camisa prestada, después de haber gastado su cuantiosa fortuna en la empresa de la independencia de unos pueblos ingratos y mezquinos, nos recuerda a Don Quijote, revertido en el mísero hidalgo, sin otros horizontes que las muy polvorientas llanuras desoladas de La Mancha. Sobrecogedor espectáculo este de la «locura de la gloria», devenida en cordura, del esplendor del sol, oscurecido por la mano sin alma de un sino vengativo que castiga implacable los gestos de grandeza. José Trino Campos, Bogotá.

Comparto con el cronista el cariño por Bolívar. Algunos lo llaman el primer guerrillero, otros un contestatario… pero para los que estudiamos Historia Patria es un prócer. Como prócer lo estudié y lo admiré. La admiración hacia quien se atrevió a conquistar cinco naciones, que fue presidente de Colombia y de la Gran Colombia, la cambió por tristeza el libro El general en su laberinto, donde se habla de un hombre pobre, triste, exiliado,  enfermo, traicionado y sobre todo olvidado.  Ahora, con el Bicentenario de la Independencia, no creo que se le haya brindado el tributo que merece. Más bien su legado fue estropeado por alguien sin escrúpulos e indeseable, como el loco Chávez, que profanó su tumba. Martha Cecilia Escobar, Nueva Jersey.

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Mi Bolívar andariego

viernes, 25 de marzo de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace 227 años nace un niño común y corriente que sin embargo sería un genio. Nadie pensaría que en aquella frágil figura se esconde el caudillo de la emancipación americana.

Ni que en ese rostro indefinible, entre ángel y demonio, o sea, el mismo rostro de la humanidad entera, llega el donjuán irresistible que protagonizaría, al lado de las mujeres más bellas y más sensuales de la época, los mejores capítulos de la pasión romántica. Una de las condiciones del genio es parecerse a todos y sin embargo ser diferente de todos.

Los astros lo encarnan bajo un signo de fuego y le asignan la misma irradiación zodiacal de un Napoleón, por ejemplo, líder como él con tendencia al dominio sobre los demás y una actividad prodigiosa. Los nacidos en Leo son personas brillantes por naturaleza, ardientes y enamorados, sin vocación para los puestos subalternos y, por el contrario, con grandes ansias de poder. Pero son respetuosos de los valores estables, aunque se rebelan contra el orden vigente siempre que encuentran mejores sistemas de superación.

Estos ingredientes marcan en Bolívar su fiebre no tanto de predominio como de rectificación. Es un ser nervioso, inquieto, en constante movimiento. No ha nacido para el reposo, y sus propios padres no advierten que se mueve más de la cuenta en su cuna elemental. Desde entonces, ya Bolívar es hombre de acción.

Tal vez esto explica su espíritu andariego. No puede resignarse a un sitio estático, porque la quietud le produce descontrol y lo obliga a caminar, a agitarse, a rebelarse. Pero no es un enfermo de nervios, como tantos, sino un nervioso buscador de soluciones. Como no se conforma con la mediocridad, que también lo son la molicie y el ocio improductivo, siempre se encuentra en inquietud creadora. Que lo digan sus amantes voluptuosas y lo nieguen, si pueden, sus adversarios desorientados.

Con ese vigor libera cinco naciones y no deja dormir a los ejércitos españoles. Les sale adelante y los incita a estar despiertos, a mirar más lejos, a pensar mejor. Cruza montañas, ríos, naciones, como un águila impoluta entre vientos huracanados. Pichincha, Junín, Carabobo, Bárbula, Boyacá… por todas partes vaga su espíritu indomable. De país a país, de océano a océano, de continente a continente, recorre el mundo con su equipaje de viandante visionario y su aventura irreductible de descubrimiento y redención.

Mientras otros vagan, él planea. Mientras duermen, él seduce. Tiene tiempo, en pleno fragor de los combates, para escribir las cartas más románticas y combinar las estrategias más valerosas. Penetra en las alcobas ardientes donde el beso y el delirio le estremecen el alma inconmensurable, y con ese fuego hace bramar los Chimborazos y germinar las patrias de los oprimidos. Pone a Dios de testigo de su ímpetu de libertad, que no le da tregua para luchar la causa del hombre, y a la mujer la hace moderadora de sus emociones y la nombra su diosa guerrera.

Sus mejores pensamientos, sus consignas patrióticas, sus códigos sobre el honor y la emancipación de los hombres y los pueblos los escribe al rescoldo de las batallas y lo mismo en la cumbre victoriosa que en el abismo agobiante. “Es el tipo de hombre de acción que yo necesito para curarme de mi cansancio ideológico”, exclama día, de tanto husmear sus huellas, el filósofo Fernando González.

Este Bolívar de la pupila vigilante y el alma ansiosa, que no tiene lugar fijo ni amante única, que se mueve por radiaciones cósmicas y mantiene confundidos a los historiadores y a los siquiatras, es el nervio que necesitamos para romper nuestra pereza y rebelarnos contra la decrepitud de doscientos años de resignación. Bolívar: acción, llama, combate, estrategia.

Es el Bolívar que a mí me gusta. Me apasiona el héroe andariego, el trotamundos, el inconforme, el rabiosamente independiente, el mal humorado por el bien colectivo, el que fue capaz de desatar odios y amores con su genio fulgurante y su espada invencible. Este hombre de carne y fuego, de pasión y cerebro, de cruz y espada, que conoció los mayores esplendores de la gloria y los límites atroces de la ingratitud y la adversidad, es el genio que brota como un destello para luego morir como un relámpago.

Si los genios se dieran a montones no tendrían sentido. Por eso se requieren seres excepcionales como Cristo y Bolívar, y como ellos, luminosos y magnéticos para redimir a la humanidad.

Es preciso encontrar a Bolívar, por más andariego que sea y por más etéreo que parezca. Por eso está en todas partes. El mundo reclama hombres activos, hombres energéticos. La inmovilidad solo produce pequeñez, y los gigantes la rechazan.

El Espectador, Bogotá, 16-VII-2010.
Noti 20 del Quindío, Armenia, 18-VII-2010.
Eje 21, Manizales, 18-VII-2010 y 4-VII-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 19-VII-2010.
Mirador del Suroeste, # 36, Medellín.

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Comentarios:

Ese Bolívar, real o engrandecido por la ficción o el deseo de tener héroes, ese Bolívar, ante todo humano como lo recreas, genera a mi alma optimismo y alegría de vivir. En estos días, me deleité con el libro de Pamela Murray “Por Bolívar y la gloria – La asombrosa vida de Manuela Sáenz” (Editorial Norma, 2010). Lo devoré con la devoción que sentía de niña con los relatos del Libertador y la maravillosa historia que en mis años universitarios escuché de ella al doctor Miramón. Una Manuela vital, hermosa y curvilínea como le gustaba a la sensualidad del Libertador. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Con el estilo sobrio y transparente que le es característico, ha logrado usted, tal vez sin proponérselo, forjar uno de los mejores poemas en prosa llana, limpia y castiza, que se hayan escrito acerca de ese ser multifacético, amador apasionado, romántico -si los hubo-, quijotesco «desfacedor de agravios», mesiánico y visionario creador de naciones, poeta a la manera de  los grandes que han sido, y pensador de inmensos pensamientos, que fue el Libertador Simón Bolívar. José Trino Campos, Bogotá.

Preciosa narración acerca de Bolívar, que más que narración es una caleidoscópica radiografía del hombre, del héroe y del amante. Silvio Vásquez  Guzmán. Bogotá.

Tengo mis dudas con respecto a Bolívar, no se te olvide que él entregó a Miranda a los españoles y no fue muy amable con Andrés Bello porque hay cartas en donde Bello le pide ayuda cuando estaba en la olla en Londres y Bolívar se hace el de la oreja mocha. Alister Ramírez Márquez, Manhattan.

Traemos a Pertinentes un trabajo del colega colombiano Gustavo Páez Escobar, que publica en el diario El Espectador del vecino país. Sé que a los lectores les agradará conocer el trabajo de este escritor, pues a nuestro modo de apreciar las cosas, es diáfano al soltar con desenfado su descripción del héroe americano. Pedro Estacio, director de Pertinentes, Caracas, 27-VIII-2010.

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