Viajeros por el Antiguo Caldas
Por: Gustavo Páez Escobar
Con este título ha publicado la Academia Caldense de Historia, presidida por Jorge Eliécer Zapata Bonilla, un maravilloso libro de 450 páginas, de gran formato, donde recoge trece crónicas viajeras escritas –casi todas– durante la segunda parte del siglo XIX, de las que son autores ilustres visitantes que recorrieron la geografía colombiana en misiones diversas y aportaron valioso material para el conocimiento del país.
Estos trabajos fueron compilados por Albeiro Valencia Llano –autor del prólogo– y Fabio Vélez Correa. Realizó su publicación la Editorial Manigraf, de Manizales, firma que en los últimos años ha dado a la luz libros de excelente factura. En el presente caso, como en otras obras que han llegado a mis manos por gentileza de amigos caldenses, cabe destacar la limpieza de los textos y la pulcritud editorial.
Las crónicas de viaje fueron género literario que, unido a los cuadros de costumbres, se encargaba de retratar el ambiente, los aspectos geográficos y las particularidades de los pueblos, lo mismo que el carácter de los personajes locales. Gracias a ellas, la historia se enriqueció y pudo transmitir a los tiempos futuros el nervio de la provincia, para de esta manera plasmar el alma nacional.
Por inexplicable decadencia de dicha disciplina literaria, hoy son muy pocos los que escriben memorias de viajes, y menos cuadros de costumbres, quizá por falta de lectores y de estímulo de las editoriales. Lo cual representa pérdida grande para el proceso de la Historia. Cuando la Academia Caldense acude a las fuentes del pasado mediante el rescate de estas páginas memorables ya distanciadas por el tiempo, y dignas de nueva impresión, vigoriza su papel protector de los hechos que le dieron consistencia a la nacionalidad.
Se hallan aquí diversos enfoques no solo sobre el perfil de los pueblos y de las personas, como protagonistas sociales de primer orden, sino sobre hechos sociales, políticos, económicos y religiosos que movieron el curso de los acontecimientos. Están dibujados aspectos de las guerras civiles que perturbaron al país a lo largo del siglo XIX, al igual que la conformación de nuevos territorios geográficos y nuevas ciudades.
El historiador y el sociólogo, o el escritor de la novela histórica, género en boga en los tiempos actuales, deben poner los ojos en el pasado para saber interpretar el presente. La historia de los pueblos se va decantando al paso de los días, y es preciso identificar los elementos concomitantes para poder estructurar toda la armazón histórica.
El Antiguo Caldas, escenario de un fenómeno tan neurálgico como el de la colonización antioqueña, es por eso mismo tierra fecunda para la investigación de múltiples circunstancias sociales, económicas y telúricas, en virtud de las cuales surgió la lucha por la tierra, se descubrieron riquezas, irrumpieron conflictos humanos, se formaron divisiones territoriales y se impusieron distintos patrones de vida. Por aquí pasaron los autores de estas crónicas y dejaron testimonios fehacientes sobre lo que vieron, oyeron y captaron en sus itinerarios de investigación y estudio.
Leer hoy tales confidencias es lo mismo que dialogar con los antiguos pobladores, descubrir sus costumbres, saber de sus alegrías y penalidades, conocer su manera de vivir y de morir. En suma, adentrarnos en el alma de la patria. Ninguna nación puede ser grande si no escruta el pasado y se aprende de él.
Los cronistas se fueron por montañas y ríos, por cordilleras y bosques, desafiaron terribles peligros, expuestos a plagas, fieras y toda suerte de adversidades, y en medio de esas contingencias dejaron su memoria escrita. Aquí están, entre otros, Alejandro de Humboldt, Carl August Gosselman, Jean Baptiste Boussingault, Isaac Holton, Manuel Pombo, Rufino Gutiérrez, Félix Serret.
Sincero reconocimiento merece la Academia Caldense por este volumen sustancioso y trascendente. Ojalá saquen provecho de él los historiadores, los escritores, académicos y estudiantes, y en general la población inquieta por sus raíces ancestrales y la evolución histórica.
Eje 21, Manizales, 10 de junio de 2009.
El Espectador, Bogotá, 10 de junio de 2009.