Laura Victoria, dos años después
Por: Gustavo Páez Escobar
Una importante revista me llamó en estos días, como biógrafo de Laura Victoria, para preguntarme algunos datos sobre ella. Y me informó que pensaba destacarla en próxima edición como pionera de la poesía erótica en el país. Este hecho coincide con los dos años de su muerte en Ciudad de Méjico, ocurrida el 15 de mayo de 2004, cuando le faltaban seis meses para cumplir el centenario de vida.
Me llamó la atención que dicha revista se ocupara de registrar el mérito de Laura Victoria, cuando su nombre ha sido olvidado por los nuevos tiempos, sin duda como consecuencia de su larga ausencia del país (65 años), a partir de 1939, cuando se radicó en Méjico por asuntos familiares. Allí se quedó por el resto de su vida.
En las décadas del veinte y el treinta fue nuestra poetisa más importante. Conquistó clamorosos éxitos en los escenarios internacionales y su obra mereció los mejores elogios de reconocidos personajes de las letras. En 1960 fue publicado en España, por la editorial Montaner y Simón, de Barcelona, quizá su libro más importante: Cuando florece el llanto, prologado por José María Valverde, una de las figuras más valiosas de la literatura española. En este libro se acentúa el dolor sentido por la lejanía de la patria y se estremece la vena amorosa, que hace de los poemas de la colombiana verdaderas joyas del lirismo sentimental.
“Ciertamente –dice Valverde–, aparece aquí el perenne tema inmediato de la mujer: el grito por la ausencia del amado. Pero, por ser de mujer, esta voz lleva detrás una conexión inmediata, poderosa, con la Naturaleza, que le confiere su legitimidad (…) Gabriela Mistral ha hecho inolvidables ‘Cantos a América’; su amiga Laura Victoria da voz a este sentir en una intimidad más íntima: canta a Colombia desde su ausencia de Méjico, que le da esa ‘distancia creadora’, posibilitadora de la palabra poética, según dijo Antonio Machado”.
Cuando Laura Victoria murió hace dos años, fueron pocos los que la recordaron. Algunas noticias aisladas registraron el hecho. El Tiempo, que antaño fue su casa editora, donde publicó sus maravillosos poemas iniciales que la llevaron a la celebridad (recogidos en sus dos primeras obras, Llamas azules y Cráter sellado), ha debido brindarle una página especial con motivo del deceso. Apenas apareció en el diario una breve, aunque enaltecedora nota, de autoría personal de Enrique Santos Molano.
Por eso me sorprende, con gran regocijo, que dicha revista me haya llamado para anunciarme el homenaje que piensa rendir a la pionera de la poesía erótica. Esta manifestación se suma a otras que he recibido en torno a mi libro Laura Victoria, sensual y mística, publicado poco tiempo antes de su muerte, y que se convirtió en puente de solidaridad hacia la ilustre escritora olvidada.
Una de esas expresiones, emotiva y definidora, que deseo transcribir como justo tributo al nombre de Lara Victoria en el segundo aniversario de su muerte, está contenida en reciente carta que me remite Gloria Inés Palomino Londoño, directora de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Dice así:
“Pocos biógrafos restituyen con tanta vida, tanta sensibilidad, a una mujer difícil de reducir a un texto. De estar tan presente en su memoria, en la investigación extensa de su contexto histórico, social, geográfico –en el norte de Boyacá, Bucaramanga, Méjico–, de su familia, sus afectos, del tránsito intelectual de su pensamiento, nos llega como un ser humano valiente, sincero, confiable, frágil. La admiramos, la queremos y para siempre. Gracias a su libro la tendremos cerca como la amiga que añoramos no haber conocido.
“Laura Victoria y Jorge Eliécer Gaitán, ‘erudito en arte y literatura’: un encuentro conmovedor porque percibimos aspectos distintos a los que creemos conocer. Aparece Fidel Castro y la ayuda encubierta de la poetisa, además periodista, para que los cubanos no sean expulsados del barco que salía de Méjico para la isla. Barba-Jacob también está protegido por ella en sus momentos de enfermedad y necesidades. Hacer el bien, sin publicidad: la verdadera generosidad. Tuvo una vida de muchas riquezas, de altibajos, y sabiamente una adaptación al paso del tiempo y el logro de una búsqueda interior. Tal vez la paz”.
El Espectador, Bogotá, 15 de mayo de 2006.
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Comentarios:
En cuanto a tu comentario sobre el olvido de El Tiempo con Laura Victoria, no es de extrañar que eso suceda en un periódico que se comercializó al extremo. Lo de los domingos en manos de Roberto Posada es voluminoso y trae mucho que leer, pero nunca de la calidad de las épocas de Eduardo Mendoza Varela y otros de su estirpe. Para mí, por ejemplo, cambiar el suplemento literario por ese petardo de New York Times es una lobería. “Costumbres tan distintas y edades diferentes”, como dijo Luis Carlos González. José Jaramillo Mejía, Manizales.
Nos pareció excelente la columna sobre Laura Victoria, la cual retransmitimos para su divulgación con los parientes de Estados Unidos. Pensamos que su quijotesca pero grata y noble labor se sigue viendo recompensada. Liderar un motivo, ideal u obra como la liderada durante tantos años, tiene satisfacciones íntimas que orgullosamente sentimos y compartimos. Jorge Alberto Páez Escobar, Rebeca, familia.