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¡Qué difícil gobernar a Colombia!

jueves, 9 de diciembre de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

Alpher Rojas Carvajal, director de la Corporación de Estudios Sociopolíticos y Culturales Colombia Plural –y años atrás, director del Instituto del Pensamiento Liberal durante el período 2003-2007–, pide mi opinión sobre su artículo La responsabilidad política de un presidente, publicado en la página virtual del organismo que él preside.

Tuve con Alpher Rojas Carvajal franca amistad durante los años 70 y 80 del siglo pasado, durante mi estadía en Armenia, cuando él era destacado periodista e ideólogo político. En tal carácter invitaba a la ciudad a controversiales figuras nacionales que dictaban conferencias sobre temas de interés público. Recuerdo, entre ellos, a Hernando Agudelo Villa y Fabio Lozano Simonelli.

Años después –en el 90–, Alpher era el secretario privado del alcalde mayor de Bogotá, Juan Martín Caicedo Ferrer. El amigo de provincia había alzado vuelo en el panorama nacional. Después iría a dar a las Naciones Unidas. Estudioso de tiempo completo, se había graduado en periodismo, administración pública, sociología, literatura e historia.

Una vez que nos entrevistamos en la Alcaldía Mayor de Bogotá, salí cargado de su despacho con un tesoro inestimable: tres tomos gigantes de la Historia de Bogotá, redactada por Alfredo Iriarte, y cuatro tomos de la llamada Biblioteca de Bogotá, con textos históricos de José María Caballero, Mario Germán Romero, Eduardo Caballero Calderón y Andrés Samper Gnecco. Siempre he conocido a Alpher como hombre de cultura.

Por aquellos días publicó, con prólogo de Daniel Samper Pizano y la presentación de Antanas Mockus en un escenario bogotano, el formidable libro de su autoría, de ensayos y crónicas, que lleva por título “Grandes imágenes”. Esta incursión en la literatura, que en ese momento tenía impulso en el ánimo de mi caro amigo, quedó trunca. Temo que su tarea en el campo ideológico, que le absorbe buena parte de su tiempo, lo haya alejado de las letras.

Ahora me solicita, como arriba dije, un comentario sobre su reciente nota periodística. Aquí va la respuesta con que contesto su correo electrónico:

* * *

He leído con mucha atención tu importante artículo. Tus ideas son respetables. Mantengo alto concepto sobre tu capacidad intelectual. Lamento sí que te hayas alejado de los predios de la literatura, en los que tuviste notable desempeño. Hoy tu prioridad es la ideología política, y por cierto ocupas alto nivel en este terreno, que te admiro. En lo concerniente a los juicios que haces –y vienes haciendo– sobre el estado actual del país, habría que mirar hacia atrás para ver si los gobiernos anteriores fueron mejores. Dices en tu ensayo:

“Colombia, en lo que va corrido de este siglo ha metabolizado modelos depredadores, normatividades complacientes y jurisprudencias exculpatorias que, de alguna manera, son extrañas a nuestra personalidad histórica y que generan las condiciones de exclusión y fractura social en que se asienta el modelo de desarrollo violento actualmente en boga”.

De esta manera, enfocas la lente solo hacia lo que ha ocurrido en los años recientes, y sitúas la responsabilidad de los problemas nacionales en el gobierno de Uribe. ¿Y los otros gobiernos?

Hay una cosa cierta: el deterioro de la clase política viene desde hace largo tiempo, y esta decadencia se ha sentido, también desde hace muchos años, en todos los gobiernos. La corresponsabilidad es de todos. Y la víctima, el pueblo colombiano. ¿Soluciones? Qué difícil proponer medidas salvadoras cuando la moral pública está tan degradada. Qué difícil diseñar un modelo presidencial cuando los principios han caído hasta abismos tan insondables.

Qué difícil forjarse un líder ideal para que salve la patria, si de lo que carecemos es de líderes. La falta de liderazgo es uno de los problemas más serios del país. Nadie puede negar que Álvaro Uribe Vélez es uno de los grandes líderes que ha tenido Colombia. Muchos países quisieran darse el lujo de un Presidente de las calidades del nuestro. La inmensa mayoría de los colombianos así lo aprecia, pero la pasión política de muchos que se oponen a su mandato y buscan por todos los medios  impedir su reelección, distorsiona la realidad y oscurece el panorama nacional.

Bolívar, el gran líder de la emancipación americana, sufrió iguales injurias, odios, deslealtades y deformaciones de la verdad que los que se le infligen a Uribe. Los  adversarios del Libertador, movidos casi siempre por la venganza, la ambición, las intrigas, la idea de destrucción, se confabularon, como ahora ocurre con Uribe, para no dejarlo gobernar. Sin embargo, todos sabían, hasta sus más virulentos enemigos, que en momentos de grandes crisis era el único que podía salvar a la República. Él era consciente de esas conductas malsanas, y por eso se llamó “el hombre de las dificultades”. La calificación también le cabe a Uribe.

La democracia colombiana y los seguidores de Uribe no pueden periclitar ante el sectarismo político que invade la hora actual. Se volvió moda hablar mal de Uribe. Y negarle todo mérito. Por desgracia, la moda es contagiosa. Mientras tanto, hay que seguir luchando. Y hacer de la esperanza un tónico de vida.

No nos salgamos, Alpher, de esta triste verdad, que estoy seguro que tú compartes: ¡Qué difícil es gobernar a Colombia! La encrucijada no solo es de Uribe: es, sobre todo, de la gente de bien –la inmensa mayoría del pueblo colombiano–, que busca el mejor camino en medio de tantos programas ilusorios que se proponen, y que no llevan a puerto seguro. Esto, por supuesto, no se opone a la sana lucha ideológica. Lo importante es que la controversia se ejerza con altura y sentido patriótico.

El Espectador, Bogotá, 24 de octubre de 2009.
Eje 21, Manizales, 25 de octubre de 2009.

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Comentarios:

Ciertamente, qué difícil gobernar a Colombia cuando hay tanta corrupción oficial.  Sobre este tema de la corrupción, no de ahora, sino de antes, ya había hablado nuestro común amigo Otto Morales Benítez. Se refería a la anterior Constituyente cuyos textos pasaron a un Congreso corrupto que le cambió  su conveniencia, como ocurre en Honduras. Ramiro Lagos, Greensbore (Estados Unidos).

La controversia actual sobre una nueva reelección del presidente Uribe es que lo llevaría a completar 12 años continuos de gobierno, los cuales se podrían prolongar a 16 o 20.  Mi pensamiento liberal y mi condición de observador político riñen con la idea de un nuevo período presidencial del doctor Uribe. No estoy de acuerdo en que si las encuestas señalan la popularidad del presidente alrededor del 65 por ciento, esa sea razón suficiente para su pretensión de mantenerse en el poder. No deja de ser un poco desconcertante que un presidente que llegó al poder luego de una corta, pero rápida carrera política, frustre  la posibilidad de otros compatriotas de su misma generación.  Gustavo Valencia García, Armenia.

Para mí Uribe más que un salvador es un presidente que le cabe el país en la cabeza. Es un gran gerente. Le veo algunos problemas, pero no puedo dejar de desconocer que es un trabajador incansable y que pone todo su empeño en lograr lo mejor. Ha tenido fallas. Mientras sigamos pensando, y eso no es culpa de él, que las cosas se consiguen por la vía más fácil, vamos a ser un país estancado y con los problemas de siempre. Eso que usted llama corresponsabilidad no se tiene en cuenta y vivimos con daños sucesivos y quizás progresivos. Ricardo Hernández Rodríguez, Bogotá.

Es importante manifestarte que en mi nota no hay «juicios al presidente Uribe», sólo análisis sociológicos y enfoques politológicos que intentan prescribir situaciones generadas en acciones de gobierno. En relación con nuevos libros, en efecto he escrito alrededor de cuatro, que son ensayos académicos de circulación institucional. Y estoy concluyendo una larga investigación que pretendo denominar «La ciudad desnuda o la destrucción de la experiencia», en relación con los impactos sociales, culturales y éticos del terremoto de 1999, en el Eje Cafetero. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.

El artículo hace en forma elocuente, sencilla y a la vez profunda, una radiografía de la situación actual que se vive en torno a nuestro Presidente y cómo existen motivaciones originadas en al afán del poder de los políticos, que es lo que motiva la mayoría de los ataques al único y verdadero líder que ha tenido Colombia por lo menos desde que yo tengo conciencia. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

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