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Archivo para miércoles, 17 de noviembre de 2010

Libro sobre las guerrillas

miércoles, 17 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Durante el tiempo que el general Álvaro Valencia Tovar permaneció en servicio activo, se distinguió por ser el mayor estratega de los combates contra los grupos subversivos que perturban la tranquilidad pública a partir de los años 50 del siglo pasado. Por esos episodios fue considerado como el mejor experto contraguerrillero del Ejército.

En el libro Mis adversarios guerrilleros, que el general Valencia acaba de  publicar, hace memoria de sus acciones bélicas contra varios líderes insurgentes que han sido protagonistas de sonados sucesos de la violencia colombiana, como los siguientes: el capitán Venganza, el médico Tulio Bayer, Tirofijo, Mayor Ciro, Jacobo Arenas, Jaime Arenas, Fabio Vásquez, el cura Camilo Torres.

Abriendo la obra, anota el autor que a tales personajes les da el título de adversarios, y no de enemigos, en razón de las circunstancias de diálogo y cordialidad, y en ciertos casos, de entendimiento en medio de la guerra, que gobernaron sus relaciones con los cabecillas de la rebelión. En todos los episodios en que actuó, buscó el acercamiento con los levantados en armas, casi siempre con resultados favorables que encauzaron la protesta guerrillera con elementos de persuasión.

No era fácil que el alto militar practicara medidas personales contrarias a las directrices trazadas por los mandos superiores. Aun así, luchaba por tender  “puentes de entendimiento y comprensión”. Así se ganó muchas voluntades entre los guerrilleros, y también muchos sinsabores de la cúpula militar. A la larga, acciones suyas que habían sido criticadas, dejaron ver su lado positivo.

Puede pensarse que el general Valencia Tovar ha sido el militar más humanista en el arte de la guerra que ha tenido el Ejército colombiano. Producto todo de una formación a la vez intelectual y militar. Eso era lo que quería don Quijote cuando predicaba sobre las armas y las letras.

El espíritu patriótico del general lo llevó a escribir una obra de excelente concepción, El ser guerrero del Libertador (editado por el Instituto Colombiano de Cultura en 1980), libro que hizo fotocopiar la guerrilla para adoptarlo como texto de estudio para las Farc. Y obsequió un ejemplar al mismo autor de la obra, con dedicatoria de Jacobo Arenas, el ideólogo del movimiento subversivo. Dicha publicación selvática llevaba esta anotación en la cubierta plastificada: “Edición especial – Montañas de Colombia 1990 – FARC – EP”.

El médico Tulio Bayer, levantado en armas en el Vichada, fue capturado por tropas de Valencia Tovar. Luego, éste tuvo con el subversivo una entrevista en la guarnición de Apiay, donde había quedado preso. Ya sabía el militar que el médico rebelde era intelectual y escritor. A partir de entonces, situado cada cual en su área ideológica, se inició entre ellos una cordial relación epistolar, que se prolongó hasta los días del refugio político de Bayer en París. En la novela Uisheda, Valencia Tovar dibuja la controvertida personalidad del médico idealista, gran luchador de las clases desvalidas.

En reportaje de El Tiempo, del 15 de marzo pasado, al preguntarle el periodista cuál de los adversarios del libro recuerda como personaje especial, dice Valencia Tovar: “Yo creo que el médico Tulio Bayer, quien fue mi contendor en el Vichada, es quien mejor personifica lo del adversario respetuoso y respetable del derecho de gentes. Tuvimos al principio un enfrentamiento muy duro, pero busqué aproximarme a él por el lado de su profesión médica, para hacerle ver la contradicción que existía entre un hombre de armas empeñado en hacer la paz por las buenas y un médico que debe ser un salvador de vidas…”

El golpe espiritual más duro que recibió el general en su desempeño contraguerrillero es el relacionado con la muerte de Camilo Torres, su amigo personal desde la infancia, por tropas de la Quinta Brigada bajo su mando. Él no sabía que Camilo estaba en el monte y en su jurisdicción, y al caer en el combate, se sintió desgarrado en sus fibras más íntimas. Situados ahora en campos opuestos, sus misiones los llevaron a este lance inconcebible entre hermanos.

A raíz de del presunto asesinato de Camilo, el Eln declaró al entonces coronel Valencia como objetivo militar. El propósito se cumplió en 1971, en el atentado de que fue víctima en una calle bogotana, cuando se dirigía a su puesto de trabajo como director de la Escuela Militar de Cadetes, y que por poco acaba con su vida. Recuento muy documentado, y digno de toda credibilidad, fue descrito por la víctima en su libro El final de Camilo (Tercer Mundo, 1976). Este episodio criminal, salido de razón, queda para el juicio sereno de la historia.

No era el primer ataque contra su vida. De esta manera, su vocación patriótica, su defensa de la democracia, su heroísmo, su lucha contra la violencia y su propensión al diálogo y la convivencia tuvieron la brutal respuesta que suelen dar los protagonistas del caos a las acciones mejor concebidas.

Mis adversarios guerrilleros es un libro de alto significado dentro de la historia violenta del país. Sin leerlo no podrá entenderse lo que ha sucedido en este medio siglo de luchas fratricidas. Testimonio descarnado de una época signada por el odio, la brutalidad, la sangría, el holocausto de los montes, el tráfico de drogas, la corrupción sin freno en todas las esferas de la sociedad.

Dice el autor, como punto final de su trabajo: “Tan solo a partir de 2002, la fusión de política y estrategia en un esfuerzo comunal y la Acción Integral del Estado y la nación civil permiten vislumbrar un final victorioso”.

El Espectador, Bogotá, 23 de abril de 2009.
Eje 21, Manizales, 23 de abril de 2009.

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Al rescate de Tulio Bayer

miércoles, 17 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En carta fechada el 15 de diciembre de 1980, Tulio Bayer me habla de la visita que le hizo el periodista antioqueño Carlos Bueno Osorio. Desde entonces, quedé a la espera de conocer el reportaje, el ensayo o la biografía que se desprendería de aquel encuentro en París, que se prolongó por varios días.

En diciembre pasado, es decir, 28 años después, Carlos Bueno Osorio publica el grueso libro de 465 páginas que lleva por título Tulio Bayer, solo contra todos, editado en Medellín por el Instituto Tecnológico Metropolitano, obra que hace un repaso minucioso sobre la vida y la obra literaria del médico guerrillero. El periodista, según se desprende de una anotación al final del libro, venía en trato epistolar con Bayer desde años atrás de su cita parisiense, hecho que indica el largo trecho corrido hasta hacerse realidad el proyecto editorial.

El libro, según Bueno Osorio, aparece a los 25 años de la muerte del médico, que sitúa en 1983, cuando en realidad ocurrió en 1982 (el 27 de junio), a los 58 años de edad. Dos errores más en las palabras del exordio se encuentran  en las fechas erradas que se citan como años de publicación de estos libros de Bayer: Carta abierta a un analfabeto político fue editado en 1977, y no en 1968; Gancho ciego, en 1978, y no en 1964.

Tres meses antes del deceso, Tulio Bayer me hizo llegar un abultado paquete con recortes de prensa, cartas y otros documentos, sabedor como era de que me proponía profundizar en sus ideas y en su vida de combate, para elaborar un estudio sobre su extraña personalidad. Este material lo he repasado, una y otra vez, en busca de nuevos enfoques sobre los hechos que protagonizó a lo largo de su agitada –y por otra parte admirable– existencia.

Llevé a cabo dicho propósito en la novela Ráfagas de silencio, editada en junio del 2007, con ocasión –ahora sí– de los 25 años de su muerte. Soy gran conocedor de la vida y la obra de Tulio Bayer, en razón de la estrecha amistad que nos unió durante un año en Puerto Leguízamo (Putumayo) –él como médico del pueblo, luego de su expulsión de Manizales como secretario de Salud, y yo como ejecutivo bancario–, y por la compenetración sobre sus luchas y su pensamiento a través de la lectura repetida de sus libros, de la nutrida correspondencia que nos cruzamos y de numerosos enfoques sobre sus actos, de muy diversa índole, que guardo con celo en mis archivos.

Al tener en mis manos el libro de Bueno Osorio, que recibí por amable gesto del también periodista antioqueño Orlando Cadavid Correa, sentí como si el propio personaje, salido acaso de la ultratumba selvática, me visitara medio siglo después de nuestras andanzas por aquellas latitudes. Tal fue la emoción que me produjo este hecho sorprendente.

Y me dediqué de inmediato a leer la obra con gran atención. De entrada, me gustó la frase donde el autor define a Tulio Bayer como “doctor de selva y llano, fugaz y casi solitario guerrillero, exiliado en variopintas naciones, escritor de novelas, de diatribas políticas, y al final, solitario, impertinente y mordaz, como traductor de literatura científica para editoriales médicas…”

Conforme avanzaba en la lectura, se me fue revelando, en las palabras de  Bueno, el propio lenguaje de Tulio Bayer, que conozco muy bien por la razones anotadas. En efecto, lo que ejecuta la obra es un rastreo hábil por los libros del biografiado. El texto cuenta la vida del personaje con base en numerosas páginas entrecomilladas –sacadas tanto de las obras de Bayer, como de otros autores que hablan sobre él–, y en la mayoría de los pasajes restantes, discurre, en apariencia, la pluma de Bueno Osorio, cuando en realidad se trata de frases textuales de Bayer, y de otros escritores, a las que no se les concede la atribución gramatical, es decir, la cita entre comillas.

Para adecuar los tiempos verbales, se hace la correspondiente conversión, o se introducen ligeros cambios: por lo general Bayer habla en presente en sus obras autobiográficas, y el libro que comento, en pasado. Esto puede observarse en el siguiente ejemplo:

Dice Tulio Bayer en la página 26 de Carta abierta a un analfabeto político: “El ejército (en minúscula) de Colombia tiene hoy la misión de guardabosques. Es el ejército emancipador de ayer, que hoy sirve para desalojar a los colombianos sin pan y sin esperanza”.

Dice Carlos Bueno Osorio en la página 113 de su texto: “El Ejército (en mayúscula la letra inicial) de Colombia tenía entonces la misión de guardabosques. Es el Ejército de ayer que sirve para desalojar a los colombianos sin pan y sin esperanza”.

El libro del periodista antioqueño aglutina en un solo texto, valiéndose de los artificios señalados (lo cual constituye plagio literario), el recorrido humano e intelectual de este colombiano contestatario, idealista y mesiánico, que hizo de la rebeldía y la protesta un arma social. Tulio Bayer se equivocó de camino, pero siempre luchó contra la injusticia, el atropello y la sinrazón. Combatió a los poderosos en beneficio de los desprotegidos. Y nunca se doblegó, ni declinó en sus principios. Prefirió el hambre, la cárcel y el destierro a la sumisión.

Quien no haya leído los libros de Tulio Bayer, como yo lo he realizado varias veces con absoluta penetración mental, hallará en el texto recién editado la explicación de un destino batallador y justiciero. Bayer amaba a Colombia por encima de cualquier consideración, pero murió en el ostracismo. Este libro lo rescata del olvido.

En el párrafo final de la obra, Carlos Bueno Osorio hace la siguiente precisión, que registro con agrado: “A 25 años de su muerte, la figura de Bayer se perfila como la de un hombre íntegro que, como todos los hombres, intenta inútilmente hacer coincidir pensamientos y actos, equivocado con honestidad, me trae el recuerdo de un colombiano que amó desde la distancia a Colombia…”

Eje 21, Manizales, 12 de marzo de 2009.
El Espectador, Bogotá, 16 de marzo de 2009.

* * *

Comentarios:

Muy interesante tu artículo sobre Tulio Bayer. Me consta que lo conoces muy bien, pues por ti leí la obra Carta abierta a un analfabeto político y en muchas ocasiones he tenido el privilegio de escucharte narrar diversas anécdotas sobre él, así como leer las contenidas en tu obra Ráfagas de silencio. Deplorable que el libro del periodista antioqueño Carlos Bueno Osorio contenga los desaciertos que señalas. César Hoyos Salazar, Bogotá.

Qué bueno que se hable de Tulio Bayer, tan desconocido aún en este país. Le cuento una anécdota de familia que no sé hasta qué punto esté distorsionada por el paso del tiempo: mi abuela paterna, Pastora Jaramillo, era hermana de la mamá de Tulio y vivía en Sonsón, a donde él alguna vez fue a pasar vacaciones de niño y encontró un ratoncito en el subterráneo de la casa. Decidió cogerlo, cortarle las orejas y la cola, e injertar la cola, partida en dos, en las heridas de las orejas. Decían que el injerto pegó. Cristina Toro Ramírez, Medellín.

Acabo de leer su artículo sobre el médico Tulio Bayer, que me pareció un buen resumen de sus contactos con él. Como comentario, ¿por qué dice usted de manera subjetiva que Bayer se equivocó de camino? Es muy importante respetar los criterios y pensamientos de cada cual, ¿no le parece? Álvaro Oliveros Egel.

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Ritos degradantes

miércoles, 17 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

De no ser por el video que muestra el ‘bautizo’ a que fue sometido un policía aspirante a carabinero, la escena en que sus propios compañeros lo cubren de excremento de caballo y lo obligan a ingerirlo no hubiera sido conocida por la opinión pública.

Este video, grabado con un teléfono celular, fue transmitido al país por Noticias RCN y después divulgado por los periódicos. Es fácil deducir que quien tomó esas escenas estaba presente en la ceremonia de ingreso del aspirante, y al no estar de acuerdo con los métodos empleados, los denunció llevando a la emisora la prueba de ese acto de brutalidad.

Lo que exacerba el ánimo es saber que al frente de la operación se hallaba un mayor de la Policía, o sea, un oficial de alta graduación. Aunque se encuentra adecuada la reacción del general Naranjo al condenar el acto y luego destituir al oficial, queda flotando la duda sobre si tales prácticas en la institución policial, lo mismo que en las Fuerzas Militares, ha subsistido por falta de mayor claridad y energía de los mandos superiores.

Las escenas son atroces: al policía se le muestra desnudo, rapado, y es llevado a la fuerza por sus compañeros, mientras el que parece ser el superior le tapa la nariz y lo obliga a comer el excremento, como paso previo del acto final, el de la graduación, donde se le cubre por completo de boñiga. Qué horror. Podría pensarse que los hechos sucedieron en un antro de fieras y no en una dependencia de la Policía.

No todo lo que se ejecuta en los cuarteles es conocido por los superiores, y a veces procedimientos crueles como el señalado se vuelven corrientes, o reglamentarios, entre otras cosas porque esas prácticas inhumanas han sido adoptadas a través de los tiempos como sistemas de formación, dizque para enseñarle a la gente de armas a ser dura.

Qué concepto tan equivocado: en lugar de la dureza o la educación del carácter, tales despropósitos pueden inculcar la violencia, la ordinariez, los ademanes despóticos, conductas que más tarde influirán en el trato con los demás y crearán estados peligrosos en la sociedad.

Y dejan secuelas sicológicas, pues la humillación y la tortura, al degradar al individuo, crean resentimiento. Tratando de que el hombre sea ‘macho’, como sin duda es lo que pretenden estos métodos antinaturales, al ofendido se le vuelve salvaje, con un resultado desastroso: el maltrato que a él le dieron, buscará ejecutarlo en otras personas cuando tenga mando.

En el pasado reciente se ha sabido de soldados insolados bajo la orden de algún oficial o suboficial que se extralimitaron en sus funciones; o de soldados torturados, como ocurrió con veintiuno de ellos durante ejercicios de entrenamiento en el Tolima; o se ha conocido el infame capítulo, sucedido hace muy poco tiempo en Bogotá, de dos menores de edad quemados con gasolina en una estación de policía.

Ahora ocurre el ‘bautizo de sangre’ con que fue recibido este policía indefenso, pero consciente de lo que iba a sucederle (¿cómo protestar si esa era la regla establecida?), a quien, a manera de inri oprobioso, lesivo para su dignidad y su hombría, se le advirtió que “el honor de ser carabinero cuesta”.

Lección difícil de asimilar, e inexplicable dentro del grado de civilización y profesionalismo a que ha llegado la Policía Nacional, tan diferente al de viejas calendas. Por desgracia, algunas mentes retrógradas enturbian, con tales procederes apartados de la razón y prohibidos por las normas internas, la imagen de la institución.

La categórica manifestación del general Naranjo al afirmar que “la Policía Nacional se siente lastimada con la conducta de un individuo que es indigno”, deja la confianza de que en adelante, como tiene que ocurrir, no volverán a repetirse estos hechos bochornosos.

El Espectador, Bogotá, 23 de febrero de 2009.
Eje 21, Manizales, 24 de febrero de 2009.

* * *

Comentarios:

Tu página es una denuncia frente a la violación de los derechos humanos, de la dignidad. Todos los días me decepciona más la degradación que alcanzan algunas personas cuando llegan a tener poder. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Yo detesto profundamente este tipo de rituales. El mundo está plagado de rituales absurdos que se defienden culturalmente. Por ejemplo, el caso de la tortura de toros que llaman corridas de toros y que enloquece a millones de personas. Es un ritual horroroso, donde la gente goza con la tortura en diferentes formas de un pobre animal que se ha entrenado para atacar sin casi ninguna posibilidad de salir vivo y cuyo mejor triunfo es morir asesinado por un torero al que toda una plaza endiosa como un héroe. Universitario.profesor (correo a El Espectador).

Este no es un hecho aislado, y confirma que se trata de una “rutina normal” de estos héroes de la patria. Estos sujetos son los encargados de salir a las calles a imponer autoridad, ante un ciudadano inerme y desarmado. Los atropellos que a diario cometen con el ciudadano de a pie son un fiel reflejo del trato que reciben de sus compañeros y jefes castrenses. Alejandro Santiago (correo a El Espectador).

¡Qué hecho tan bochornoso! Esto y la quemada con gasolina de dos muchachos desnudan una verdad: si no la institución policial, sí hay enfermos mentales de alta peligrosidad allí infiltrados. Ramiro Quiroga Ariza (correo a El Espectador).

El asunto no debe agotarse con la destitución del oficial, sino que son menester dos respuestas y acciones: una, investigación disciplinaria por ofensa a la dignidad de la persona; otra, revisión total de la política de formación de policías. Eliaschacon (correo a El Espectador).

Terriblemente aberrante el bautizo del carabinero; queda muy mal parada la Policía. María Mercedes Ayala (correo a El Espectador). 

Estos ritos se llevan a cabo en las “fraternidades” universitarias o en las academias militares. Se han documentado muchas desgracias a raíz de esas prácticas enfermizas. El ser humano llega a muchos extremos bajo el nombre de rituales que llevan a la conclusión de que hay mucho margen para el sadismo. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

El humor de Alan Jara

miércoles, 17 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Nunca se había visto un secuestrado que saliera tan eufórico de la selva como Alan Jara. A pesar de su aspecto demacrado, donde se notaban las huellas de las enfermedades que lo aquejaban y de los maltratos que recibió de la guerrilla, cualquiera diría que volvía de una excursión y no de un cautiverio.

Una vez descendió del avión en el aeropuerto de Villavicencio, derramó copiosas lágrimas al abrazarse con su esposa y con su hijo Alan Felipe, a quien ya no conocía, pues lo había dejado de ocho años y ahora lo encontraba de quince. Además, fue inmensa su emoción al saludar a sus paisanos y recibir el primer aire de la libertad en la tierra donde había sido gobernador en dos ocasiones.

Superado el duro impacto inicial, su ánimo se fue serenando. Luego lo vimos reír y sonreír con espíritu jovial y caminar con paso ágil, en medio de las dificultades propias de su penosa situación, durante el trayecto que lo condujo hasta el vehículo que lo llevaría al centro de la ciudad. Para quienes no lo conocíamos en persona, las cámaras de televisión nos mostraron una imagen grata, e incluso fresca, sobre este personaje que se ha caracterizado por su talante alegre, muy dado al gracejo, y que regresaba a la vida haciendo gala de su proverbial sentido del humor.

En la extensa rueda de prensa que concedió para narrar sus desventuras en la selva, se le vio de nuevo con el rostro agotado y el espíritu abierto para responder a las inquietudes que le formulaban los periodistas, y precisar  detalles sorprendentes sobre su cautiverio. Lo que mayor impresión me causó fue la nitidez con que recordó a un buen número de sus compañeros de infortunio, con nombres y apellidos y una serie de datos familiares.

Sus declaraciones estuvieron matizadas de fino humor, y no se dio tregua para el descanso. Contó, por ejemplo, que al capitán Murillo lo llamaban ‘champion’ –así como suena, en inglés–, para destacar en plena selva, tan ajena a los títulos, su condición de campeón nacional de esgrima.

En referencia a los largos trayectos que tenían que realizar por los montes (y que en sus siete años de cautiverio fueron numerosos y agotadores), le envía este mensaje al profesor que ha recorrido el país entero pidiendo la liberación de su hijo, prisionero de las Farc: “Profesor Moncayo, allá sí que es verraca la vaina de caminar”.

Con increíble exactitud puntualiza que esos siete años largos suman 2.760 días de ausencia de sus lares. ¿Cómo haría –me pregunto– para llevar esta cuenta rigurosa? “Yo descansé siete años y medio, tengo todo el tiempo libre” –anota con ironía, como indicación de que gozaba de buen estado de ánimo para atender todas las inquietudes de los periodistas–.

En relación con el tipo de comida que le daban, dice que era “una dieta muy rica en harinas: arroz y arvejas. Al día siguiente, fríjol y arroz. Al día siguiente, arveja y arroz. En la tarde varía: arroz y pasta, arroz y lenteja, arroz y pasta, arroz y lenteja. Pero cuando las condiciones lo permitían, se cazaba carne de monte… Comí hasta mico”.

Hace mención de la entrevista que tuvo con el Mono Jojoy, en la que este le comentó que la guerrilla iba por los parlamentarios para tomarlos como objeto de negociación. Ante lo cual, Alan Jara repuso que él no era parlamentario. “Pero iba a serlo”, contestó el guerrillero. “Y aquí estoy, siete años y medio después –manifiesta el político que subsiste en el personaje recién liberado, como si estuviera hablando de frente con el Mono Jojoy–. Ojalá esas palabras fueran premonitorias”. Lo son, en efecto, ya que después de la rueda de prensa transmitida al país, no queda duda de que el ex gobernador desea volver a la arena política.

En el campo de la política, donde Alan Jara se movió como pez en el agua, sus declaraciones fueron movidas por la verbosidad, que tal vez es característica de su manera de ser. Es posible que su facilidad para el gracejo lo hiciera incurrir en excesos verbales, en persona que como él, al salir a la libertad después de 2.760 días de prisión selvática, no tiene la percepción cabal de lo que sucedía más allá de su encierro.

De ahí las numerosas críticas que ha recibido por sus expresiones fuera de tono acerca de la seguridad democrática adoptada por el presidente Uribe. Clamar por el canje de prisioneros, que todos deseamos, es muy distinto a manifestar que “el Presidente no ha ayudado para nada a que se produzca el intercambio humanitario”. Ignorar lo que esa política ha logrado en la búsqueda de la paz, y lo que por razones de Estado no puede conceder cuando tratan de imponerse condiciones inaceptables, es salirse de la realidad, doctor Jara.

En el grueso de la opinión pública ha quedado la sensación de que el recién liberado traía un libreto mental que lo hizo hablar más de la cuenta. Cierta complacencia hacia los sistemas practicados por sus captores hace pensar en el síndrome de Estocolmo. Es usual que suceda este desenfoque frente a la realidad, después de siete años de cautiverio.

Sea como fuere, nada resulta tan deseable como que el doctor Jara, luego de serenado el espíritu, y analizando el panorama nacional con mejores luces que las que tuvo el primer día de ibertad, se incorpore a la vida ciudadana como el líder político que es en su tierra.

Y ojalá maneje su humor habitual como elemento para conjurar, en el plano político, los tremendos dilemas que enturbian la paz de la nación.

El Espectador, Bogotá, 5 de febrero de 2009.
Eje 21, Manizales, 6 de febrero de 2009.

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